16 de mayo de 2024

PRÓLOGO A LIBÉLULA INVISIBLE DE J.M. JIMÉNEZ MUÑOS

 PRÓLOGO

Cuando un autor ya ha publicado varios libros, es digno de consideración. Juan Manuel Jiménez Muñoz, mi amigo en la niñez y la adolescencia, fue compañero de estudio, luego médico y, por último, un gran escritor. Pero en medio de todo eso le pasaron miles de historias que hoy, con este libro, quiere sacar a la luz. “Libélula invisible” es una novela autobiográfica escrita mitad con pluma, mitad con el alma: una novela cautivadora que, en ocasiones, se adentra en el ensayo novelado para dialogar con el lector. 

Las constantes pesadillas sobre su padre están en el origen de esta autobiografía salpicada de acontecimientos históricos, unos sucesos que convierten a los protagonistas en libélulas que buscan la invisibilidad. Porque “Libélula invisible” es un título poético que alude a la necesidad de ir de puntillas por la vida cuando nos sentimos vulnerables. Es un título contundente que encubre miedo y dolor justo en la etapa más importante de nuestras vidas: la niñez. A la vez, ser libélula invisible imprime un carácter tímido, con mucho sufrimiento que, irremediablemente, genera desajustes emocionales.

Estrenamos vida cada vez que la familia, la escuela o la sociedad nos regalan trajes nuevos. Estos distintos ambientes se describen de forma magistral en la novela: una niñez amenazada, un internado de curas, unas historias de guerra, mil batallas adolescentes, un convento de monjas, recuerdos familiares alrededor de una mesa camilla, los avatares de un médico de familia… y una madurez precoz a causa de circunstancias adversas.

La vida va dejando roces y descosidos; no todo es disfrute; hay también arañazos en el devenir de la historia. Pues bien, la escritura autobiográfica puede reconstruir cualquier desvarío sufrido en tiempos pasados. «¿Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos?», dice Eduardo Galeano en El libro de los abrazos.

Es un atrevimiento de la buena literatura hurgar en las entrañas de nuestra niñez: allí nos toparemos, inevitablemente, con el alma desnuda. Ya era talentoso mi amigo Juan Manuel cuando estudiábamos la EGB, y por ello le apodábamos Pitagorín: un apodo con reminiscencias griegas que le venía de perlas, pues era experto en matemáticas, historia y narrativa, y ayudaba a los demás con generosidad y entrega.

Viví con Juan Manuel nuestra etapa más determinante. Primero, la niñez y adolescencia en el internado: esos años de búsqueda de identidad. Luego compartí con él un curso de bachillerato en un piso de estudiantes. Yo hacía la comida mientras él barría la casa de manera voluntariosa. Una profética amistad que rememoramos en esta novela, aunque cambiando los papeles: hoy es él quien guisa un estupendo relato mientras yo escribo un modesto prólogo, como el que barre la cocina; eso sí: con muchísimo cariño.

Las biografías son sanadoras. Porque escribir sobre uno mismo es hurgar en el pasado para transcribir emociones embarradas en la arcillosa mente de la infancia, momento crucial en la construcción de la persona. Eso ha hecho Juan Manuel con este magnífico libro: abrirse en canal para mostrar sus encefalogramas, resonancias, TAC, radiografías y demás técnicas diagnósticas de su propia alma. Como médico siempre buscó una huella biológica en los desvaríos familiares y en su vida. Quizá, en tiempos pasados, confundió cerebro con mente. Pero ahora da un paso de gigante y se atreve a dudar de las evidencias de la biología para indagar en la incertidumbre del ser humano, en las constelaciones familiares, históricas y sociales que nos conforman.

Hay que ser audaz para mostrarse desnudo a los lectores. Pero Juan Manuel, con su excelente prosa, disecciona pulcramente lo más difícil de todo: cómo nos construimos los seres humanos. Y es que en la forja de cualquiera intervienen tantos millones de circunstancias como estrellas en el firmamento, tantas variables como neuronas tenemos, tantas posibilidades como conexiones en nuestro cerebro.

Para indagar en nuestra biografía debemos tener una visión holística. Y en este libro aparece esa complejidad que conforma a los seres humanos: un espacio geográfico como La Axarquía, con su clima, sus costumbres, sus montañas acariciadas por el sol, en donde se trabaja la tierra con sufrimiento; un mar cercano que endulza la vida con su brisa salada; un momento histórico determinado: el franquismo, la transición y un posfranquismo convulso; una familia concreta, con sus secretos bajo la alfombra; y un intento de digerir todas estas circunstancias para salir a flote.

Dijo Eduardo Galeano que «no estamos hechos de átomos, sino de historias». Y Juan Manuel, al escribir este libro, desenmaraña un ovillo de historias para mostrarnos, pasado a limpio y de forma nítida, una explicación coherente de su vida. Él ha abierto su corazón para comprenderse y, mediante la escritura, ha tejido su nuevo semblante que, aunque con cicatrices obvias, ya puede ir luciendo por la vida: médico, escritor, padre de familia, abuelo entrañable y considerado gurú en las redes sociales.

Escribir es la mejor terapia para una persona con un padre que infunde pavor, una madre paciente, unos hermanos sufrientes y un internado masculino y religioso que también deja su huella. Pero, además de novela, “Libélula invisible” es un estudio de caso: esa metodología que parte de situaciones concretas para luego generalizar en teorías. En la historia que se narra hay materia suficiente para teorizar sobre principios esenciales: cómo desarrollamos la identidad en función del contexto; la niñez como etapa determinante en la construcción de una persona, la historia familiar que imprime nuestro carácter, las fallas en la autoestima, las relaciones sociales, el despertar a la sexualidad, el primer amor, las causas de la maldad, la legitimidad del suicidio o el difícil pero imprescindible perdón.

Como buena novela, Libélula invisible tiene su intriga: es «el Aquello», un enigmático suceso que el autor desengrana poco a poco para tenernos expectantes hasta el final. “Aquello” es un pronombre demostrativo al que Juan Manuel sustantiva y da categoría esencial porque le quita el sueño. «El Aquello» designa algo que está lejos en el espacio, en el tiempo y en la mente; algo innombrable, un enigma difícil de traer de nuevo a la memoria por el dolor que generó y sigue produciendo; el germen de un desvarío; la incógnita que da sentido a la historia y nos atrapa en su lectura. Un «Aquello» que recorre la novela como un fantasma y que solo al final, cuando toma cuerpo con palabras, obra el milagro de la sanación.

En definitiva: “Libélula invisible” es una obra magistral que indaga en lo más íntimo del ser humano para extrapolarlo a nuestras vidas, un libro valiente que invita a escudriñar nuestras emociones y a curar nuestras heridas. Porque también los lectores podemos remendar nuestros desgarros leyendo esta entrañable novela.

 

Cristóbal Gómez Mayorga.

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