La educación emocional está de moda. No hay libro, congreso, jornada o programa de perfeccionamiento actual, que no verse sobre el tema. Es una muestra de la influencia de la Psicología sobre la educación. Es conveniente que el profesorado aprenda sobre las emociones pero, en la práctica didáctica no debe ser trabajada como contenido, sino sentirlas y hablar de lo que nos pasa por dentro. He visto, demasiadas veces, a niñas y niños en el aula coloreando dibujos de caras tristes y alegres mientras se aburrían como una ostra.
En mi grupo de trabajo de
infantil, desde hace treinta años, nunca hicimos actividades para educar lo
emocional. Siempre creímos que la emoción debía de estar enredada en cualquier
proyecto o actividad de aula de manera trasversal y omnipresente. Porque somos
seres emocionales, no hay otra posibilidad. No es algo que enseñar, sino que
debemos tenerlo presente. Lo escribí hace muchos años en mi libro Atando
sentimientos con palabras.
Siempre buscamos proyectos
en donde lo emocional estaba presente. Porque la emoción no es un tema a
aprender, sino una fuerza interior que nos conmueve e incita a devorar conocimientos
relevantes en la infancia. Por eso tratamos temas como Los monstruos, porque sabíamos que los miedos estaban agazapados,
levantando emociones en los primeros años de vida. También trabajamos muchos
cuentos, porque en ellos están implícitos los conflictos emocionales de la
vida. Más tarde diseñamos el proyecto Mi
casas, mi calles y pueblo, porque es lo conocido, vivido y sentido cada
día. Y, además, investigamos sobre Nuestros
países, pensando en el alumnado que nos venía de fuera, porque sabíamos que
necesitaban conectar emocionalmente con sus orígenes. Siempre estudiamos sobre cuestiones
donde lo emocional surgía de forma natural. Nunca nos dedicamos a la emoción
como un contenido aislado. Porque la emoción no es un tema de estudio, como está
ocurriendo en muchos colegios, sino un estado de ánimo que nos invita a aprender
de forma ávida y deseosa. Porque la educación es transitar por un camino
emocional sobre las cuestiones importantes para nuestras vidas.
No creemos que trabajar
las emociones se pueda hacer de forma aislada, con una actividad o desde una
disciplina, y luego pasar a clase de Matemáticas o Lengua sin tenerlas en
cuenta. Lo emocional está siempre presente, por lo que debemos formarnos para integrarla
en cualquier materia, en todas las actividades, en las relaciones personales,
en la diversidad de circunstancias que se dan en la escuela. Pero no solo en el
contenido a trabajar está la emoción presente, también en la metodología, en
las relaciones sociales que se establecen el aula, en la relación con las
familias...
Por tanto, es necesario
realizar actividades que hagan aflorar las
emociones: juegos grupales, canciones, teatro, cuentos, magia, pintura, bailes
y toda expresión que implique conectar con el cuerpo y el alma. Es
imprescindible que todo estado emocional del alumnado sea tenido en cuenta:
alegrías y penas, miedos, pesares, tristezas, satisfacción, ira, sosiego y paz.
Y tratarlo en las asambleas de clase, en el patio, en el pasillo… en cualquier
circunstancia. Hablar de lo que nos pasa, sentimos o nos inquieta. Poner
palabras a nuestras emociones derramadas. Así nos vamos construyendo como
personas equilibradas y sanas.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo. Magníficamente expresado.
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