A veces, debemos tirar de historias pasadas para saber de dónde venimos. Es necesario aprender que los avances sociales se producen gracias a personas que se enfrentaron al status quo de cada momento. Toda innovación suele producir sufrimiento en quienes osan cambiar lo que siempre se hizo de la misma manera, y es necesario asumirlo si queremos mejorar la educación o cualquier situación social.
Cuando empecé de maestro
en un cole, de cuyo nombre no quiero acordarme, me asignaron una clase con
veintisiete criaturitas de tres años. Era la época en que se crearon las aulas
de estas edades y, por tanto, se dotaban con todo lo necesario: juegos
simbólicos, material de psicomotricidad y didáctico, una casita para situaciones
emocionales, pinturas, material de ciencias, etc. Pues resulta que llego a mi
nuevo destino y estaba el alumnado pero no el material. Raudo, pido que me
doten la clase, primero a la directora, siguiendo el orden reglamentario, luego
a la inspección. Comienzo a trabajar con cajas de cartón, construimos una casita con ellas y varios juegos, pido material a las familias,
me llevo cuentos y música de mi casa…, mientras espero que llegue el material. Pasado
un tiempo, pido ver al inspector para que acelere la dotación del aula, porque
ya llevo tiempo trabajando con muchas dificultades. Al fin llega el buen hombre
a mi cole y le invito a entrar en mi aula para enseñarle las condiciones en las
que trabajo. Me promete que ya llegará la
dotación, porque es un aula de nueva creación y requiere de tiempo... Me
conformo durante varios meses y sigo trabajando con toda la ilusión del mundo
pero sin recursos. Después de esperar varios meses sin respuesta, reúno a las
familias y les explico que sus hijos tienen derecho, por ley, a una dotación de
materiales. Deciden hacer un escrito y entregarlo en la Delegación de Educación
con registro de entrada. Aclaran en el escrito que el maestro lleva meses
trabajando sin el material necesario, y que ya se le comunicó al señor
inspector en su día.
La primera consecuencia
que ocurrió es que, en pocas semanas, llegó al colegio la dotación que requería
un aula de nueva creación. La segunda consecuencia que ocurrió es que al
inspector no le gustó nada el escrito y comenzó a instigarme de manera sutil. Reunió
a las familias para contarle lo mal maestro que yo era. Menos mal que las
familias estaban de mi parte y de sus vástagos, y se enfrentaron a él y
quisieron denunciarlo. Pero yo las paré: dejemos
pasar, que no debemos enfrentarnos demasiado al poder. Eso aprendí yo de
esta experiencia. Otro castigo que me impuso fue suprimir mi plaza en ese
colegio; así que me desplazaron a otro centro cercano, en donde había una dirección
afín al partido en el que militaba, para tenerme sometido, algo que descubrí
después.
En este nuevo cole tuve una
maravillosa clase de infantil de la que guardo muchos recuerdos. Había un chico
con tetraplejía con una bella sonrisa y una inteligencia sobresaliente. Pedí a
la dirección que gestionara pedir un ordenador para él. Era imprescindible que
escribiera como los demás en un medio que podría dominar, ya que el lápiz se
resistía a una mano que no le obedecía demasiado. Me dieron largas por mucho
tiempo, hasta que comuniqué directamente con el Aula Provincial de Discapacidad
de Motóricos de la provincia. Vino al cole la directora del centro, y me dijo
que ese chico ya tenía lo que yo le había pedido. Le dije que no tenía
constancia. Se fue al despacho del señor director, le arrancó el enchufe del
ordenador que tenía delante de sus narices y le dijo: este no es tu cortijo, este ordenador es de ese chico, que lo mandamos
el curso pasado.
Entonces, aprendí que
ciertos colegios, en aquellos tiempos en los que yo empezaba, eran el feudo de
direcciones que se habían apropiado de los servicios públicos. También aprendí
que los cambios no se producen a golpe de decretos legales y que la
administración suele arrastrar inercias de épocas pasadas. Después de este
incidente comenzaron a tolerarme y no osaron molestarme demasiado. Otra cosa que aprendí: es
imprescindible tener conocimientos administrativos y legislativos para lidiar
con el poder.
