29 de septiembre de 2024

EL MITO DE LA RELIGIÓN

Que las religiones surgen en la historia por una necesidad imperiosa, dando respuesta a nuestra ignorancia, al desamparo en que vivimos, creando certezas que mitiguen nuestra angustia vital…, no tengo la menor duda. Pero desde que la razón se impuso en la historia se ha desquebrajado todas las religiones existentes: por sus mentiras, invenciones, relatos inciertos y, sobre todo, por su maridaje con el poder. 

En estos momentos están matando a miles de personas inocentes en el mundo y los cristianos se manifiestan, en La Semana Santa, por una muerte mítica de dudosa existencia. Todo un símbolo que pretende mitigar la angustia existencial ante la muerte, ignorando las muertes verdaderas. Lo mismo hace las demás religiones y creencias.

Parece que necesitamos mitos que nos alumbren en la vida. Hay mitos políticos, religiosos, ideológicos y ancestrales. Solemos buscar razones simbólicas que den sentido a nuestras vidas. La importante no es que los mitos sean verdaderos, ya sabemos que son cuentos. Lo esencial es que nos ayuden a vivir. Porque he visto a gente sintiendo emociones espirituales mientras adoraba a una imagen católica, a un Buda o a una diosa de la fertilidad, aun sabiendo que son estatuas de madera. El caso es que los mitos nos alimentan el alma para seguir luchando en esta vida que suele tener momentos ingratos.

Conozco a gente que al final de su vida encontraron la fe, ya sea por miedo o por si acaso. Yo, en cambio, recorrí el camino contrario. Comencé en el Seminario intentando creer; pero con los años, cuando di la vuelta al jamón, me volví más ateo que nunca. Cinco años en el seminario y Dios se me escapó entre los dedos. Le di una oportunidad, pero no estuvo a la altura. No supo explicarme tantas mentiras de santos, tantas muertes en la infancia, tanta injusticia, tanta riqueza de La Iglesia, tanta pederastia, por qué las mujeres no pueden ser sacerdotisas o papas, tantas guerras malditas…, en fin, tanta injusticia injustificada. Ya sé que la fe no es una cuestión racional sino una creencia, una fe que solo Dios te otorga. Esa es la coartada.

Comprendo todo intento de lucha por la supervivencia y de aplacar la angustia vital, pero quizás debamos aprender a vivir en la incertidumbre y en armonía con La Naturaleza, en la certeza de que somos polvo antes y después de la vida. Es lo que hay, no hay más. O lo asumes o vives un espejismo de mitos inexistentes, aunque, a veces necesario. Acepto que la gente los tenga, quien soy yo… Pero no debemos engañarnos. Como dicen en mi pueblo: lo que hay es lo que es. Y no hay más cera que la que arde, y después de vivir viene el morir. Pero, mientras tanto, vivamos sin pensar demasiado en un futuro incierto que nos impida el disfrute, ni aceptemos mil historias fantásticas que nos nieguen la posibilidad de descansar en paz. Pues sin aceptación de la muerte no hay vida posible. 

Los seres humanos debemos asumir que vivimos en la incertidumbre, que somos parte de La Naturaleza, que como decía un alumno de mi clase: mi abuelo murió porque se quedó seco como las plantas. Como el resto de la naturaleza, nos secamos y morimos, pero dejamos semillas que siguen viviendo. Así es la vida. Ya sé que la mente de los seres humanos es simbólica y crea, construye e imagina siempre un final feliz. Y es bonito que lo haga. Pero eso solo sirve para seguir viviendo esperanzado. Que no es poco, y acepto toda religión, ideología o creencia que intentan dar respuesta al soliviando del vivir. Pero hay que aceptar que la vida se seca, como decía mi alumno. Quizás necesitamos de otros mitos que mitiguen la angustia vital.

No creo en pensamientos dicotómicos, de blancos y negros, sin grises. Las cuestiones son siempre complejas. Una cosa es luchar contra las iglesias hegemónicas, otra es luchar contra la fe; y otra muy distinta es lucha contra el poder. Y dentro de los ateos también hay grises: los hay que profesan religiones naturalistas, de derechas, de izquierdas o veganas, ya lo sé; pero también hay personas que no aceptan verdades absolutas y luchan por el bienestar y felicidad de las demás personas, independientemente de sus creencias. El mundo es complejo, en eso estaremos de acuerdo. Y no debemos simplificar para provocar desencuentros entre quienes solo queremos disfrutar del poco tiempo que vivimos antes de quedarnos secos. Y quienes prefieran creer en dioses que prometen disfrutes después de muertos, allá ellas. La cuestión es vivir la vida sin molestar demasiado a las demás personas. Esta religión, profeso.