30 de enero de 2023

¿DIOS EN LA ESCUELA?

Dios debería existir en las iglesias y en el cielo. Es lógico y evidente, ¿pero en las escuelas? Es difícil explicar cómo un estado aconfesional, según La Constitución y el sentido común, puede dedicar tiempo, dinero y recursos para hablar de un dios de dudosa existencia, nunca demostrado por la ciencia. Quien crea, total respeto; pero el supuesto dios no tiene derecho a inmiscuirse en los centros educativos y, menos, en la ciencia.

Que es posible que exista, es una creencia. En la escuela vamos a aprender sobre evidencias. Es verdad que la realidad religiosa es un fenómeno digno de estudio, pero solo eso. Debemos aprender sobre nuestras creencias, pero no enseñar a creer en ellas.

Recomiendo el libro de Juan Eslava Galán (2oo9): El catolicismo explicado a las ovejas. Editorial Planeta. Destaco unas palabras de su obra:

“Sin embargo, seguimos creyendo en la Anunciación, en la Concepción virginal, en el pesebre, en la matanza de los Santos Inocentes, en la huida a Egipto y en todo el pack navideño. Los hipercríticos y los descreídos creen tener la respuesta: os parece verdad porque vuestra mamá, la catequesis y el colegio de curas os han impreso indeleblemente esa patraña en el disco duro del cerebro para que, cuando alcancéis la madurez del sentido común, ni os planteéis si es verdad o mentira. Por eso lo aceptáis, por absurdo que parezca, sin cuestionarlo bajo el escrutinio de la razón. Incluso lo creen personas instruidas que siguen siendo católicas y se creen las pamemas evangélicas que les lee el cura en el sermón dominical”.

Quizás, como dijo alguien, la religión es un delirio colectivo. La definición de delirio reza que es un pensamiento confuso y falto de consciencia del entorno. Por tanto, una cosa es estudiar el hecho religioso y otra muy distinta es dar credibilidad en la escuela a una creencia no científica. Es necesario saber por qué los seres humanos necesitaron de dioses y desde cuándo existen en la historia; es interesante conocer las creencias de dioses en cada cultura y su necesidad, a qué obedecen, cómo cada religión cree que su dios  es verdadero, cómo a lo largo de la historia cada pueblo ha utilizado sus religiones para justificar sus guerras y conquistas.

Que muchas personas creen en la divinidad, que han existido miles de dioses, a quienes supuestamente debemos la vida, a lo largo de la historia, que hay cientos de religiones cada cual con sus liturgias y dioses, es un contenido a estudiar. Pero creer que el dios de cada cual es el único verdadero, eso no se lo cree ni Dios. Y vemos cómo miles de escuelas enseñan a un dios como único y verdadero, en todos los países, en todas las culturas, en todas las religiones. Aunque es necesario respetar las creencias de cada cual, deberíamos dar prioridad en las escuelas al conocimiento, a la filosofía y a la ciencia.

Recuerdo un dicho de mi pueblo sobre el tema que reza así: ¡No creo ni en mi religión, que es la verdadera, voy a creer en la tuya!

¿Qué pasa con los delirios que agrupan a muchas personas? ¿Acaso la existencia de un dios depende de la mayoría? He aquí la contradicción y la esencia de muchos conflictos hoy día. Cada pueblo cree que su religión es la única y verdadera, y cuando chocan dos pueblos con credos diferentes se lía la cosa.

Si no sabemos la verdad, entonces, deberíamos aprender de las investigaciones, la ciencia, las reflexiones y discusiones de la gente que piensa. Esto es lo que hemos llamado ciencia. En política, llamamos democracia a la convicción provisional de que no sabemos la vedad absoluta y, por tanto, nos guiamos por verdades provisionales compartidas por la mayoría de la comunidad. Pero las creencias son algo personal y no debería inmiscuirse en la vida social. Por supuesto que desde diferentes religiones hay gente que aporta a la sociedad, me consta. Solo me refiero a que el tema de la fe no debería estar en las escuelas. 

Quizás, deberíamos enseñar en la escuela a pensar; a comprender el hecho religioso, a estudiar las religiones que en el mundo han sido y a escudriñar las necesidades espirituales que tenemos los seres humanos. Pero también debemos indagar en la historia, e investigar cómo el poder de cada época se ha servido de un dios para justificar conquistas, guerras, atrocidades y desmanes. La mayoría de las guerras y matanzas de este mundo tienen como justificación a un dios que las ampara. Mal dios es el que soluciona los conflictos con la muerte de quienes piensan diferente. También podríamos estudiar todo el bien que han hecho comunidades religiosas por el bien de la humanidad. Pero eso son acontecimientos históricos dignos de estudiar. La cuestión es sacar de las escuelas el hecho religioso porque es contradictorio con la esencia de la educación.

Ahí anda la ciencia y la filosofía, desde hace milenios, intentando evitar muertes injustificadas, buscando verdades provisionales para evitar la extinción de la diversidad existente en el mundo. Lo fácil es crear un dios que nos exima de la culpa de tantas atrocidades ejercidas en la historia, que nos diga que somos los elegidos, que nos mitiguen de tanta culpa, que nos sitúe en la verdad absoluta.

Si no existiera ningún dios, los seres humanos seríamos libres y responsables. Quizás creamos divinidades para librándonos de las estúpidas consecuencias de nuestras acciones. Quizás, por eso, deberíamos enseñar en la escuela a ser responsables.

Es posible que, los poderes de cada tiempo, inventaran y utilizaran a un dios para mitigar sus culpas. Quizás, consecuentemente, el mundo va como va. Por eso, hay que quitar a los dioses de la escuela, para que los futuros ciudadanos aprendan que son responsables del mundo en el que viven y dejan a sus descendientes.

Creo que sacar la religión de la escuela es una manera de hacer a las generaciones futuras responsables del mundo en el que viven. Porque la educación debería crear espacios para pensar, dudar, reflexionar, compartir conocimientos y buscar un mundo mejor para todas las personas, sin dioses ni creencias absurdas. Quizás, debemos, como educandos, hacer pensar al alumnado. Y, para ello, debemos sacar la religión de las escuelas. Porque la fe es algo personal que debería estar en las iglesias y en el supuesto cielo. Pero los centros educativos deberían ser espacios de pensamiento, reflexión, duda y conocimiento. 

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