Ya lo sé, soy un ingenuo.
Por mucho que cambio de canal, no veo a personas ingenuas como yo que reclamen
la paz en el mundo. En los telediarios y programas de debates de televisión, o
en las redes sociales, solo contemplo a gente racional que dispara mil discursos
justificando la guerra: hay que defender
la patria, hay que repeler la agresión, debemos ayudar con armas al pueblo para
que se defienda… Debo ser el más ingenuo del mundo porque siento y pienso
desde otro lugar.
Me siento identificado con
la reflexión de Eduardo Galeano:
«Las
guerras mienten. Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: “yo mato para
robar”. Las guerras siempre invocan nobles motivos: matan en nombre de la paz,
en nombre de Dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en
nombre de la democracia».
He pasado mi vida
profesional como maestro de escuela acudiendo a cursos de educación para la paz. He sido durante años coordinador del
proyecto Escuela Espacio de Paz. He
resuelto, en la asamblea de mi aula, situaciones conflictivas mediante la
comunicación, el debate, la discusión, la empatía y el amor. Es lo que manda la
legislación de todas las administraciones de mi país. Siempre creí que si
quieres la paz debes prepararte para la paz, y nunca para la guerra. En esta
idea eduqué a mi alumnado. Pero, mira por dónde, me siento un ingenuo porque,
los mismos poderes que instaron para que educara para paz, ahora justifican la
guerra.
Creo que la educación ha
fracasado. Algo estamos haciendo mal como sociedad. Puede que los políticos
hayan considerado a la educación como un entretenimiento para los párvulos
porque no son productivos ni votan. Siempre hubo una desconsideración de la
infancia y, por ende, del profesorado que se dedica a ella con toda ilusión.
Aunque también es posible que el sistema educativo se sustente en una
estructura y metodología con criterios de individualidad, competencia y
homogeneidad, en vez de basarse en ideales de cooperación, bien común y
diversidad. El caso es que no hemos educados para una paz verdadera.
Quizás sea que, en la
sociedad de consumo, también se venda material de guerra y esto genere
beneficios para algunos poderes. Es posible que en la era mercantil las
energías sean una forma de enriquecimiento para mucha gente. Quizás la guerra sea
un medio de enriquecimiento para poderosos. Lo que es seguro es que los muertos
siempre los pone el pueblo, de cualquier bando, de cualquier país, de cualquier
ideología. Siempre hay señores de la guerra que salen ganando y soldados de a
pie que pierden dinero y vida. Es posible que los soldados, que fueron a la
escuela, no aprendieran que la patria es una entelequia, que lo que importa son
las vidas humanas. Y en eso quizás, el profesorado y la administración
educativa, tengamos alguna responsabilidad.
Gandhi luchó por la
independencia de su país, contra el mayor imperio de su tiempo, mediante la desobediencia civil no violenta. Y
ganó. No hemos aprendido nada de ello. Está bien reconocer a este líder espiritual
en todos los actos escolares en el día de
la paz, pero hemos aprendido poco de lo que dijo:
«Ojo
por ojo, el mundo acabará ciego».
«La violencia es el miedo
a los ideales de los demás».
Quizás Gandhi fue un
ingenuo, como yo, pero ganó la independencia y la dignidad de su pueblo
mediante la paz. Estaría bien aprender de ello.
Imaginad: todo un pueblo
con las manos pintadas de blanco, pidiendo paz, frente a los tanques, frente a
las bombas, frente al odio… No hay mayor poder que el de quien no quiere
luchar. Ya lo dijo Gandhi: «No hay camino para la paz, la paz es el camino».
1 comentario:
Soy María y
Si! lo he imaginado y también como les caían las bombas igual que les están cayendo en los corredores y en los hospitales, gente que no lucha y mueren... Y si no luchase nadie también se puede imaginar el final!
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