11 de junio de 2024

PRÓLOGO DEL LIBRO DE MARI CARMEN DÍEZ: CONTIGO APRENDÍ

Contigo aprendí

Que existen nuevas y mejores emociones.

Contigo aprendí

A conocer un mundo nuevo de ilusiones.

Aprendí

Que la semana tiene más de siete días,

A hacer mayores mis contadas alegrías

Y a ser dicho yo contigo aprendí.

Contigo aprendí

A ver la luz del otro lado de la luna.

Contigo aprendí

Que tu presencia no la cambio por ninguna.

Descubrí

Que puede un beso ser más dulce y más profundo.

Que puedo irme mañana mismo de este mundo.

Las cosas buenas ya contigo las viví.

Y contigo aprendí

Que yo nací el día en que te conocí.

Armando Manzanero.

 

En mi libro “Pensando en la Infancia”, Mari Carmen hizo el prólogo iniciándolo con una samba titulada “El eterno aprendiz”, y yo hoy tengo el honor de invitarle a bailar con el bolero de Armando Manzanero “Contigo aprendí”. Y es que la  música siempre estuvo en nuestras vidas, en nuestras aulas, en la educación de esta etapa tan esencial que es la Educación Infantil. Y el aprendizaje siempre fue protagonista de nuestro quehacer educativo frente al llamado proceso de enseñanza. Porque pusimos el acento más en quien aprende que en quien enseña. Eduardo Galeano nos mostró que la vida es un fueguito que brota desde dentro. Las maestras y los maestros solo debemos poner las condiciones para que el fuego prenda en cada uno de los corazones de la chiquillada.

Este libro tan especial me recuerda todo eso que yo aprendí de Carmen Díez. He tenido el privilegio de mejorar como maestro con todas sus publicaciones, conferencias, cartas, encuentros y conversaciones. Mari Carmen Díez Navarro es un referente, no solo para mí, sino para todo el profesorado de Educación Infantil de este país y parte de Sudamérica, y ha sido una guía para que muchas escuelas infantiles se vuelvan más saludables, sensibles y amables con la infancia.

Mari Carmen, contigo aprendí a escuchar a los niños con esa «oreja verde» que tú nos regalaste. Contigo aprendí a poner el alma en la mirada de la infancia. Contigo aprendí a escudriñar en «el piso de abajo» de las niñas y niños del aula, allá donde se forjan los afectos y las emociones. Contigo aprendí a hacer arte con cualquier objeto cotidiano que tiramos a la basura. Contigo aprendí que los cuadernos de aula no deben ser «del todo pedagógicos» sino que deben estar llenos de vida. Contigo aprendí que no sólo educamos sino que somos generadores de salud, bienestar y vida. ¡Contigo aprendí tantas cosas!

Mari Carmen, con este libro también pones en valor (que así se dice ahora) toda tu historia de niña, lo que te enseñaron tu madre, tu padre, tus abuelos o tus vecinas. Reconoces la influencia que tuvo en ti, como maestra, esos cuentos, canciones, juegos, historias y experiencias de tu niñez. Es por ello que con este libro también tú digas “contigo aprendí” a todos los antepasados que te ayudaron a crecer. Y nos dejas un mensaje educativo que no debemos obviar: recuperar todo lo vivido y disfrutado de nuestra niñez que es el mejor material con el que podemos enseñar. Porque educamos con lo que aprendimos, con lo que sentimos, con lo que vivimos…, en fin, con lo que somos.

El caso es que yo aprendí que Mari Carmen aprendía de las niñas y los niños mientras ellos aprendían de ella. Su alumnado la recuerda siempre y ella lo recoge en estas páginas, ahora que ya son médicos, ingenieras, maestros o abogadas…, y siempre personas. Con ella aprendieron mil historias, cada cual cosas distintas. Porque, como buena maestra, siempre respetó la diversidad en el aula, mucho antes que la diversidad fuera palabra sagrada, Ella siempre profesó que cada cual aprende a su forma y manera, que somos diferentes y que cada quien tiene su fueguito que le arde por dentro en su momento y a su manera, y es necesario respetar el deseo y el entusiasmo, porque ese es el motor que nos mueve en la vida.

