20 de junio de 2024

LA ATENCIÓN ROBADA

Hoy en día, el trastorno más diagnosticado en los Centros Educativos es el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). En Estados Unidos, el porcentaje de niños y niñas diagnosticados es tan elevado que podríamos hablar de pandemia. Quizás, a veces, el problema no esté en el alumnado, sino en la sociedad que nos ha tocado vivir. Y es que suele confundirse las causas de los problemas con sus consecuencias.

Mi modesta hipótesis, que expongo para discusión, es contraria a lo comúnmente aceptado: no existe un déficit de atención en las nuevas generaciones, sino un deterioro de la atención causado por la tecnología, que gasta nuestra atención de tanto usarla. Paradójicamente, en la época donde más  atención se genera es donde más déficit de atención se diagnostica.

La televisión y los dispositivos móviles excitan la atención de la infancia para luego robársela. Si comparamos los dibujos animados de hace 20 años con los actuales, comprobamos que las secuencias de antaño se construían con pocos planos invitando a una comprensión pausada. En cambio, los dibujos animados de los últimos tiempos cambian de plano continuamente, excitando la mente en demasía, estimulando sobremanera, generando ansiedad constante y dificultando la comprensión. Además, otros elementos narrativos, como la música estridente, los colores excesivos y la proliferación de primeros planos emocionales, estimulan en demasía la tierna mente de quienes aún están en construcción permanente.

La infancia tiene un ritmo lento de crecimiento que posibilita la construcción de conocimiento y un desarrollo saludable. Si forzamos a las nuevas generaciones a una velocidad excesiva de procesamiento, respondiendo de forma automática a estridentes estímulos sensoriales, crearemos mentes ansiosas, incapaces de comprender y con nefastas consecuencias: una infancia sobreestimulada, con sintomatología hiperactiva, con dificultades para atender las explicaciones en la escuela, incapaces de concentrarse en la lectura de un libro o de tener la paciencia suficiente para comprender racionamientos complejos.

En los últimos tiempos aparece un pequeño artilugio rectangular, una pantalla muy sensible y gratificante que, como la lámpara de Aladino, estimula nuestros deseos. Y es sabido que el deseo desmesurado desata nuestra ansiedad. Así que estamos todo el día acariciando el espejo, buscando y gastando tiempo para satisfacer necesidades de forma inmediata, derrochando nuestra atención, en busca de una felicidad siempre insatisfecha.

Es por eso que nos falta interés para las cosas importantes. Y en la escuela, las niñas y niños llegan faltos de atención porque ya la gastaron con juegos infernales, fotos narcisistas y vídeos de inútiles influencers. El artilugio dichoso nos mira a los ojos con vivos colores y movimientos hipnóticos, mientras nos mete la mano en la cartera y solivianta nuestras mentes ingenuas, robándonos la atenta mirada, la escucha precisa, la comprensión necesaria.

Los adultos gastamos demasiado tiempo en florituras con el celular, pero nuestra generación ya construyó su cerebro reflexivo, simbólico, crítico, estético y ético. Lo más grave lo sufre nuestra infancia, porque está construyendo la máquina de pensar de forma defectuosa. Las capacidades superiores de la mente son la simbolización, la reflexión, la creatividad y la conciencia. Pero las pantallas funcionan con nuestros instintos más primarios, como el perro de Pávlov, estímulo-respuesta, impidiendo desarrollar las instancias superiores de nuestra mente.

La atención es la nueva moneda de cambio, como las especies o la sal en tiempos pasados. Quienes dominan la atención obtienen el poder, votos y dinero. Y existe un nutrido grupo de marketing managers, publicistas, especialistas en comunicación, incluso algunos psicólogos, que se han vendido al poder, por treinta monedas de plata, para robar (gestionar, lo llaman) nuestra atención. Y es que la persuasión es el negocio más rentable de nuestro tiempo.

Los Centros Escolares, LA Administración, La Inspección Educativa, Las Direcciones, El Equipo de Orientación y Los Agentes de la Salud, suelen culpabilizar al alumnado del desvarío, diagnosticando de forma generalizada el déficit de atención al alumnado, sin ni siquiera ponerse a pensar que quizás es un déficit de la sociedad en que vivimos; y expenden diagnósticos, medicamentos, terapias y culpas a quienes solo son las víctimas del sistema. 

