El discurso de la diversidad se ha
instalado en el Sistema Educativo para quedarse. Pero, como todo discurso, corre
el riesgo de convertirse en palabras huecas. La diversidad y la inclusión son
los nuevos mantras que llenan nuestras bocas en estos tiempos convulsos. Se
escriben una y mil veces en papeles de todas las texturas: leyes, proyectos,
programaciones, discursos y oposiciones. Pero la realidad es tozuda y
resistente a toda idea que suponga una transformación profunda y, sobre todo, un
cambio de mentalidad. Y es difícil, en estas circunstancias, discernir lo que es
mentira o verdad.
Menos mal que en mi cole tengo a alguien
especial, detecta la esencia y separa el grano de la paja. Es una chica diagnosticada
como TEA y tiene un poder mágico: sentir el alma de las personas y huir de la
gente desalmada.
En su aula descubre a los compañeros excepcionales,
deja que le abracen, que le ayuden o le cojan de la mano. Y sonríe contenta
cuando están jugando con ella. Pero también delata a los chicos y chicas con
alguna discapacidad: los que tienen miedo de acercarse, quienes miran con
recelo, los que no saben conectar, los que tienen dificultades de ponerse en el
lugar de los demás.
También mi alumna es capaz de discernir
entre el profesorado competente y el discapacitado. Es elocuente al dejar en
evidencia a quienes no saben acercarse a
ella, a quienes no la tiene en cuenta, a los que no miran de verdad, a quienes
no se abren en cuerpo y alma, a los que tienen prejuicios o falta de empatía, a
quienes tienen algún tipo de dificultad en conectar con los demás. Y es que mi
alumna es un espejo en donde nos miramos y descubrimos el lado oculto que todos
llevamos dentro: los miedos, el qué dirán, la incompetencia,… y tantas
deficiencias que todas las personas tenemos.
Lo interesante de esta alumna tan especial
es que, además de descubrir discapacidades, es capaz de mejorar a los demás. Es
una luz que nos alumbra y ayuda a desarrollar muchas capacidades sólo conviviendo
con ella: la empatía, el respeto, la tolerancia, la inteligencia emocional, nos
ayuda a pensar y sentir, enseña a conectar y mirar de verdad. Los niños y niñas
de su clase han desarrollado unas cualidades especiales que es difícil de aprender
de otra manera.
Pero esta alumna tiene más poderes: es
capaz de detectar la discapacidad que tiene el Sistema Educativo. Por ejemplo,
ha vislumbrado a una Administración
insensible y discapacitada que no pone a alguien que le eche una mano en sus
dificultades en el aula. Y la familia tiene que estar buscando a personas, por “su
cuenta”, que le ayuden, para poder estar en un aula como los demás. Sí, también
mi alumna ha detectado una Administración discapacitada, que se le llena la
boca de integración y diversidad, pero no pone los medios necesarios, ni
contrata a personas que hagan factible la inclusión que la ley proclama con
letras de oro y subrayadas.
Pero lo más interesante es que soy el
maestro de esta alumna singular. En teoría, soy especialista en Pedagogía
Terapéutica y, cada día, me descubre mis discapacidades: por no saber
entenderla, por no prever sus demandas, por no saber conectar, por no tener la
formación suficiente,… y no sé por cuanto más. Sí, mi alumna también detectó
mis discapacidades y me ha puesto a estudiar y a seguir indagando sobre los
seres humanos. Menos mal que es benévola y comprensiva y, cada día, me mira a
los ojos, aleteando sus manos de alegría, me da un abrazo y nos vamos de la
mano a seguir aprendiendo juntos, con los demás.
Xtóbal, Julio de 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario