El filósofo chileno Mario Sergio Cortella
estudió con Paulo Freire, representante de la pedagogía del oprimido, fue secretario de educación en la ciudad de
São Paulo durante los años 90, y nos regaló esta historia, tantas veces repetida,
de «La vaca no da leche».
«Cuando tenga doce
años, les contaré el secreto de la vida, decía un campesino a sus hijos cuando
eran pequeños. Los niños, intrigados por la aseveración, esperaban
pacientemente hasta que cumplían la edad acordada.
El día del
decimosegundo aniversario de cada uno de los muchachos, el padre los apartaba y
les hacía prometer que no revelarían el secreto a los demás hermanos. Los
llevaba al establo, deteniéndose frente a la vaca de la familia, y susurraba en
el oído del cumpleañero: El secreto de la vida es que la vaca no da leche.
- ¿Qué es lo que
dices? -preguntaba el muchacho -si todas las mañanas vemos cómo llegas a la
casa con un gran balde de leche después de estar con la vaca.
-Tal como lo
escuchas, hijo -respondió el hombre mayor –la vaca no da leche. Tienes que
levantarte a las cuatro de la mañana todos los días. Todos. Sales al campo,
caminas por el corral lleno de excremento, te acercas a la vaca, le atas la
cola y las patas. Luego te sientas en el banquito, colocas un balde y comienzas
la ordeña. Ese es el secreto de la vida; la vaca, la cabra, la oveja no dan
leche. O las ordeñas o no la dan.
Hay quienes piensan
que, las vacas dan leche. Que las cosas son automáticas y gratuitas. No. La
vida no es cuestión de desear, pedir y obtener. Las cosas que uno recibe son el
esfuerzo de lo que uno hace. La ausencia de esfuerzo genera frustración»
Esta fábula es muy necesaria en nuestros
tiempos, porque las nuevas generaciones viven en una época de bienestar sin
haber aprendido que la vida exige esfuerzo; que el confort hay que ganárselo,
que los deseos hay que lucharlos. Que la humanidad avanza gracias al trabajo de
muchas personas que dieron todo para superar las limitaciones y las trabas que
la vida exige.
A veces, se ha utilizado esta magnífica fábula
como ideario de una concepción del esfuerzo como única causa del éxito. Nunca
una única mirada dice verdad.
Es cierto, como argumenta esta narración, que
el esfuerzo es necesario. Es verdadero que el trabajo, cuando consigues lo que
deseas, produce bienestar. Es necesario esforzarse al máximo para devolver a la
sociedad algo de lo que nos ha regalado…; pero hay gente que se esfuerza y no
consiguen lo que desea. No toda persona que se esfuerza triunfa en esta sociedad
que solo valora el éxito.
Es indudable que los objetivos exigen esfuerzo. ¡Pero cuidado!, no toda la gente parte de la misma situación. Porque hay
clases sociales, hay desigualdades, existen personas con discapacidad, y hay
atajos para la gente que está en situación de privilegio, que triunfan sin
apenas esfuerzo. Hay quienes se esfuerzan y no consiguen lo que la sociedad les
exige. Porque la sociedad actual no siempre gratifica el esfuerzo, sino el éxito
final.
Lo que es irrebatible, y debemos vociferar a
los cuatro vientos, es que las conquistas con esfuerzo producen satisfacción y
orgullo personal. El esfuerzo suele llevarnos a cumbres insospechadas. Quienes
se esfuerzan suelen conseguir más de lo que sus posibilidades le presagiaban, siempre
llegan más allá de sus expectativas.
Debemos alabar el esfuerzo de quienes logran
sus metas, pero, también, de quienes se sacrifican sobremanera para superar sus
dificultades. Es necesario valorar al alumnado con discapacidad motórica que cada
mañana llega al colegio sorteando mil obstáculos. Debemos alabar el esfuerzo de
quien, con inteligencia limitada, se machaca en su habitación para aprender la
lección del día siguiente. Debemos dar un premio a la excelencia a quien con
autismo lucha cada día para soportar el ruido cotidiano, el lenguaje
incomprensible, los estímulos excesivos y los cambios de rutinas. ¡Y qué decir
de los invidentes o hipoacúsicos, que cada día nos dan una lección sobre
el esfuerzo! O de los empobrecidos, que viven en situación de calamidad...
Deberíamos exaltar a todo el alumnado que se
esfuerza, aunque no haya conseguido las expectativas exigidas por la escuela y la
sociedad. Porque la vaca no da leche, hay que alimentarla, cuidarla y
ordeñarla, pero hay mucha gente que se esfuerza en demasía y no recibe su
ración de leche diaria.
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