Después de mi jubilación,
volví un día al colegio para revivir emociones, para sentir qué quedaba de mi
trabajo durante muchos años como maestro de escuela. Y resulta que, una alumna de
sexto de primaria, de padres marroquíes, se abalanzó hacia mí y me dio el mayor
de los abrazos. No era una alumna de necesidades especiales a las que yo
atendía, por eso me extrañó. Pero recordé un incidente en el que, hace tiempo,
intervine con ella. Ya se sabe que, la educación tiene efectos inesperados a
largo plazo.
Resulta que un alumno de
quinto curso me dijo que una chica de pelo negro rizado, cara preciosa y rasgos
magrebíes, le había pegado. Lo primero que hice es hablar con esta niña, que ya
apuntaba a mujer, y le argumenté que no está bien hacer daño a un compañero. Lo
segundo que hice es escuchar su justificación. Me dice que este chico le llama a
menudo «mora» y le increpaba para que
se fuera a su país. Acepto su ira. Es duro, habiendo nacido en España, que
alguien te diga que tienes que irte de donde naciste. Es humillante que no te
acepten como compañera de clase por ser diferente. Le digo que la comprendo
pero que eso no justifica resolver los conflictos a golpes.
-Debes hablar con él y decirle cómo te sientes -eso le dije.
Luego hablo con el chico y
le argumento que está mal lo que le hizo esta chica pero que debe comprender
que le dolió mucho que quisiera que se fuera de España, porque ella nació aquí.
Y que se sintió muy dolida, y por eso reaccionó así.
A los dos días viene el
chico y me dice que ya ha resuelto el problema. La chica me dijo que su
compañero le había pedido perdón y que ya eran amigos de nuevo. Se había
resuelto el conflicto sólo hablando y comprendiendo el dolor de cada cual,
desarrollando empatía, sin necesidad de castigos. Este chico había aprendido
que con sus insultos podía herir a otra persona; además, comprendió que en
España vive gente de distintas partes del mundo y que eso nos enriquece. Sé
que, en el fondo, le gustaba esa chica pero no fue correspondido. Siempre
buscamos justificaciones a nuestro dolor. Y el racismo es una simplicidad muy
recurrente que suele utilizarse cuando la vida nos contradice.
Debemos aprender en la
escuela que todos fuimos, alguna vez, de otro país. Porque algún antepasado
llegó, en tiempos pasados, a nuestra casa, buscando el sustento. Porque los países
se formaron a base de guerras y dominaciones para sobrevivir. Porque, en última
instancia, todas las personas somos inmigrantes venidos de África, donde se
forjó el homo sapiens en tiempos
inmemoriales. Y es que todas las personas somos inmigrantes en alguna época de
nuestro pasado.
Pero toda la gente vivimos,
irremediablemente, en el mismo planeta. Es importante aprenderlo para que, en
un futuro, se acaben las guerras. ¡Crucial tarea tiene el profesorado de
primera enseñanza! Por eso creo que es importante resolver bien los pequeños
conflictos que se generan en la escuela. Porque ahí empieza el camino hacia la
paz del mundo. ¡Menuda responsabilidad tenemos las maestras y los maestros de
escuela!
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