Antes de ofrecer la solución a un problema, debemos hacer un buen diagnóstico. Porque, quizás, el déficit de atención en el alumnado solo sea un excesivo desgaste promovido por poderes desalmados que buscan beneficios a cualquier coste. Se necesita amplitud de mira para no diagnosticar siempre al elemento más débil del sistema.

Quizás, el problema no está en el alumnado, sino en instancias superiores que nos roban la atención sin que  nos demos cuenta; porque nunca hubo tanta atención derramada, pero la malgastamos sin darnos cuenta.


11 de junio de 2024

PRÓLOGO DEL LIBRO DE MARI CARMEN DÍEZ: CONTIGO APRENDÍ

Contigo aprendí

Que existen nuevas y mejores emociones.

Contigo aprendí

A conocer un mundo nuevo de ilusiones.

Aprendí

Que la semana tiene más de siete días,

A hacer mayores mis contadas alegrías

Y a ser dicho yo contigo aprendí.

Contigo aprendí

A ver la luz del otro lado de la luna.

Contigo aprendí

Que tu presencia no la cambio por ninguna.

Descubrí

Que puede un beso ser más dulce y más profundo.

Que puedo irme mañana mismo de este mundo.

Las cosas buenas ya contigo las viví.

Y contigo aprendí

Que yo nací el día en que te conocí.

Armando Manzanero.

 

En mi libro “Pensando en la Infancia”, Mari Carmen hizo el prólogo iniciándolo con una samba titulada “El eterno aprendiz”, y yo hoy tengo el honor de invitarle a bailar con el bolero de Armando Manzanero “Contigo aprendí”. Y es que la  música siempre estuvo en nuestras vidas, en nuestras aulas, en la educación de esta etapa tan esencial que es la Educación Infantil. Y el aprendizaje siempre fue protagonista de nuestro quehacer educativo frente al llamado proceso de enseñanza. Porque pusimos el acento más en quien aprende que en quien enseña. Eduardo Galeano nos mostró que la vida es un fueguito que brota desde dentro. Las maestras y los maestros solo debemos poner las condiciones para que el fuego prenda en cada uno de los corazones de la chiquillada.

Este libro tan especial me recuerda todo eso que yo aprendí de Carmen Díez. He tenido el privilegio de mejorar como maestro con todas sus publicaciones, conferencias, cartas, encuentros y conversaciones. Mari Carmen Díez Navarro es un referente, no solo para mí, sino para todo el profesorado de Educación Infantil de este país y parte de Sudamérica, y ha sido una guía para que muchas escuelas infantiles se vuelvan más saludables, sensibles y amables con la infancia.

Mari Carmen, contigo aprendí a escuchar a los niños con esa «oreja verde» que tú nos regalaste. Contigo aprendí a poner el alma en la mirada de la infancia. Contigo aprendí a escudriñar en «el piso de abajo» de las niñas y niños del aula, allá donde se forjan los afectos y las emociones. Contigo aprendí a hacer arte con cualquier objeto cotidiano que tiramos a la basura. Contigo aprendí que los cuadernos de aula no deben ser «del todo pedagógicos» sino que deben estar llenos de vida. Contigo aprendí que no sólo educamos sino que somos generadores de salud, bienestar y vida. ¡Contigo aprendí tantas cosas!

Mari Carmen, con este libro también pones en valor (que así se dice ahora) toda tu historia de niña, lo que te enseñaron tu madre, tu padre, tus abuelos o tus vecinas. Reconoces la influencia que tuvo en ti, como maestra, esos cuentos, canciones, juegos, historias y experiencias de tu niñez. Es por ello que con este libro también tú digas “contigo aprendí” a todos los antepasados que te ayudaron a crecer. Y nos dejas un mensaje educativo que no debemos obviar: recuperar todo lo vivido y disfrutado de nuestra niñez que es el mejor material con el que podemos enseñar. Porque educamos con lo que aprendimos, con lo que sentimos, con lo que vivimos…, en fin, con lo que somos.

