NO ME VOY DEL TODO
Me jubilo. Pero tengo todo el verano para hacerme a la idea.
Para ir soltando lastres y amores. Aunque no creo que deje de ser maestro de
escuela: se me clavó en el alma esta profesión-pasión.
Esto no es una despedida porque me fui yendo poco a poco,
porque hace tiempo que me estoy despidiendo. No obstante, quisiera conservar
ese poquito que me queda para no irme del todo del mundo educativo, que fue y
sigue siendo una buena parte de mi vida.
Y es que me fui en gran medida cuando dejé la Educación
Infantil. Esos fueron mis mejores años. En donde di todo lo que supe y no dejé
de aprender para seguir dando más aún. En esos más de 20 años aprendí todo lo
que sé de la infancia, porque esas niñas y niños de 3 a 5 años son la mayor
universidad para quienes quieran aprender de la vida. Y yo siempre tuve las
orejas abierta de par en par (y dicen por ahí que fui alumno aventajado). Todo
lo que aprendí lo fui dando a quienes quisieron abrir sus orejas. No quise
nunca quedarme nada para mí. Me encantó compartir experiencias. Eso me llenó de
una gran satisfacción. Ya se sabe que quien da es quien más recibe.
Luego vino el gran reto de acabar mis años profesionales
intentando ayudar a la infancia más necesitada. Siempre me dediqué a ella como
tutor del aula; pero ahora dedicaría todo el tiempo a esas criaturas que
fracasan en la escuela porque esta no está preparada para albergar la diversidad
de la sociedad. Y creo que me equivoqué porque no se puede ayudar desde la especialización,
desde la exclusividad, desde el diagnóstico. Solo podemos aprender en la
diversidad del aula, en el grupo, con los iguales (como yo lo hacía antes de
ser especialista en Pedagogía Terapéutica). Sólo podemos educar en la
diversidad desde una concepción de aceptación de las diferencias, desde
metodologías abiertas, desde la educación inclusiva de verdad, desde las
tutorías de aula, desde proyectos integrales de centro. Porque en la escuela todas
las personas debemos ser atendidos, cada cual a su manera y con su peculiaridad,
por toda la comunidad educativa.
Esto no quiere decir que no haya aprendido en estos últimos cursos
como especialista en Pedagogía Terapéutica. Cada niña, cada niño, me ha
enseñado algo. Especialmente he aprendido de quienes tenían más necesidades.
Gracias mil veces a esa infancia especial y sus familias por haberme enseñado
tanto. Pero creo que no solo yo he aprendido con esas personitas peculiares,
sino que también ha aprendido mi escuela. Estoy seguro de ello. Sé que todo el
alumnado de mi cole ha mejorado su humanidad y empatía gracias a quienes tienen
capacidades diferentes. Porque hay cosas que solo se aprende en la convivencia.
Y también las maestras y maestro hemos aprendido, y las familias. Toda la
comunidad educativa ha mejorado gracias a las personas con diversidad funcional.
Hemos aprendido que nos educamos en comunidad, que nadie se educa en soledad,
que la diversidad es riqueza, que, ante todo, somos seres humanos.
La madre de mi alumna más especial lleva días llorando mi
ida. Sí, me jubilo. Me voy. Me ha llegado la hora (esa no, la de la
jubilación). Y me sienta bien ese regalo de lágrimas tan sentidas. Pero ya le
dije: si algo hice bien en el cole con tu hija es que me puedo ir tranquilo
porque ella estará bien atendida. Y es que mi labor como especialista en
Pedagogía Terapéutica fue la de cambiar el cole, no a la niña. Antes solían
decir por los pasillos: ¿esta niña por qué no está en un centro específico?
Hasta las especia-listas (no sé por qué del nombre porque muy listas no
parecían) dijeron que esta chica debería estar en un centro especializado: porque
no comunicaba, no entendía, porque solo realizaba rutinas, porque el centro no
estaba preparado, etc.
Pero mira por dónde, esta chica tan especial, que no tenía
expectativas de futuro, ya sabe leer y escribe sus deseos, está en mi cole
incluida como parte importante del funcionamiento del centro, todo el alumnado
la quiere, es parte de la comunidad educativa. Y sus compañeras y compañeros
han mejorado como personas, han desarrollado empatía, aceptación de la
diferencia, comprensión, amabilidad, paciencia, escucha… y tantos valores
imprescindibles de la educación que necesitamos en esta sociedad. Y todo
gracias a esta niña tan especial.
Es por eso que me voy sin sensación de abandono, porque sé
que mi colegio seguirá funcionando igual que cuando yo estaba. Porque si algo
he hecho bien ha sido no hacerme imprescindible. Siempre habrá profesorado que
luchará por la aceptación de la diversidad. Lo mejor que hice es intentar que
el colegio se impregnara de la aceptación de la diversidad del alumnado. Me
gusta la idea de haber puesto mi granito de arena para el colegio funcione
mejor. Espero haberlo conseguido de alguna manera. Porque educamos igual que
las olas crean orilla: al retirarse.
No digo adiós sino hasta siempre. Guardaré en mi alma un
poquito de mi escuela igual que espero que otro poco de mí se quede en mi colegio
de toda la vida. Quizás siga presente entre las paredes del colegio, o en el
patio, en el árbol de morera que planté para darles comida, cada primavera, a
los gusanos de seda de mi aula. Quizás siga, de algún modo, dentro del niño que
no mira a los ojos, o de la niña que aletea, o del chico que tiene dificultades
varias para las mates. Quizás siga junto a todas esas chicas y chicos, que solo
necesitan que las amen como a las demás. Eso me haría mucha ilusión: haberme
quedado flotando en el alma de las niñas y niños a los tuve el honor de ayudar
mientras me hacían mejor maestro.
Pido perdón por si pude hacer daño intentando mejorar la
escuela. Es difícil cambiar la educación sin llevarse a alguien «palante» en algún momento, solo quise lo
mejor para lo único importante de la escuela: el alumnado. Y perdón,
especialmente, a todas esas niñas y niños a quienes no supe ayudar lo
suficiente.
Aquí seguiré con el poquito de escuela que me quedó dentro,
por si alguien necesita ayuda en este duro quehacer que es la educación de la
generación con el futuro más incierto. Porque quizás puedo ayudaros a
comprender dos cosas que yo aprendí en mi vida profesional: la importancia de la
educación y la dificultad que conlleva.
Gracias a tantas personitas que, en el camino, me han
enseñado tanto, y gracias a todas las personas que gastan su tiempo con la
infancia, porque de ellas es el reino de este mundo, que es el único cielo.
1 comentario:
Buenas Cristóbal. Ha sido un lujo trabajar y aprender contigo. Seguro que vas a disfrutar de esta nueva etapa tanto como la que acabas de dejar. Eres un gran maestro y mejor persona. Sigue disfrutando de esos pequeños regalos que nos da la vida y qué tan bien reflejas en tus fotografías. Besos,Nuria.
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