18 de julio de 2011

El circo como metáfora

El último proyecto que hicimos en el curso de Infantil de cuatro años lo titulamos Picasso y el circo. Tratamos de unir la visita al Museo Picasso de Málaga con la preparación de un circo para la fiesta final de curso. Así que pasamos maravillosas horas pintando con acuarela a equilibristas, saltimbanquis y arlequines picassianos y el resto del tiempo, ensayando números circenses en la clase, en el patio o en casa. En el aula, el espacio de la alfombra se convirtió en una carpa de circo y experimentaron todo tipo de posibilidades de sus cuerpos. Todo se llenó de arte y de circo hasta el día de la fiesta.
En la fiesta, el circo se convirtió en una de las atracciones de la noche, según me dijeron. El secreto del éxito no fueron días de ensayos monótonos y aburridos sino la búsqueda de la identidad personal tanteando las posibilidades y límites de sus cuerpos y de sus almas. La clave estuvo en dejar que cada cual actuara según eran. Durante muchos días, jugamos a todas las posibilidades circenses que se nos ocurrían y cada cual fue vistiéndose con la que mejor le sentaba. Cada uno escogió el personaje del circo que le apetecía y se esforzó en ensayar hasta dar todo lo que llevaban dentro. Unos fueron animales salvajes domesticados por un domador y se sintieron muy felices cuando fueron aplaudidos de forma entusiasta. Dos tímidas chicas sintieron un baño de autoestima, quizás porque, por primera vez en sus vidas, fueron vitoreadas por cientos de personas mientras realizaban la proeza de saltar a la comba. Luego vinieron los forzudos, dos personajes que hartos ya de ser pequeños se lanzaron a la aventura de hacerse grandes y fuertes. Y representaron a la perfección el esfuerzo que supone levantar el gran peso que es la vida. Y las equilibristas se vieron especiales en su proeza de mantenerse sobre una cuerda con la ayuda tan sólo de una sombrilla comprada en “los chinos”. Los payasos provocaron mil risas mientras corrían al ritmo de la música de Benny Hill y dos chicas se mostraron brillantes y delicadas bailando el aro. Y que decir de las maravillosas patinadoras que crearon un momento especial cuando se deslizaban sobre las notas del Ave María de Bach. Una chica quería ser especial y descubrió la posibilidad de ser maga. Su cuerpo dibujaba armonía en el aire mientras sacaba serpentina de su chistera. Estaba claro que los atletas de la clase serían saltadores en la cama elástica y gimnastas en las colchonetas. Pero me sorprendió que tres chicas sin demasiada agilidad quisieran ser saltimbanquis. Deseaban ser valoradas y arriesgaron mucho para ello. Que emoción verlas dar volteretas al ritmo de la música Piratas del Caribe.
Fue maravilloso el circo. Quizás, porque lo planteamos desde el respeto a las peculiaridades de cada cual y lo preparamos teniendo en cuenta las necesidades y características de individuales. No hay más secreto para que algo funcione como hacer a cada cual responsable y autónomo. Quizás, fue por eso que, en la fiesta fin de curso, el circo salió de escándalo y recibimos el aplauso de toda la concurrencia. Quizás es por eso que seguimos intentando hacer una escuela en la que cada cual desarrolle su identidad respetando las peculiaridades individuales.
Junio de 2011