Los cuentos narran mitos ancestrales y nos regalan enseñanzas
esenciales a través del tiempo. Hansel y
Gretel es un cuento, de los hermanos Grimm, imprescindible en estos momentos
hedonistas y de premuras. Porque, ¿quién no se ha extraviado alguna vez, en algún
momento? Pues para eso están los cuentos, para ayudarnos en la búsqueda de
senderos que nos guíen en esta vida incierta.
Dos hermanos se pierden en el bosque, igual que la niñez se siente
perdida en su construcción como persona, igual que todos nos perdemos en algún
momento de nuestras vidas. Y es que la vida requiere de un riesgo necesario que
debemos asumir en la búsqueda de la identidad.
La infancia siempre encuentra caminos contradictorios en su
crecimiento: la independencia y la seguridad, dos necesidades incompatibles
pero necesarias a la vez. Porque no hay independencia sin riesgo, ni seguridad
sin lesión.
Hansel y Gretel huyen de sus padres, como sucede en
todo crecimiento, para intentar construirse como personas independientes,
evitando que sus progenitores maten su crecimiento con un exceso de protección.
Buscan, fuera de la familia, la felicidad, la realización personal, el placer, la casita de chocolate del cuento.
La infancia en su desarrollo, como en el cuento, suele dejar
migas de pan por el camino por si tiene que volver a casa buscando consuelo.
Pero suele haber un riesgo: siempre hay pájaros
acechando para borrar el rastro que dejamos cuando la vida se complica en
demasía.
Este cuento habla del desarrollo y el crecimiento personal. Crecer
es adentrarse en un bosque incierto a la vez que esperanzador, aunque siempre nos
acecha el miedo de un futuro amenazador que nos obliga a mirar constantemente hacia
atrás. Porque crecer es atreverse a experimentar, indagar, explorar, imaginar
un futuro prometedor; pero, con el miedo a cuesta, cargando con la
incertidumbre de un futuro incierto. Crecemos indagando un futuro embriagador, soportando
la incertidumbre de una posible frustración, sintiendo el miedo de una bruja o
de un monstruo que nos devore; y siempre con la duda de si sería mejor volver a
casa, a una placentera etapa anterior, o atrevernos a explorar nuevos
universos. Ese es el dilema del crecimiento que nos relata esta narración.
Hoy día, este cuento es muy necesario, porque la infancia
busca como nunca el placer inmediato, la casita de chocolate, que satisfaga
placeres momentáneos.
Pero el cuento nos muestra que en la búsqueda de la felicidad
siempre hay obstáculos: bosques, monstruos o brujas que nos pueden devorar. Solo
con la ayuda de otras personas, con ingenio y tesón podremos salir airosos,
luchando y sufriendo miles de contrariedades que la vida nos depara.
Varias enseñanzas nos muestra este mito en forma de cuento: la
necesidad de separarnos de nuestros progenitores para poder madurar, la
búsqueda de nuestros deseos, pero aceptando la responsabilidad que nos acarrea
y la necesaria autonomía para la conquista de la identidad personal.
Debemos contar cuentos a nuestro alumnado, a nuestros
vástagos, a las nuevas generaciones, para que aprendan que la vida es el camino
de nuestros deseos, en un bosque en el que siempre habrá dificultades que
superar. Por eso son necesarios los cuentos en la infancia, porque recrean la
vida de forma simbólica, y nos muestra caminos imaginados que nos pueden ayuden
a crecer como personas.