10 de febrero de 2019

MATICES DE GRISES

Quienes tuvimos la suerte de no ser diagnosticados en su momento, tenemos la desgracia de intentar disimular lo que nos pasa. Nos afecta al profesorado de manera especial. Por culpa de una falta de diagnóstico a tiempo, pasamos la vida viendo en los demás todo aquello que no resolvimos en su momento. Y vemos a niñas y niños torpes, proyectando nuestras torpezas. Vemos a niños y niñas deficientes reflejando nuestras incapacidades. Sufrimos el excesivo movimiento en espejos que reflejan nuestra inmovilidad, y los rompemos. Distinguimos problemas familiares en la infancia del alumnado, eludiendo los que sufrimos en nuestras familias. Vemos conflictos en la clase de los mayores, en vez de verlas en nuestras relaciones. Vislumbramos demandas de amor, obviando nuestras carencias emocionales. Y así, todo el tiempo.
Es complicado ponerse en uno de los dos lados: normales o diagnosticados. Es difícil porque la dualidad es una simplicidad y, por tanto, no es verdad. 
Entre el blanco y el negro hay una extensa gama: blanco roto, gris hielo, gris perla, gris platino, gris humo, gris plomo, gris ceniza, gris pizarra,... así hasta el azabache. Y entre tantos colores navegamos sin llegar a ningún puerto. Pasa lo mismo con la sexualidad. Hay gente simple que sólo distingue entre heterosexuales  y homosexuales, cuando la variedad de género existente está llena de matices y colores. Es nuestra mente, en su torpeza, la que simplifica la realidad de la vida hasta el extremo de no decir verdad.
Pues lo que venía diciendo: somos muchos los maestros y maestras que tenemos problemas en nuestras vidas, como es natural, como todo hijo de vecina. Y es muy difícil bregar con una clase de unos 25 niños y niñas, cada cual con su peculiaridad, sin un mínimo de equilibrio personal. Se hace necesario, hoy más que nunca, mirar lo que nos pasa para poder lidiar con la chiquillada sin proyectar nuestras dificultades.
No debemos ser maestros y maestras sin habernos mirado primero en nuestra complejidad, y adecentarnos un poco, para no proyectar demasiado nuestra simplicidad. Para educar tenemos que, no sólo vislumbrar la variedad de grises,  sino incluir todos los colores con sus matices. De lo contrario, estamos marginando todo lo que no hemos resuelto de lo que nos pasa.
La solución: sólo tres palabras que se dijo en un discurso de Los Goyas sobre la película Campeones: diversidad, aceptación y visibilidad. Sólo tres palabras que no se harán realidad hasta que no solucionemos nuestros traumas no resueltos.
 Febrero de 2019

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