22 de agosto de 2023

HEMOS GANADO MÁS QUE UN MUNDIAL

La selección femenina de fútbol de España ha ganado el mundial. Después de las celebraciones y el reconocimiento merecido momentáneo, pasado un tiempo, solo será una meritoria anécdota.  Pero es necesario celebrar que se ha va a producir un cambio profundo en el mundo educativo y en nuestra sociedad en los próximos años.

A veces, lo que se lucha en política, en manifestaciones reivindicativas, en las escuelas, y en tantas asociaciones feministas que luchan a diario por la igualdad, se produce, por arte de magia, en un juego con pelota. Parece que las mejoras sociales, como en la mitología griega, las producen los mitos y las diosas.

Recuerdo a una chica de mi cole que jugaba muy bien al fútbol pero lo hacía regateando solo a niños. Siempre observé su destreza con el balón en los pies; y reflexionaba sobre qué sentiría mientras jugaba al fútbol sin ninguna compañera, sin otra mujer a quien pasar el balón. Se mostraba ensimismada y tímida, no alardeando de sus capacidades de buena futbolista, no sentía orgullo de sus proezas. Eso me inquietaba.

Sus altas capacidades deportivas nunca le produjeron rechazo a la hora de jugar porque eran evidentes sus destrezas. Pero ella jugaba en voz baja, sin llamar la atención, sin orgullo ni referentes en esta disciplina poco reconocida para las mujeres.

Recuerdo a otras chicas de mi cole, no tan aventajadas en este deporte, que jugaban en una esquina del patio a pegarle patadas a un cartón de zumo junto algunos chicos con pocas capacidades en el juego de la pelota. Había algunas que no lo hacían mal, pero no se sentían autorizadas para jugar con los chicos en el amplio campo que dominaba el mayor espacio del patio de recreo.

Pero todo eso ha cambiado en el instante en que una chica marca un gol en un mundial y nos hace campeonas del mundo. Las chicas de mi escuela se sentirán orgullosas de la hazaña de las jugadoras del equipo de España que son las mejores del mundo mundial. Y exigirán su espacio en los recreos, porque ellas también podrán jugar a lo que quieran sin discriminación alguna. Porque ya tienen referentes que las avalan. Ahora las niñas también podrán alzar la mirada a lo más alto mientras juegan con la pelota.

Porque se ha producido un hito en la historia de este país; las mujeres han dado un golpe en la mesa, un gran paso hacia la igualdad. Y lo que tanto nos costaba en las escuelas, con trabajos en el día de la mujer, con cientos de proyectos muy elaborados y que producía tan pocos cambios…, lo han conseguido unas chicas que juegan al fútbol y han ganando un mundial.

A veces, los cambios culturales se producen de manera inesperada, pero siempre en estados emocionales colectivos. Porque la emoción vivida, en la celebración de ganar el mundial por las chicas de la selección española, ha producido un estado emocional de toda la sociedad española, y cambiará, sin duda, las arcaicas percepciones sobre las capacidades y posibilidades de la mujer en la sociedad.

El beso a su pareja de una futbolista lesbiana, la gitana que marcó el gol o la chica de piel oscura condecorada como mejor futbolista joven, han producido cambios, en nuestras mentes y corazones, más profundos que todos nuestros intentos por crear unas generaciones más libres, diversas y permisivas con nuestros proyectos de escuela igualitaria. Bienvenido sea este acontecimiento que va a cambiar la educación de las chicas y los chicos de nuestra sociedad.

Gracias al equipo de fútbol femenino de España por la hazaña, por mejorar la educación de nuestro país con vuestra proeza, haciéndola más libre, diversa e igualitaria.


18 de agosto de 2023

EL HUEVO SORPRESA Y OTROS CACHIVACHES

Esos cochecitos que están a la entrada de los restaurantes o junto a los kioscos, con su música repetitiva y embriagadora, soliviantan a la infancia sobremanera. Es un reclamo del mercado para que nos dejemos los cuartos. Eso lo sabemos y lo controlamos. Intentamos evitarlo, pasar de largo, buscar estrategias para posponerlo, esperanzados en que pase el trago. Pero si no podemos eludirlo, le echamos unas monedas a la máquina infernal y nuestros vástagos se pasearán un ratito, imaginando que van montados en un magnífico coche recorriendo mil ciudades con la imaginación. 

Pero el tema se ha complicado. Los supuestos beneficios de estos artefactos (que desarrollan la imaginación sintiendo que están conduciendo, mejoran el sentido vestibular con el movimiento y entusiasman a nuestros vástagos) se han endiablado. Y ahora comienzan a poner pantallas delante del coche para que la infancia deje de imaginar; una pantalla digital que simula que van conduciendo por una carretera digital, para que no tengan que generar actividad intelectual alguna (una nueva estrategia del sistema para enganchar a la infancia a las pantallas, impidiendo su desarrollo natural).

Otro caso que invade la mente de la infancia es el de los huevos sorpresas. Esas maquinitas que por un módico precio te regalan un huevo de chocolate con una sorpresa dentro. Pues resulta que se han sofisticado, y la sorpresa es un papelito con una página web o un QR para que los infantes entren, evidentemente, con el móvil de sus padres, en el endiablado internet. Otro intento de que no disfruten de un muñeco al uso con el que pudieran jugar y ensanchar su imaginación, sino que incitan a que se sumerjan en pantallas digitales.

Por último narro otro caso inquietante: en un parque de bolas (esos espacios a los que llevamos a nuestros vástagos para celebrar sus cumpleaños), se ha inmiscuido el mercado de pantallas. Además de piscina con bolas y toboganes con los que disfrutar, hay mesas con pantallas digitales que atraen a la infancia incitando a que dejen de jugar y socializarse, con estímulos musicales, luces deslumbrantes y reclamos digitales.