Con esta experiencia comprendí
que al poder se le lucha con un contrapoder que hay que ejercer y, para ello,
tenemos leyes que nos ampara. Porque somos funcionarios, y estamos al servicio
de la ciudadanía con leyes que velan por el bien común. Pero hay que tener
cuidado y evitar luchas inoperantes cuando no estés armado de conocimientos que
te puedan defender, de lo contrario te destruirán. De hecho, he esperado a jubilarme
para narrar estas historias que antes no me atreví a contar.
En otro colegio, en la
misma época, esa etapa después de la transición en que, aún, permanecían
intactas las estructuras organizativas y los modos del caciquismo español, el
director del colegio me recomienda que compre unos cuadernillos de pre-escritura. Le cuento que trabajo sin
libros de texto, que desarrollo las destrezas manuales con programas de psicomotricidad,
bailes, pintura y juegos, y que no los necesito. Meses estuvo insistiendo en
que lo debería comprar, y yo que no. Hasta que, un día, me amenaza diciendo que
lo ha recomendado el Señor Inspector
de la zona y que debo obedecer. Me extrañó que un inspector se preocupase tanto
por la Educación Infantil y que recomiende material específico. Sobre todo, me sorprende
que insinúe con insistencia que compre determinado libro. Así
que indago y pregunto por ahí, a compañeras y compañeros, sobre este ser tan
pedagógico que quiere que en su zona todo su alumnado tenga destrezas en sus
manos para escribir. Me entero de que este inspector regenta una papelería en
propiedad, fotocopia estos cuadernillos (ni siquiera están publicados) y los
vende a todo el profesorado de su zona, bajo coacción a las direcciones que
están a su cargo. Fue entonces cuando reto a mi director a que haga venir al
inspector a mi clase para hablar de los cuadernillos que quiere que compre.
Nunca osó venir.
Podría seguir escribiendo historias de inspectores. Pero, como ejemplos, ya es suficiente. Me consta, que hay inspectoras e inspectores que han sido, y siguen siendo, verdaderos impulsores de la innovación educativa. Sólo narro casos que he sufrido, para hacer constar que vamos, poco a poco, mejorando en función del momento histórico que nos ha tocado vivir. Porque los cambios se producen a paso lento, gracias a profesionales valientes que siempre existen en cualquier estamento, que osan enfrentarse al poder establecido cuando ven alguna injusticia; eso sí, con mucho sufrimiento. Nada es gratis en la lucha por la innovación educativa.
Un conflicto puede
hundirte o hacerte crecer. Y yo decidí aprender. Y aprendí cómo funciona la
administración, y cómo, a veces, los cargos intermedios hacen suyos el poder y
lo ejercen de forma arbitraria. Aprendí cómo nunca debemos enfrentarnos a lo
que no podemos cambiar, pero siempre podemos erosionar sus fallas para que quienes
vienen detrás hagan grandes huecos por donde podamos avanzar. Ahí radica la
inteligencia: saber buscar los resquicios del poder para ir haciendo mella,
siempre desde otra posición de poder, de lo contrario te pueden destrozar la
vida.
Me hirieron mil veces y aún tengo cicatrices, pero aprendí a navegar en mar revuelto. Quien se enfrenta al poder, o se hunde o crece. Y yo tomé la decisión de aprender y escribirlo después; para que quienes lo pasan mal en la escuela sepan que ninguna lucha puede evitar el sufrimiento, pero siempre produce fruto y placer, pasado un tiempo.
1 comentario:
Efectivamente es así. Algunos ejecutivos se creen los dueños del cortijo hoy en día también y olvidan que son simplemente un compañero más. Eso como todo va en la persona y como dice el refrán : “si quieres saber como es Paquillo, dale un carguillo”
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