Han dejado huérfanas las
calles, vacíos los bares de copa y los descampados. Han abandonado los parques
y jardines de tímidas luces. Han desalmado las fiestas y han abandonado los
labios del beso de madrugada. ¿Dónde está ahora la juventud inquieta, cuya existencia
se nutría fuera de las casas? ¿Cómo sobreviven sin asfalto amor, humos y
cervezas? ¿Cómo llevan estar confinados bajo el sagrado palio de la sacrosanta
familia?
Pero hemos dividido todo el contenido en porciones y lo hemos repartido en temas de libros de textos. Y pensamos que dando diariamente un trocito de conocimiento se juntarán en la cabeza de los chavales. Pues estamos equivocados. Los aprendizajes solo son relevantes si están globalizados, tienen sentido y son funcionales. Y ahora podemos soñar una gran oportunidad para cambiar la manera de enseñar.
En las nubes. La juventud
siempre volando. Pero esta vez, la nube es internet. Están hablando, buscando,
escuchando, cantando, jugando, estudiando y amando, todo por la red. Menos mal que
están conectados.
¿Os imagináis una pandemia
sin conexión para una juventud cuyas neuronas funcionan a base de megas y han desarrollado
su identidad con el móvil en la mano? ¿Qué hubiera pasado sin soporte
telemático? ¡Sorprendido estoy de lo bien que sufren el encierro! Eso tiene
mucho mérito. ¡Un aplauso en los balcones para las jóvenes y los jóvenes! Eso
sí, a altas horas de la madrugada, cuando están despiertos.
Perdonen ustedes, se me fue
la olla con la introducción. Parece una canción de Sabina, y no es el caso. Yo
quería hablar de la enseñanza de la juventud en estos momentos de confinamiento.
Voy a ello.
Una crisis es una
oportunidad para mejorar. Por eso propongo cambiar metodologías en los
institutos, dar sentido a lo que estudian. Deberíamos trabajar por proyectos,
aprovechar las circunstancias actuales para dar coherencia a las asignaturas y
enfocarlas partiendo de situaciones problemáticas, como ésta que sufrimos. En
estos momentos hay montones de jóvenes realizando tediosos comentarios de
textos sobre el Cantar del Mío Cid, por ejemplo. Proponemos en cambio realizar
críticas sobre textos periodísticos actuales que tratan la epidemia que tanto
nos angustia.
Ha tenido que venir una
crisis para poner patas arriba la enseñanza. Sería interesante trabajar sobre
lo que nos está pasando. Es una oportunidad para tratar temas tan complejos
sobre los que pasamos de puntillas a diario en los institutos; como ¿quién toma
las decisiones cuando hay un problema: la ONU, el Parlamento Europeo, la OMS, los
gobiernos nacionales, los autonómicos, o alcaldes y alcaldesas? ¿En qué gastamos
los recursos? ¿Cuál sería el criterio? ¿Qué cosas son importantes? También
podemos aprender sobre las epidemias y enfermedades, porque ésta no es la
primera. Y podemos tirar de la Historia para investigar sobre la peste en la
Edad Media. O indagar en la Geografía Humana y aprender que en África hay
muchas enfermedades que matan a miles de gente cada día. O tomar conciencia de que
en estos momentos es virulenta la epidemia de “dengue” en América Latina.
Podemos enseñar funciones matemáticas que estudian la curva de evolución de los
contagios del virus actual. Los periódicos están llenos de estadísticas que
podemos aprovechar para aprender matemáticas. También podemos analizar el tratamiento sobre el tema
desde distintas fuentes de información (periódicos, webs o fake news) O
centrarnos en cuestiones bioquímicas sobre cómo funciona el virus: es todo un
viaje mesiánico desde que entra en nuestra boca o nariz hasta bloquear los
alvéolos pulmonares y nos impiden respirar. Y no debemos obviar el tratamiento
filosófico: el miedo, la angustia, lo individual o lo social, el abordamiento
político, etc. Y todo ello en la nube, por internet, conectados, bajo el techo
familiar, salvando vidas sin salir de casa, parando de estudiar sólo un ratito para
aplaudir a las ocho de la tarde, y una cervecita después.
Creemos que lo esencial
que debemos aprender en los centros educativos es: lo que somos, junto a los
demás seres vivos, que estudia las Ciencias de la Naturaleza; lo que hemos sido
hasta nuestros días, que estudia La Historia; y en qué mundo vivimos, que lo
trata la Geografía física, humana y económica. También es importante cultivar
las artes, que es la máxima expresión creativa que construimos los humanos. Y
todo ello con los instrumentos que tenemos para pensar, conceptualizar y
comunicar, que nos presta la Lengua, las Matemáticas o la Filosofía. Pero hemos dividido todo el contenido en porciones y lo hemos repartido en temas de libros de textos. Y pensamos que dando diariamente un trocito de conocimiento se juntarán en la cabeza de los chavales. Pues estamos equivocados. Los aprendizajes solo son relevantes si están globalizados, tienen sentido y son funcionales. Y ahora podemos soñar una gran oportunidad para cambiar la manera de enseñar.
Si de esta forma
contextualizada se aprende más y mejor podíamos seguir trabajando, cuando todo
esto acabe, con metodologías de proyectos, partiendo de situaciones
problemáticas de la realidad actual: contaminación, crisis energética, el
hambre en el mundo, etc.
Y así habrá servido para algo esta maldita
epidemia a una juventud que perece que está en las nubes, pero son el futuro de
la humanidad.
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