Apoyar es, sostener, proteger, auxiliar, soportar, amparar, defender, ayudar y compartir.
Este curso, por primera vez en mi vida docente, ejerzo de maestro de apoyo pedagógico al ciclo de infantil. ¡Menuda tarea! La mínima consideración en la escala profesional es, no obstante, una tarea difícil, necesaria e importante.
Aprender a ser humilde, un nuevo reto. Intentar ayudar, una encomiable labor.
Habitualmente, ha sido una actividad reservada para el último que llega al centro, para quien no tiene experiencia, para quien está demasiado cansado para soportar el gran esfuerzo que requiere tutelar un curso. Llevo más de 20 años sosteniendo un aula y necesité de ayuda, que no siempre llegó. Es por eso que tengo ideas sobre las funciones del apoyo pedagógico.
Creo que deberíamos asignar como persona de apoyo a alguien capacitada y experimentada para echar una mano a quien empieza, a quien necesita compartir sus tanteos en el aula, a quien tiene dificultades en llevar un grupo, a quienes necesitan compartir riesgos con alguien que le acompañe. También es importante el apoyo pedagógico para quien, aún estando experimentado, necesita que le solucionen todos los flecos del aula. Todo aquello que, aún siendo importante, requiere de tanta dedicación que, a menudo, tiene que abandonar el aula a la deriva: alguien que llora, otro que se hizo pipí, una pintura que volcó, agua en el suelo, un familiar que llega con un problema, el conserje con fotocopias, etc.
Pero para ejercer de apoyo pedagógico se necesita mucha humildad y mucho tacto. No podemos suplantar a quien ejerce la autoridad en la clase. Debemos ser personas invisibles que solucionan, sin estruendo, los problemas cotidianos de cada aula. Así, si alguien llora debemos saber consolar. Si alguien se hace pipí, podemos ayudarle a que se cambie, desarrollando la autonomía necesaria mientras aligeramos el peso de la tutora. Que alguien va más atrasado, le ayudamos con la tarea, con susurros cómplices, evitando interferir en la marcha de la clase. Si un chaval está enfermo o vomita, o sabe usted qué, estamos ahí para evitar que la maestra interrumpa las muchas actuaciones que se producen en el aula en cada momento. También podemos hacernos cargo del grupo mientras la maestra se dedica a ese claval necesitado de atención especial.
Otra labor importante es la de ser pareja pedagógica. Alguien con quien compartir dudas y experiencias didácticas, con quien aminorar la angustia de las mil decisiones diarias.
El apoyo es, por ejemplo, alguien que, a primera hora soporta los llantos, a segunda gestiona los pipis y ayuda en los desayuno, a tercera acompaña en la psicomotricidad si la tutora lo requiere, a cuarta hora canta y, a última, controla la salida del colegio, para compartir el último adiós a las familias.
Y no debemos olvidad que también es un excelente referente de apego para aquellos niños y niñas que no conectan demasiado con la tutora. O alguien que está siempre ahí para sustituir a la tutora cuando se produzca una ausencia inesperada.
Es por eso que, este curso, asumo el apoyo pedagógico, y quiero cambiar el concepto y convertirme en alguien que comparte, auxilia, protege, soporta, ampara, consuela, defiende y ayuda a mis compañeras de Infantil.
Otoño 2012
Este curso, por primera vez en mi vida docente, ejerzo de maestro de apoyo pedagógico al ciclo de infantil. ¡Menuda tarea! La mínima consideración en la escala profesional es, no obstante, una tarea difícil, necesaria e importante.
Aprender a ser humilde, un nuevo reto. Intentar ayudar, una encomiable labor.
Habitualmente, ha sido una actividad reservada para el último que llega al centro, para quien no tiene experiencia, para quien está demasiado cansado para soportar el gran esfuerzo que requiere tutelar un curso. Llevo más de 20 años sosteniendo un aula y necesité de ayuda, que no siempre llegó. Es por eso que tengo ideas sobre las funciones del apoyo pedagógico.
Creo que deberíamos asignar como persona de apoyo a alguien capacitada y experimentada para echar una mano a quien empieza, a quien necesita compartir sus tanteos en el aula, a quien tiene dificultades en llevar un grupo, a quienes necesitan compartir riesgos con alguien que le acompañe. También es importante el apoyo pedagógico para quien, aún estando experimentado, necesita que le solucionen todos los flecos del aula. Todo aquello que, aún siendo importante, requiere de tanta dedicación que, a menudo, tiene que abandonar el aula a la deriva: alguien que llora, otro que se hizo pipí, una pintura que volcó, agua en el suelo, un familiar que llega con un problema, el conserje con fotocopias, etc.
