Una ola de conservadurismo inunda la educación.
Los centros educativos se atiborran de leyes, de normas, de dictámenes y
diagnósticos. Los libros de textos imponen verdades absolutas mientras
alimentan al mercado. La asamblea de aula, que en otro tiempo fue centro de
construcción del conocimiento, crea urticaria cuando se nombra en ciertos
círculos conservadores. Las direcciones de los centros docentes pierden poder
moral mientras ganan en prebendas burocráticas.
Se oye a muchos voceros decir que no creen en la
democracia en la escuela, en un intento de conquistar la autoridad perdida. No
se trata de ser democráticos cuando se alienta la participación y se promueven las
votaciones en la escuela, que también. Se trata de educar, y cuando se deja al
alumnado decidir se alimenta la responsabilidad y se crea ciudadanos autónomos.
¡Es que no se enteran!
Existe una escuela en la que hay que obedecer,
en la que se impone la verdad, y otra, en la que se potencia el pensamiento
crítico, poniendo en entredicho las verdades absolutas. En una, impera el dogma, en la otra, el espíritu
científico y la filosofía.
Frente a la escuela de los exámenes está la
escuela de la reflexión. Frente a la escuela del esfuerzo sin sentido, está la
escuela en donde el esfuerzo merece la pena porque tienen sentido.
Frente a la escuela de los deberes, no es casual
la palabreja “deberes”, hay una escuela del deseo.
Frente a la escuela de unos pocos, está la
escuela de todos y todas.
Frente a la escuela de las fichas está la
escuela de la dicha.
Frente a frente, dos modelos. Frente a frente,
dos mundos futuros: el de la sumisión y la verdad absoluta frente al de la
libertad, la responsabilidad y la solidaridad.
Existe la escuela de las certezas y la escuela
de las incertidumbres. En la escuela de las certezas, los niños y niñas hacen
deberes dentro y fuera del aula, deberes basados en repetir una y mil veces una
tarea hasta que se grabe a fuego en el cuerpo, nunca en el alma, pura mecánica.
En la escuela de la incertidumbre los niños y
las niñas hacen preguntas, una y otra vez, hasta desmontar las verdades
establecidas, hasta ensanchar sus mentes buscando el infinito.
Estoy aprendiendo a navegar en la duda y la
incertidumbre para crear una escuela que no acepta verdades indiscutibles. Estoy
aprendiendo a desarrollar el deseo, la madre de todos los aprendizajes. Como
estoy en una escuela inacabada, sigo aprendiendo, deseo seguir aprendiendo, y
eso es lo que enseño.
Cristóbal Gómez Mayorga
2012
2 comentarios:
con tanto desaliento, me sumo a tus palabras e intento también montar en mi clase mi propia escuela, tarea difícil eso de trabajar a solas...en fin....genial como siempre tu reflexión!
Silvina
Es verdad lo que dices, pero más que conservadurismo, es de revisionismo. Es un querer desmontar lo avanzado, en busca de una futil seguridad. Por una escuela vinculada al deseo.
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