Debemos estar atentos en la crianza, hoy más que nunca, porque hay mil y una argucias, de poderes sin escrúpulos, intentando conquistar la mente de nuestra infancia para ensanchar el mercado y generar una futura clientela.

Tenemos que estar alerta porque estamos rodeados. Y si un gobierno cualquiera intenta coartar tales desmanes lo acusan de quebrantar la libertad. Pero hay que diferenciar entre libertad de mercado (libertad de los lobos gobernando a las gallinas), con la libertad de generar pensamiento autónomo, y eso solo es posible si cuidamos la educación de la infancia, librándola de tantas pantallas que determinan el pensamiento autónomo.

Dijo Marco Aurelio, hace dos mil años,  que todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad. Por eso es imprescindible que la infancia evite las pantallas, para que no imaginen verdad en donde solo hay espejos que simulan la realidad. Nos lo advirtió Platón en el mito de la caverna, nos lo recordó Saramago en su novela La caverna. Es necesario distinguir lo que es narración construida por la posverdad de lo que es la verdad sentida. Es por eso que debemos evitar que la infancia consuma pantallas cuando se está construyendo, porque el disfrute experimentado es momentáneo y determina la forma de pensar para toda la vida.

Creo que, en los primeros años, hay que evitar las pantallas (nada de espejos que alteren a una infancia en construcción), porque impedirán un pensamiento acorde con la realidad. Es por eso que debemos estar atentos a los huevos sorpresas y a otros cachivaches, que ponen anzuelos a nuestra infancia para que piquen, porque construirán un futuro desolador.

Por el contrario, es necesario más naturaleza, más socialización, más parques, pinturas, cuentos, teatros, poesía, bailes y canciones, tanto en la escuela como en casa, para que las futuras generaciones sigan construyéndose sin sorpresas ni cachivaches.

8 de agosto de 2023

DISTOPÍA VERSUS UTOPÍA

Distopía y utopía son conceptos contrapuestos que, pensándolo bien, nos pueden ayudar a avanzar por el camino correcto.

Dice la RAE que distopía es una representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. Yo lo aprendí con la novela de  George Orwell «1984». Últimamente, me lo recordó una novela que recomiendo: «Cadáveres exquisitos» de Patricia Highsmith. Porque la distopía puede ser una manera de vislumbrar un nefasto futuro y estar prevenidos para no perecer con las consecuencias de las inmundicias de este mundo.

Inventemos una distopía:

Un poder todopoderoso impone libros de textos con los que debe aprender toda la infancia. Ellos marcan el camino por el que transitar, irremediablemente, las niñas y niños de la comunidad: contenidos tendenciosos, copiar, memorizar, hacer actividades con preguntas cuyas respuestas están en dichos libros y devolver lo memorizado en exámenes. En Educación Infantil es más grave: colorear, no salirse del dibujo, copiar letras sin significado, aprender los colores, bailar a través de la pantalla y poco más.

Esos libros sacrosantos deciden qué deben aprender las nuevas generaciones, conformando un futuro programado, pocas veces acorde con la realidad existente. Van construyendo seres humanos con sus narraciones. En esta distopía se diseña toda una organización escolar: tiempos, espacios, metodologías, contenidos, costumbres, liturgias, etc. Pues resulta que esta supuesta distopía existe en la realidad en demasiados colegios. Ya se sabe que el lenguaje crea el pensamiento, por lo que es necesario crear narraciones, fuera de esta distopía, que amueblen los futuros cerebros.

Borrón y cuenta nueva; frente a la distopía existente, inventemos una utopía.

Recoge, Eduardo Galeano, en su libro Palabras andantes, una frase de Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar”.

Imaginemos que la escuela actual no existes tal como la conocemos, con el lastre de la historia y los poderes ancestrales, con los intereses económicos de algunas editoriales, con el beneplácito de la iglesia amenazante de otros tiempos, con ritos y liturgias que arrastra desde hace siglos y que condicionan lo que hoy es y seguirá siendo, si no lo remediamos. Imaginemos que empezamos de cero y tenemos que educar a la infancia.

¿Qué escuela diseñaremos?

Sabiendo lo que sabemos, que la infancia se está construyendo, abonaríamos la tierra para que la infancia evolucionara de forma natural, creando una cultura acorde con sus necesidades. Dejaríamos tiempos para que crecieran, eso sí, regándolos con mucho amor; dándole autonomía para que aprendan en libertad. Poniendo a su alcance toda la cultura que ha desarrollado los seres humanos a lo largo de la historia, para que acorten el camino ya recorrido por la humanidad. Respetando sus desvaríos como parte del aprendizaje. Creando comunidad, porque debemos ser parte de un todo que avanza sin dejar a nadie atrás. Imprescindibles profesorado entregado: cultos, inteligentes, éticos y buena gente. Lo mejor de cada casa; porque lidiamos con la futura civilización.

Para ello tenemos que partir de lo que verdaderamente necesita la infancia. Deberíamos tener esa oreja verde de Rodari[i], para escuchar sus necesidades, tener una actitud de escucha, apuntar a un futuro en que vivirán felices, cubrir sus necesidades, atender a todas las personitas independientemente de sus peculiaridades…; y dejar de escuchar a políticos que utilizan la educación como mercado.

Así que caminemos hacia el horizonte, supuestamente inalcanzable, con paso firme y certero, con la ilusión de conquistar la utopía. Al menos, caminaremos por el camino correcto, buscando la senda del bienestar de la mayoría de las personas.