La
gente no lo sabe, pero, el profesorado comienza a trabajar a finales de agosto.
Las mariposas en el estómago se han echado a volar, y esa desazón hace que los
educandos se pongan a mirar posibilidades, a programar los primeros días, a
preparar las reuniones con las familias, a buscar materiales...; porque es
mucha la incertidumbre que genera un inicio de curso en educación.
El
trabajo de enseñante genera muchas inquietudes. Es un auténtico vértigo bregar
con una veintena de infantes requiriendo aprendizajes, con sus familias
exigentes y demandantes, con los poderes educativos vigilantes y con nuestra
inseguridad lidiando con una responsabilidad, a menudo, culpabilizadora.
Lo
primero, relajaros. Siempre daréis lo que sois. Así que mostraros tal cual, eso
siempre será educativo. Porque educamos con lo que somos y no tanto con lo que
sabemos. No hay otra posibilidad. No perdáis el tiempo en disimular. Siempre se
nos ve el plumero cuando nos dedicamos a educar. Así que, lo mejor es afrontar
los problemas cuando vayan llegando, no hay que adelantar acontecimientos. Una
cosa es diseñar el curso, que hay que hacerlo, y otra comenzar a sufrir por lo
que pueda pasar.
Ya
sé que no tenéis los recursos necesarios. Relajaros, al menos tenéis mesas y
sillas. Pues también os sobra. Dejad el aula limpia. Lo importante para educar
lo trae el alumnado en sus cabezas y en sus corazones. Haced un corro y
escuchad las voces de la infancia. De eso va la educación. Porque vuestros
oídos harán que las chicas y chicos del aula se expresen, discutan, confronten
información, digan lo que sienten y piensan; porque aprendemos y educamos
cuando nos comunicamos. Hay que darle voz a la infancia, para que las niñas y
niños, tengan la edad que tengan, expresen sus miedos, sus ansiedades, sus
inquietudes, y digan lo que saben y desean. Que se narren. Así se irán
construyendo.
No
programéis demasiado. Afina el oído y el corazón. Lo demás irá surgiendo. Ten
confianza. Ya sabes mucho. Ahora es el momento de dar lo que eres. Ya irás
corrigiendo durante el curso, y aprendiendo cada día los retos que vayan
surgiendo. Tus lagunas te indicarán el camino para seguir formándote. No
aprendemos en soledad. Lo mejor es hacerlo junto a otras compañeras y
compañeros. Lo que te pasa a ti le está pasando a quien da clase en el aula de
al lado. Compartir emociones y conocimientos es la mejor forma de crecer como
personas que se dedican a educar.
Atender
a las familias los primeros días es imprescindible. Sus angustias, sus miedos,
sus incertidumbres… son gritos que necesitan ser apaciguados. No los evite.
Irremediablemente visitan la clase con los ojos de sus vástagos. Dales
confianza. Con la complicidad de la familia habrás tranquilizado el aula. Todo
irá bien. Quienes rechazan a las familias no saben que, quieras o no, vienen
dentro de las mochilas del alumnado. Aceptarlas es síntoma de inteligencia.
Siempre educamos con la comunidad educativa.
Mucha
energía y suerte. Porque la vida se pone en juego cada comienzo de curso, no
hay otra. Vamos a tener emociones encontradas, situaciones conflictivas y
muchas incertidumbres. Así es la vida. Así es, siempre, las relaciones humanas.
Por tanto, ten paciencia y confianza ante los conflictos que generan el hecho
educativo; y acepta y disfruta cuando sientas mariposas en el estómago. Porque
eso significa que sientes la responsabilidad de educar a las generaciones
futuras: la experiencia más importante de la vida.
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