8 de agosto de 2022

«LA VACA NO DA LECHE»

El filósofo chileno Mario Sergio Cortella estudió con Paulo Freire, representante de la pedagogía del oprimido, fue secretario de educación en la ciudad de São Paulo durante los años 90, y nos regaló esta historia, tantas veces repetida, de «La vaca no da leche». 

«Cuando tenga doce años, les contaré el secreto de la vida, decía un campesino a sus hijos cuando eran pequeños. Los niños, intrigados por la aseveración, esperaban pacientemente hasta que cumplían la edad acordada.

El día del decimosegundo aniversario de cada uno de los muchachos, el padre los apartaba y les hacía prometer que no revelarían el secreto a los demás hermanos. Los llevaba al establo, deteniéndose frente a la vaca de la familia, y susurraba en el oído del cumpleañero: El secreto de la vida es que la vaca no da leche.

- ¿Qué es lo que dices? -preguntaba el muchacho -si todas las mañanas vemos cómo llegas a la casa con un gran balde de leche después de estar con la vaca.

-Tal como lo escuchas, hijo -respondió el hombre mayor –la vaca no da leche. Tienes que levantarte a las cuatro de la mañana todos los días. Todos. Sales al campo, caminas por el corral lleno de excremento, te acercas a la vaca, le atas la cola y las patas. Luego te sientas en el banquito, colocas un balde y comienzas la ordeña. Ese es el secreto de la vida; la vaca, la cabra, la oveja no dan leche. O las ordeñas o no la dan.

Hay quienes piensan que, las vacas dan leche. Que las cosas son automáticas y gratuitas. No. La vida no es cuestión de desear, pedir y obtener. Las cosas que uno recibe son el esfuerzo de lo que uno hace. La ausencia de esfuerzo genera frustración»

Esta fábula es muy necesaria en nuestros tiempos, porque las nuevas generaciones viven en una época de bienestar sin haber aprendido que la vida exige esfuerzo; que el confort hay que ganárselo, que los deseos hay que lucharlos. Que la humanidad avanza gracias al trabajo de muchas personas que dieron todo para superar las limitaciones y las trabas que la vida exige.

A veces, se ha utilizado esta magnífica fábula como ideario de una concepción del esfuerzo como única causa del éxito. Nunca una única mirada dice verdad.

Es cierto, como argumenta esta narración, que el esfuerzo es necesario. Es verdadero que el trabajo, cuando consigues lo que deseas, produce bienestar. Es necesario esforzarse al máximo para devolver a la sociedad algo de lo que nos ha regalado…; pero hay gente que se esfuerza y no consiguen lo que desea. No toda persona que se esfuerza triunfa en esta sociedad que solo valora el éxito.

Es indudable que los objetivos exigen esfuerzo. ¡Pero cuidado!, no toda la gente parte de la misma situación. Porque hay clases sociales, hay desigualdades, existen personas con discapacidad, y hay atajos para la gente que está en situación de privilegio, que triunfan sin apenas esfuerzo. Hay quienes se esfuerzan y no consiguen lo que la sociedad les exige. Porque la sociedad actual no siempre gratifica el esfuerzo, sino el éxito final.

Lo que es irrebatible, y debemos vociferar a los cuatro vientos, es que las conquistas con esfuerzo producen satisfacción y orgullo personal. El esfuerzo suele llevarnos a cumbres insospechadas. Quienes se esfuerzan suelen conseguir más de lo que sus posibilidades le presagiaban, siempre llegan más allá de sus expectativas.

Debemos alabar el esfuerzo de quienes logran sus metas, pero, también, de quienes se sacrifican sobremanera para superar sus dificultades. Es necesario valorar al alumnado con discapacidad motórica que cada mañana llega al colegio sorteando mil obstáculos. Debemos alabar el esfuerzo de quien, con inteligencia limitada, se machaca en su habitación para aprender la lección del día siguiente. Debemos dar un premio a la excelencia a quien con autismo lucha cada día para soportar el ruido cotidiano, el lenguaje incomprensible, los estímulos excesivos y los cambios de rutinas. ¡Y qué decir de los invidentes o hipoacúsicos, que cada día nos dan una lección sobre el esfuerzo! O de los empobrecidos, que viven en situación de calamidad...

Deberíamos exaltar a todo el alumnado que se esfuerza, aunque no haya conseguido las expectativas exigidas por la escuela y la sociedad. Porque la vaca no da leche, hay que alimentarla, cuidarla y ordeñarla, pero hay mucha gente que se esfuerza en demasía y no recibe su ración de leche diaria.

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