Lenguaje y
pensamiento, Pensamiento y lenguaje. Piaget y Vigotsky, respectivamente, sembrando
la esencia de nuestro tiempo. Porque la nueva forma de dominación no es la
esclavitud, ni el feudo, ni el capitalismo que controla los medios de
producción, aunque eso también; la nueva forma de control es el lenguaje. Uno
suizo y el otro ruso, pero ambos, en la distancia, anticiparon en el siglo
pasado una cuestión central de nuestro tiempo: el lenguaje como nueva forma de
dominación.
Las conquistas históricas, que han permitido
mejoras en la sociedad del bienestar, corren peligro porque narraciones perversas
dominan nuestras mentes. Ya se sabe, pensamos con el lenguaje. Y los medios de
comunicación, con sus dueños vigilantes, dominan la alquimia de convertir en
verdad las mentiras dichas con palabras precisas. No importa lo que sucede sino
cómo narran lo que pasa. Y los poderes lo saben, y se dedican, en cuerpo y
¿alma?, a controlar nuestro pensamiento mediante el verbo.
El verbo se hace
carne,
lo dice hasta la Biblia. El lenguaje nos configura. Y hay todo un ejército
mediático modelando el barro primigenio para recrearnos sumisos, crédulos,
ignorantes… Sólo hay que ver como la clase trabajadora vota a partidos que
representan a quienes la explota, como los productos más contaminantes nos
invaden con anuncios ecológicos con fundo azul y aguas cristalinas; como los
grandes poderes de la comunicación adormecen a los ciudadanos con la simpatía
de unas realidades inexistentes en las pantallas, cómo las mujeres han quedado
borradas de la historia con un lenguaje sexista…, como los centros educativos
se llenan la boca de vocablos grandilocuentes de inclusión, diversidad,
compensación, educación para la paz, convivencia… y demás palabras vaciadas de
contenido; mientras, a la vez, siguen ejerciendo la discriminación, la
dominación, la reproducción de clases sociales… y esparciendo la ignorancia por
toda la ciudadanía.
La educación emplea un lenguaje cada vez más hueco,
carente de realidad. Utiliza términos grandilocuentes sin referentes en la vida
real. Estamos en una época de formas y no de esencias. El lenguaje es el traje
perfecto en donde esconder la desnudez de la verdadera realidad:
- “La
escuela es para todas las personas”, pero quienes tienen más dificultades,
fracasan en ella.
- “Los
centros educativos compensan desigualdades”, pero seguimos poniendo
exámenes iguales para todo el alumnado, sabiendo de antemano quién fracasará.
- “El
esfuerzo es lo importante”, pero no tenemos en cuenta las características
biológicas, históricas o sociales de cada individuo y solo valoramos los
contenidos. ¿Esto implica que quien fracasa no se esfuerza lo suficiente?
Estamos negando, con el lenguaje, las causas personales, históricas,
psicológicas o sociales que hacen que muchas niñas y niños no puedan cumplir
con lo exigido en la escuela, a pesar de su esfuerzo.
- “Trabajamos
para mejorar la convivencia”. Pero la legislación impone metodologías, asignaturas,
exámenes, libros de texto, currículum, exámenes…, que marginan a quienes tienen
más dificultades, y lógicamente se alteran la armonía en las relaciones.
No existen niñas y niños vagos. Ese término no está científicamente probado. Es una
simplificación vulgar. Lo que existe es alumnado que fracasa en la escuela
porque no tiene las destrezas que ésta requiere, debido a multitud de causas.
Si alguien tiene dislexia es normal que tenga faltas de ortografía, si tiene
discalculia suele confundir los números, si es tetrapléjico no podrá subir una
escalera para ir a su aula del primer piso, si tiene mutismo no podrá
expresarse con el habla... La vagancia es una construcción social de un sistema
educativo hegemónico que no acepta la diversidad.
El lenguaje mediatiza la cultura y la vida
social. Por eso creo que el lenguaje no es solo un medio de comunicación sino
un medio de dominación. Porque las palabras son un instrumento que impone un
sistema de control. Por tanto, para cambiar la educación debemos desaprender el
lenguaje dominante y comenzar a nombrar la realidad de nuevo. Debemos, por consiguiente,
crear nuevas palabras y diferentes narraciones: más inclusivas, más justas, más
educativas, más humanas.
El lenguaje nos configura, irremediablemente. Por
tanto, es necesaria una actitud crítica que desenmascare a la gente desalmada,
una mirada perspicaz que vea la realidad sin mediación de un lenguaje
adulterado, una nueva narración que evite las construcciones perversas que
están creando un mundo tan inhumano.
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