Pero para ejercer de apoyo pedagógico se necesita mucha humildad y mucho tacto. No podemos suplantar a quien ejerce la autoridad en la clase. Debemos ser personas invisibles que solucionan, sin estruendo, los problemas cotidianos de cada aula. Así, si alguien llora debemos saber consolar. Si alguien se hace pipí, podemos ayudarle a que se cambie, desarrollando la autonomía necesaria mientras aligeramos el peso de la tutora. Que alguien va más atrasado, le ayudamos con la tarea, con susurros cómplices, evitando interferir en la marcha de la clase. Si un chaval está enfermo o vomita, o sabe usted qué, estamos ahí para evitar que la maestra interrumpa las muchas actuaciones que se producen en el aula en cada momento. También podemos hacernos cargo del grupo mientras la maestra se dedica a ese claval necesitado de atención especial.
Otra labor importante es la de ser pareja pedagógica. Alguien con quien compartir dudas y experiencias didácticas, con quien aminorar la angustia de las mil decisiones diarias.
El apoyo es, por ejemplo, alguien que, a primera hora soporta los llantos, a segunda gestiona los pipis y ayuda en los desayuno, a tercera acompaña en la psicomotricidad si la tutora lo requiere, a cuarta hora canta y, a última, controla la salida del colegio, para compartir el último adiós a las familias.
Y no debemos olvidad que también es un excelente referente de apego para aquellos niños y niñas que no conectan demasiado con la tutora. O alguien que está siempre ahí para sustituir a la tutora cuando se produzca una ausencia inesperada.
Es por eso que, este curso, asumo el apoyo pedagógico, y quiero cambiar el concepto y convertirme en alguien que comparte, auxilia, protege, soporta, ampara, consuela, defiende y ayuda a mis compañeras de Infantil.
Otoño 2012
6 comentarios:
me apetece mucho conocer, con tus comentarios, sobre la labor del apoyo porque yo, por circunstancias personales, llevo años de apoyo en una escuela infantil y a veces no se valora muy bien esta función dentro de la escuela.
Creo que es fundamental y que hay que darle su importancia, que la tiene...
Estoy deseando leer tu primera reflexión sobre el tema.
Un saludo
te quiero como profesor de apoyo Cristóbal !!!!! Totalmente de acuerdo contigo, interesante reflexión , le has dado la vuelta , ¡muy bien! un abrazo silvia
¡Qué buena reflexión!. Ojalá tod@s los apoyos pensaran igual que tú, sería estupendo tenerte de apoyo, lo que aprenderían muc@s maestr@s. Y es que esta profesión requiere de mucha dedicación también. Un saludo.
Te seguimos desde nuestro blog:
http://pedritoinfantil.blogspot.com.es/
Muy buen post!!!me encanta!!!!
Trabaja con Peques
OLE, OLE Y ÓLE.....!!!!
imposible decirlo mejor.... Yo estoy trabajando tambien como.seño de apoyo, y como dice Toy, muxas veces no.esta muy reconocida.... Pero estamos ahi que es lo importante , y la verdad el reconocimiento que mas.me llena, es la de los niños, esa sonrisa igual de silenciosa que invisible es.nuestra actuación...
gracias por todo.
no pierdas ese espiritu
Pues me sumo a la lista de profes de apoyo. EStoy encantada de serlo, ójala pudiera continuar así muchos años. Me gusta estar al quite para rellenar la piñata de caramelos y que esté dispuesta como sorpresa para el almuerzo de esa niña que nos trae una tarta de fresa y cumple 5 años. Me encanta ser la persona que echa una mano para atender los niños y las tareas que no puede llegar la tutora. Me encanta quedarme con los niños que no terminan de almorzar, mientras la tutora sale al patio con el resto. Me encanta quedarme con unos niños para que tres profesoras puedan reunirse para coordinar en su nivel.
Me encanta la diversidad de niños de distintos años que juegan conmigo, y me encanta que todos los niños de infantil me conocen aunque algunos me confundan a veces con Maite o con Marisol, sé que saben cómo me llamo, pero todas empezamos por Ma, como mamá.
Pero no se me ocurre pensar que se me reconozca el trabajo, aunque a todos nos agrada. Solo espero que llege uno de esos días en que alguien repara en que mi labor callada ayuda a su mágnifica educación. Y de echo alguna mirada con una sonrisa me lo indican. No podemos esperar de todos esa sonrisa, no todos somos iguales y tenemos las mismas capacidades
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