Este libro nos muestra lo esencial que podemos aprender de Mari Carmen, porque está lleno de vivencias desde la experiencia cotidiana del aula, desde el recuerdo que la emoción deja grabada en la memoria, con experiencias y actividades cotidianas que nos transporta a la esencia del aprendizaje y a la construcción de personas saludables.

El libro está estructurado en tres partes tituladas: Aprender, Criar y Convivir. Podría haber titulado: enseñar, educar y socializar, pero no es lo mismo. Porque Mari Carmen siempre huyó de las palabrejas psicológicas y pedagógicas para narrar lo que pasa en su aula; por eso siempre utiliza palabras comprensibles, sentidas y, a la vez, profundas. Emplea un vocabulario más cercano a la música que a la racionalidad científica. Y es, quizás por eso, que su enseñanza se nos cuela en el alma.

Y cuando en la primera parte habla de aprender, cuenta mil historias que pasaron en su aula de las que hace reflexiones profundas mientras su alumnado juega en el patio. Y realiza narraciones singulares sobre las actividades cotidianas que acontecen en el aula de infantil, como contar cuentos, recitar poesías, jugar o trabajar en los «ricos talleres». Y siempre con la emoción presente. Y es que como ella dice: «enseñar y aprender son verbos muy afectivos».

Y cuando en la segunda parte escribe sobre criar, analiza con palabras sencillas y ejemplos cotidianos la complejidad de esta sociedad tan contradictoria en la que vivimos y los problemas que genera en el alumnado; y plantea que también debemos intervenir desde la escuela sobre las dificultades que la sociedad plantea. Explica con palabras coloquiales como afrontar la muerte, las separaciones, los límites, la violencia, las excesivas pantallas o los conflictos que a diario contempla la infancia. Además critica cada «modernura» que nos llega con nombres supuestamente científicos que quieren dar soluciones definitivas a los problemas de la escuela, pero que solo ponen luces de neón a lo que se ha hecho toda la vida de forma natural.

Y cuando en la tercera parte nos habla de convivir nos narra anécdotas de su colegio en las que comprendemos que nadie se educa solo, que la educación solo es posible desde el convivir de los seres humanos; porque nos construimos juntos, con las demás personas. Por eso en su aula siempre organiza encuentros, asambleas y discusiones compartiendo pareceres sobre cualquier tema. Pero, sobre todo, escribe, reescribe y argumenta de mil maneras, con citas y anécdotas por doquier, que la Educación infantil es la etapa más importante de la vida. Cuando habla del convivir también trata sobre cómo nos educamos fuera de la escuela; con el cartero, con los juegos y cuentos de la abuela, con la vida familiar, con las pantallas y los videojuegos, Porque convivimos con todo lo que nos rodea y ahí radica la complejidad de la formación de la infancia en este mundo tan complejo. Ya se sabe que educa toda la sociedad con sus valores y sus miserias.

Ya conocíamos que Maricarmen tiene una oreja verde, como la que describió Rodari, capaz de escuchar el lenguaje de la infancia, pero en este libro, además, tiene una mirada especial, capaz de escudriñar cualquier movimiento o conversación de la chiquillada, ya sea en clase, en un tren o mirando por la ventana a la vecindad. Por eso debemos aprender de ella, porque antes de dar soluciones a los problemas ha realizado un buen diagnóstico sobre la realidad de la infancia con su oreja verde y su atenta mirada.

Gracias, Mari Carmen, por seguir regalándonos libros como quien regala flores, para que podamos seguir oliendo a azahar y a jazmín, mientras decimos al unísono: ¡contigo aprendí!

Gracias por regalarnos este libro con el que seguiremos aprendiendo de ti.

 

Cristóbal Gómez Mayorga

«El eterno aprendiz»

 

 

 

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