11 de febrero de 2012


El informe Pisa, nos muestra una cuestión incontestable: el nivel educativo depende de forma determinante del nivel sociocultural del alumnado. Es algo obvio, pero debemos recordarlo, porque existe gente interesada en que se nos olvide: lo más determinante en la educación es la cultura en la que alguien se ha construido. (Ver monográfico de Cuadernos de Pedagogías sobre informe PISA, Julio, 2008, por ejemplo). Los niveles socioeducativos de un país es difícil de cambiar en poco tiempo, la historia pesa que es un gusto. Se necesitan varias generaciones de cambios esenciales, porque las familias y sus formas de vida determinan, en gran medida, la construcción psíquica de los chavales. Esto no debe servir de justificación sino como acicate para la búsqueda de soluciones que mejoren la educación del futuro.
Podemos comenzar analizando la cultura que se aprende en las escuelas.  Las fichas y el libro de texto son los elementos de productividad básicos. Hay que dar el libro entero, cada día hago tantas fichas. La concepción que subyace es que el conocimiento se divide en porciones y se administran una a una, con un supuesto orden lógico. Hoy damos el concepto de lejos, cerca, mañana el número 2 o el color rojo.  La ficha no es una actividad cultural, sino una rutina escolar decimonónica que denota una base psicológica conductistas: repetición, adiestramiento, memorización, sometimiento, domesticación. Pero, además, parte de la mayor falacia tácita existente en la cultura escolar de que todo el alumnado tiene el mismo nivel y pueden aprender lo mismo, de la misma forma, al mismo tiempo.
Es obvio que todos tenemos talentos, pero no todos tenemos los mismos. La madurez de los chicos de una clase dista, al menos, un año entre los más maduros y los menos por imperativo biológico, y más de dos años si tenemos en cuenta otros condicionantes ambientales y culturales. Esto sin nombrar las peculiaridades de carácter, estilos de aprendizajes, o de vaya usted a saber qué.  
Parece que aprendemos por inmersión cultural. Es decir, por vivir en un contexto narrativo y simbólico determinado. Y no todo el mundo vive el mismo contexto. La escuela puede, eso sí, suplir deficiencias, compensar desigualdades, equilibrar los desajustes sociales y crear condiciones que propicien la construcción psíquica.
Es necesario crear espacios culturales ricos en el aula en los que la vivencia produzca los aprendizajes de forma natural y significativa, respetando los ritmos y posibilidades de cada uno, que propicien la mirada y la escucha de los otros para ayudar a la construcción de la subjetividad de cada cual.  
Si lo que educa no son programas individualizados de instrucción sino la cultura en la que estamos inmersos, los docentes podemos ayudar recreando espacios y actividades culturales en nuestros centros educativos, creando una cultura de aula en donde convivan los niños y niñas durante mucho tiempo cada día con elementos verdaderamente culturales, como son los cuentos, la música, la pintura, la naturaleza, el teatro, etc., supliendo así los espacios culturales que faltan en nuestras ciudades, en los medios de comunicación o en muchas familias.
Alguna gente necesita de las fichas para sentirse seguros de que se trabaja porque no saben mirar a los ojos de los niños para ver lo que van aprendiendo.