14 de octubre de 2018

CONECTADOS


Dice Humberto Maturana, biólogo y filósofo chileno, que los seres humanos somos Homo Sapiens Amoroso. Argumenta este contemporáneo humanista, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga, que la razón para la convivencia y lo social es el amor. Y como la educación es el principal legado social, además de fuente de toda convivencia, podríamos consensuar que sólo desde el amor  podemos educar.
Lo veo cada día en la escuela: el profesorado que enseña es el que ama. Para enseñar primero hay que conectar, para educar, no digamos.
¿Y cómo nos vinculamos? -Con la mirada y la escucha atenta, con el roce, que hace el cariño, con sentido del humor y risas,... y, siempre, desde el amor.
Hay personas en la escuela que no enseñan, no tanto porque no sepan, sino porque tienen dificultades de conexión con los demás, porque ellos mismos no están conectados a la vida, porque hace tiempo que no fluyen desde el amor. Hay niños y niñas que aprenden a pesar de ellas, porque vienen conectados de casa. Pero en estos tiempos cada vez vemos a una infancia más desconectadas, o conectadas ciegamente a través de una pantalla.
Somos seres amorosos y sociales. Sólo desde el equilibrio que nos da el amor y el vínculo con los seres queridos tenemos la seguridad para atrevernos a lidiar con nuevos aprendizajes. Las personas inseguras no se atreven a recorrer el camino del conocimiento, siempre tan incierto y desequilibrante.
Lo aprendí ejerciendo de maestro de Educación Infantil, que es la edad en la el vínculo es imprescindible. El profesorado de esta etapa vive en una dicotomía esencial: o vincula o no educa, o ama o fracasa en la tarea de educar.
En Educación Primaria también hay personas que saben conectar y son excelentes educadores. Pero hay personas enredadas en los contenidos, en el temario, en los libros de textos, en tareas burocráticas y en la supuesta presión familiar. Tampoco La Administración ayuda obligándonos cada vez más a mirar a plataformas burocráticas. Mirar a tantos lados limita el vínculo amoroso imprescindible en educación.
A medida que ¿subimos? en el sistema educativo percibimos menos dedicación al vínculo necesario para el aprendizaje. Y luego se quejan de que no aprenden, de que no atienden, de que no se interesan, que si patatín, que si patatán.
Ahora que me dedico al alumnado con discapacidad es cuando más estoy aprendiendo sobre la necesidad de la conexión, el vínculo y el amor. Me gusta esta tarea de conectar con quienes tienen más dificultades, con quienes para vincularse necesitan que alguien los mire aceptando su peculiaridad. Suelen tener dificultades de que el profesorado conecte con ellos. Porque los docentes estamos limitados en la capacidad de empatizar con la diversidad del aula. Y estos niños y niñas nos delatan a diario, a la vez que nos dan la oportunidad de seguir mejorando.
Muchos son los motivos por los que hay  niños y niñas que no aprenden: se ven diferentes en algún aspecto o perciben que no son como cualquiera, no cumplen las expectativas, se mueven demasiado, tienen la mente en cuestiones familiares que les inquietan, necesitan más tiempo para procesar, aprenden de otra manera, sus emociones se derraman más de lo exigido, sus sistema nervioso va a su aire,... o están ensimismados en construir su historia persona. La cuestión es que para que aprendan hay que vincularlos, como a los demás. 
Vamos aprendiendo algunas estrategias para conectar con niños y niñas desconectados, que dejan de aprender: canciones, poesías o retahílas, trucos de magia, tocar la guitarra, valorar sus capacidades, decirles lo guapo, grande, alto o listas que son, escuchar lo que dicen pacientemente,... pero, sobre todo, mirar a sus ojos con atención mientras nos hablan.
Evidentemente, el alumnado con diversidad funcional debe estar en clases normalizadas, donde la vinculación sea multidireccional, para dar la posibilidad de relación emocional con los demás. He descubierto que, en muchos casos, se conectan con algunos de sus compañeros y compañeras de clase. Nuestra función educadora es estar atentos para discernir el alumnado con capacidad de vinculación.
Acompaño desde hace años a un alumno, con un diagnóstico a la espalda de desconexión social, que desde los tres añitos se vinculó a una amiguita de clase y ahora está muy presente en la vida. Veo a diario a un chico con dificultades de comunicación, que se está vinculando con un compañero de su edad. Disfruto viéndolo en el patio jugar con su amigo a pillar. El pilla pilla y el escondite son dos juegos esenciales para la conexión vital. Sólo hay que dejarles espacios de juegos para que aprendan a mirarse, buscarse, encontrarse, conectarse, vincularse,... amarse.
He visto, muchas veces, cómo algunas personitas con dificultades de aprendizaje mejoran notablemente gracias al amor de su tutora o tutor. Pero sobre todo, siento cómo los enseñantes vamos mejorando nuestra capacidad para urdir con amor el complejo entramado del aula, conectando con miradas de cariño para que pueda producirse ese milagro llamado educación.

 

Cristóbal Gómez Mayorga

Otoño 2018