La labor del especialista
en Pedagogía Terapéutica no es, solamente, atender al alumnado con
discapacidad. La mayor parte del tiempo, nos dedicamos a cambiar la percepción
del profesorado, que lidia cada día con una clase compleja, y de las familias,
que no suele reconocer las posibilidades educativas de un aula diversa. Yo
calculo que la mitad de mi trabajo se produce en los pasillos, en las charlas
informales, en la sala de profesorado, en los recreos, en las entradas y salidas,
en las comidas y celebraciones. Porque lo esencial de nuestra labor es
cambiar las concepciones sobre el alumnado con discapacidad; y esto se produce,
la mayor parte de las veces, en espacios informales.
Recuerdo a un chico que
con unos siete años ya arrastraba un diagnóstico de dislexia y cierto déficit
de atención e impulsividad. Eso rezaba su diagnóstico. Eso justificaba sus
dificultades en el aula. Eso pensaba su tutora cada vez que lo miraba. Yo
siempre lo vi de otra manera. Este chico era como era: impulsivo, cinético,
nervioso, en continuo movimiento…, «sinquieto»,
como dicen en mi pueblo; aunque avispado, inteligente, listo como él solo. Pero
la escuela requiere de gente tranquila, sumisa, receptiva… y que esté muy
quieta. Aunque, en otro contexto, este chico es un campeón. Os cuento.
Resulta que indago en su
historia y me entero de que corre y hace triatlón.
Ya ganó algunas carreras por Andalucía. Y es muy valorado y querido cuando se
requiere de él que no esté quieto, sino que corra
que se las pelas. Pues eso le dije mil veces a su tutora: este chico se
mueve porque es un corredor. Menos mal que era receptiva y me escuchó. Y fue
entonces cuando, en vez de ver a un chico con dificultades, vio a un triunfador.
Y desde ese momento fue comprensiva con sus movimientos, con su letra nerviosa,
con su no estarse quieto. Ya no veía
a un chico incapacitado sino a un auténtico campeón. Y, entonces, comenzó a
comprenderlo, a aceptarlo y a valorarlo por su extraordinaria capacidad, y no
por sus dificultades en la escuela.
A partir de entonces, este
chico mejoró en el colegio. En un año se puso al nivel de los demás y comenzó a
aprobar y a suplir sus dificultades. Y es que la nueva mirada de su tutora mejoró
su rendimiento en la escuela. Ya no alteraba el funcionamiento del aula, sino
que la maestra comprendió que los atletas necesitan moverse, y lo dejaba ir al
baño o a beber cuando lo veía inquieto. Ya no percibía una disgrafía, sino que
comprendía que un corredor es rápido hasta escribiendo... Y, percibiéndole como
un atleta campeón, comenzó a elogiarlo, motivarlo y valorarlo delante de sus iguales,
aceptando sus dificultades como parte de su idiosincrasia. El caso es que este
cambio de mirada mejoró, de forma elocuente, los resultados académicos de este
chico con dislexia a la vez que corredor.
Cambiar una concepción de déficit
por una visión de posibilidades es la esencia de la educación. Eso me enseñó
este chico que se mueve en la escuela como un verdadero campeón.
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