La educación pública es el único resquicio que nos queda para compensar la galopante desigualdad que este mundo genera.
Wordl Inequality [i],
el último trabajo sobre desigualdad, ha puesto de relieve una situación injusta
e insostenible: el 50 % de la población
mundial más pobre solo posee el 2 % de la riqueza global, mientras que el 10%
más rico detenta el 76%. [ii]
Además de la lucha política, necesaria
para aminorar esta injusta situación, desde la escuela, en los primeros años de
vida, podemos ir construyendo un mundo mejor. Para ello, debemos crear una
escuela pública y de calidad que aporte nuestro granito de arena a la mejora
del mundo en que vivimos.
La infancia no entiende de clases
sociales, por lo que es fácil que se quieran, convivan y crezcan en igualdad.
Recuerdo la simbiosis que se produjo entre una chica pobre y gitana con el
chico más listo de la clase con dificultades de sociabilidad. Los juegos de
luchas en la alfombra limaron sus diferencias y dificultades. Y es que el roce
hace el cariño. Creo que ambos contribuyeron a crear un mundo más humano.
Que en la escuela convivan niñas y
niños de todo el mundo repercutirá en la paz mundial, no tengo la menor duda. Que
exista gente de muchos países en la escuela es una riqueza que debemos
aprovechar. Recuerdo cuando trabajamos el proyecto “Nuestros países”, en el que aprendimos sobre las culturas de
Polonia, Argentina, Francia, Paraguay, Alemania y España, las nacionalidades de
nuestro alumnado. El aula parecía la ONU en pequeña. Aprendimos a decir buenos
días en todos los idiomas, escuchamos música, cuentos y leyendas de todas las identidades,
degustamos comidas y bebidas venidas allende los mares…; y la empatía entre
personas de otros países nos convirtió en ciudadanos del mundo. Por eso creo
que la convivencia en la escuela de alumnado de distinta procedencia siempre es
un enriquecimiento, si somos capaces de aprender, aprendernos y convivir en paz
a pesar de las sutiles diferencias.[iii]
También es necesario trabajar sobre
pueblos que nos quedan lejos, para enseñar que hay culturas y miradas
diferentes a las nuestras: otras religiones, creencias, costumbres y formas de
ser. Recuerdo cuando hicimos el proyecto sobre Perú. Fue el mayor aprendizaje
de vida: aprender otra cultura, sentirla, vivirla y comunicar con ella. No hay
mayor aprendizaje [iv]
Mi aula siempre acogió la diversidad
como un regalo que nos hizo mejores personas. Recuerdo aquel chico con
tetraplejia que consiguió que sus compañeros jugaran al fútbol de rodilla, como
él. A cambio, este chico les prestaba el ordenador en el que escribía porque
tenía dificultades en coger el lápiz. Otro alumno, con síndrome de Down, ayudó
a resto del alumnado a mejorar la flexibilidad, en el que él era aventajado,
dirigiendo las sesiones de educación física.
Aprender a dar abrazos a una chica con autismo fue el reto más difícil
de superar para el alumnado de mi aula. Y es que había que hacerlo con mucho
tiento, mirándola a los ojos, sin alterarla. Así aprendimos en mi aula a tener
empatía y aceptar la diversidad.
En la escuela es necesario educar sobre
situaciones reales, para que de mayores no pensemos a partir de narraciones
inventadas, inservibles para mejorar el mundo en que vivimos. Trabajar a partir de un periódico y de las
noticias locales o hacer salidas al entorno desarrolla en el alumnado
conciencia sobre el mundo en el que vivimos. Recuerdo las visitas que hicimos a
nuestro pueblo: al parque, al castillo, al museo, al polideportivo, al mercado,
a la biblioteca, a la radio, a otros colegios y a la casa de cada personita del
aula. Esos aprendizajes sobre el entorno real nos enseñaron a mirar el mundo
real, fuera de los libros de textos, a impregnarnos de vida, de aprendizajes
significativos.
La escuela pública es el último
baluarte para mejorar nuestras vidas, creando conocimiento sobre el mundo real
en que vivimos y prodigando la igualdad de oportunidades. Por eso debemos
mimarla, apoyarla, subvencionarla, generalizarla y mejorarla. Porque una
sociedad desigual genera violencia estructural, pobreza, maltrato, racismo,
discriminación, guerras, terrorismo y mil cosas más. Parece una exageración,
pero creo que los problemas sociales debemos solucionarlos en la infancia, para
que en la adultez tengamos personas sensatas. Por eso debemos apostar por una
educación pública de calidad. No me refiero a la titularidad de los centros
educativos sino al ideario real de los mismos. Una escuela es pública y de
calidad si admite a todo el alumnado y le enseña a convivir en la diversidad,
independientemente de su procedencia social, económica o cultural y de su
capacidad o peculiaridad identitaria. Porque es en convivencia con la
diversidad donde construimos la futura paz social en el colegio y, quizás,
también en el mundo.
[i] Lucas Chancel, Emmanuel Saez,
Piketty y Zucman Wordl (2022) Wordl Inequality: Summary_WorldInequalityReport2022_Spanish.pdf
(wid.world)
[ii] Andreu Missé (2023) Explosión de la riqueza de papel. El País. 5-6-2023. Pg. 46.
[iii] Gómez Mayorga, C. (2007) Nuestros países, una
geografía sentimental. Cooperación Educativa. Kikirikí.
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