Solemos
pensar que el tiempo es oro, eso nos han inculcado, y que lo perdemos si no
producimos lo que el sistema nos demanda. El dios Crono nos devora como nos
cuenta Goya en su enigmática pintura de Saturno. Pero puede que el tiempo sea
vida en vez de dinero y no lo hayamos perdido en este confinamiento.
El
profesorado, a veces, pretende enseñar una cosa y el alumnado aprende otra muy
distinta. Suele pasar, pero en este tiempo de pandemia, mucho más, porque no
controlamos ni conocemos las circunstancias en las que se encuentra cada cual. Los
maestros y maestras nos lanzamos de cabeza a enseñar para que nuestro alumnado
no perdiera el tiempo en este confinamiento, igual que muchas personas se
lanzaron a los supermercados a comprar papel higiénico, sin pensar. Ya llegó el
momento de la calma, tiempo de reflexión y de balance provisional. Veamos pues
si hemos perdido el tiempo o hemos aprendido algo en estos momentos educativos
inusuales.
Pues
resulta que llevamos mucho tiempo en los centros educativos con programas TIC
(Tecnologías de la Información y el Conocimiento) y en apenas dos meses hemos
asimilado más del uso de las tecnologías que en todos los años anteriores. Y es
que se aprende cuando hay necesidad. Es la función la que crea el órgano. Tanto
el profesorado, las familias y los niños y niñas hemos aprendido a escribir
textos en Words y presentaciones en PowerPoint, a editar imágenes, crear
carpetas para organizar el trabajo, entrar en Classroom para las clases,
dominar el correo electrónico, comunicar por Whatsapp, Hangout, Facebook o Instagram,
hacer videoconferencias por cualquiera de los programas que la cultura digital
nos ofrece y mil cosas más.
Las
familias, el alumnado y el profesorado nos hemos puesto las pilas porque un bicho
nos pinchaba. Los maestros y las maestras nos hemos reciclado en pocos días y hemos
sido capaces de hacer videoconferencias de Equipos Docentes, Claustros,
Consejos Escolares, Reuniones de ciclo, Tutorías y clases online. Hemos
realizado cientos de blog, periódicos y revistas educativas digitales, hemos
seleccionado contenidos educativos de la red, conectando con diferentes programas
con las familias, etc. En definitiva, hemos teletrabajado, algo que sólo
vislumbrábamos en personal privilegiado de grandes corporaciones
internacionales.
Los
niños y niñas, que estaban enganchados a los videojuegos y a historias intrascendentes
de Youtube o Tic Toc, han empleado por primera vez el móvil para algo más productivo
aprendiendo las mil posibilidades que la tecnología nos brinda.
En
sólo dos meses, además de los contenidos académicos trabajados a distancia,
hemos conseguido el objetivo de hacer funcionales las tecnologías de la
información y comunicación. Por ello, no debemos pensar que hemos perdido el
tiempo. No sabemos hasta qué punto hemos aprendido cosas que no teníamos
previstas.
Pero
no sólo hemos aprendido contenido tecnológico, también hemos comenzado a
valorar cosas que antes teníamos y no le dábamos importancia. Hemos descubierto
la necesidad de conectar con los demás. Y tanto alumnado, familias y
profesorado nos hemos comunicado de manera esencial, por necesidad y con deseo.
También
hemos aprendido el valor de la solidaridad, las profesiones más importantes
para vivir, que la unión hace la fuerza, que el estado y los poderes públicos
se deben ocupar de lo público, del bien común, que la familia es siempre el
sostén básico de la sociedad y que siempre hay quien para salir del pozo sigue
cavando hacia abajo en vez de ayudar, pero a esos no hay que hacerles caso.
Por
eso creo que, aunque queden lagunas de lengua o matemáticas, seguro que hemos
aprendido algo muy esencial que no teníamos previsto: que no se pierde nunca el
tiempo si se gana para la vida.
Xtóbal,
verano 2020-06-26
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