2 de septiembre de 2012

La pareja educativa


LA PAREJA EDUCATIVA
El curso pasado tuve a un estudiante de magisterio de prácticas en mi aula. En teoría, ellos vienen a aprender de mí, pero soy yo el que más aprendo. Este curso descubrí que la solución para muchos problemas de la educación infantil es La Pareja Educativa.
Mis programaciones eran reconocidas y valoradas de forma inmediata, aumentando mi autoestima y mi entusiasmo. Mis dudas las consultaba con él y se mitigaba mi angustia. Los proyectos se materializaban mientras le contaba mis pretensiones y él me escuchaba atentamente. Mis apreciaciones sobre el alumnado eran contrastadas por otra mirada que alumbraba nuevas perspectivas. En muchos momentos discutíamos sobre las posibilidades educativas del alumnado con dificultades o me invitaba a observar actuaciones que me pasaban inadvertidas. Diariamente me hacía sugerencias sobre posibles actividades.
Con él descubrí que los niños y niñas de infantil aprenden, sobretodo, en pequeños grupos. En el tiempo libre por rincones, mientras yo estaba atento al funcionamiento general del aula, él solía trabajar con un grupito pequeño. Y así surge, de forma natural, actividades y experiencias muy sugerentes difíciles de realizar por un solo maestro. Por ejemplo, cuando se nos murió el saltamontes, se fue al jardín con los que estaban interesados en el acontecimiento y lo enterraron, hicieron una tumba con flores y escribieron notas de cariño. Tras visitar el Museo Thyssen de Málaga, montaron un taller de pintura y exposiciones muy sugerente. Cuando algún acontecimiento interesante ocurría en el aula siempre requerían de su presencia para que lo grabara y dejara constancia gráfica. Así llegó a crear una carpeta en el ordenador del aula titulada vídeos de los animales de la clase, en donde se podía contemplar a nuestro sapo comiendo lombrices o la carrera que realizamos entre la babosa y el caracol. También dejó documentación gráfica de muchos proyectos, como las salidas por el pueblo o la siembra de plantas.
Ya no era el único adulto en el aula. Ahora podía compartir mis temores, conjeturas, dudas e ilusiones con alguien. Y es así como la ansiedad se fue disipando poco a poco, como la mente se abría al contrastar con otra mirada, como las ilusiones se contagiaban y compartían.
Al acabar el curso, Isidro, que así se llama mi práctico compañero educativo, me regala un libro de Alfredo Hoyuelo titulado “La ética en el pensamiento y obra pedagógica de Loris Malaguzzi”. Y sigo aprendiendo durante el verano con su lectura. Descubro que lo que habíamos experimentado durante el curso es lo que el gran maestro de la escuela de Reggio Emilia llama la pareja pedagógica. Os recomiendo formar parejas educativas con algún adulto que tengáis a mano (apoyo, auxiliar, limpiadora, conserje o práctico), para compartir, disfrutar y aprender de la compleja y gratificante tarea  educativa en excelente compañía.

Cristóbal Gómez Mayorga,
Verano de 2012