El caso es que yo aprendí que Mari Carmen aprendía de las niñas y los niños mientras ellos aprendían de ella. Su alumnado la recuerda siempre y ella lo recoge en estas páginas, ahora que ya son médicos, ingenieras, maestros o abogadas…, y siempre personas. Con ella aprendieron mil historias, cada cual cosas distintas. Porque, como buena maestra, siempre respetó la diversidad en el aula, mucho antes que la diversidad fuera palabra sagrada, Ella siempre profesó que cada cual aprende a su forma y manera, que somos diferentes y que cada quien tiene su fueguito que le arde por dentro en su momento y a su manera, y es necesario respetar el deseo y el entusiasmo, porque ese es el motor que nos mueve en la vida.

Este libro nos muestra lo esencial que podemos aprender de Mari Carmen, porque está lleno de vivencias desde la experiencia cotidiana del aula, desde el recuerdo que la emoción deja grabada en la memoria, con experiencias y actividades cotidianas que nos transporta a la esencia del aprendizaje y a la construcción de personas saludables.

El libro está estructurado en tres partes tituladas: Aprender, Criar y Convivir. Podría haber titulado: enseñar, educar y socializar, pero no es lo mismo. Porque Mari Carmen siempre huyó de las palabrejas psicológicas y pedagógicas para narrar lo que pasa en su aula; por eso siempre utiliza palabras comprensibles, sentidas y, a la vez, profundas. Emplea un vocabulario más cercano a la música que a la racionalidad científica. Y es, quizás por eso, que su enseñanza se nos cuela en el alma.

Y cuando en la primera parte habla de aprender, cuenta mil historias que pasaron en su aula de las que hace reflexiones profundas mientras su alumnado juega en el patio. Y realiza narraciones singulares sobre las actividades cotidianas que acontecen en el aula de infantil, como contar cuentos, recitar poesías, jugar o trabajar en los «ricos talleres». Y siempre con la emoción presente. Y es que como ella dice: «enseñar y aprender son verbos muy afectivos».

Y cuando en la segunda parte escribe sobre criar, analiza con palabras sencillas y ejemplos cotidianos la complejidad de esta sociedad tan contradictoria en la que vivimos y los problemas que genera en el alumnado; y plantea que también debemos intervenir desde la escuela sobre las dificultades que la sociedad plantea. Explica con palabras coloquiales como afrontar la muerte, las separaciones, los límites, la violencia, las excesivas pantallas o los conflictos que a diario contempla la infancia. Además critica cada «modernura» que nos llega con nombres supuestamente científicos que quieren dar soluciones definitivas a los problemas de la escuela, pero que solo ponen luces de neón a lo que se ha hecho toda la vida de forma natural.

Y cuando en la tercera parte nos habla de convivir nos narra anécdotas de su colegio en las que comprendemos que nadie se educa solo, que la educación solo es posible desde el convivir de los seres humanos; porque nos construimos juntos, con las demás personas. Por eso en su aula siempre organiza encuentros, asambleas y discusiones compartiendo pareceres sobre cualquier tema. Pero, sobre todo, escribe, reescribe y argumenta de mil maneras, con citas y anécdotas por doquier, que la Educación infantil es la etapa más importante de la vida. Cuando habla del convivir también trata sobre cómo nos educamos fuera de la escuela; con el cartero, con los juegos y cuentos de la abuela, con la vida familiar, con las pantallas y los videojuegos, Porque convivimos con todo lo que nos rodea y ahí radica la complejidad de la formación de la infancia en este mundo tan complejo. Ya se sabe que educa toda la sociedad con sus valores y sus miserias.

Ya conocíamos que Maricarmen tiene una oreja verde, como la que describió Rodari, capaz de escuchar el lenguaje de la infancia, pero en este libro, además, tiene una mirada especial, capaz de escudriñar cualquier movimiento o conversación de la chiquillada, ya sea en clase, en un tren o mirando por la ventana a la vecindad. Por eso debemos aprender de ella, porque antes de dar soluciones a los problemas ha realizado un buen diagnóstico sobre la realidad de la infancia con su oreja verde y su atenta mirada.

Gracias, Mari Carmen, por seguir regalándonos libros como quien regala flores, para que podamos seguir oliendo a azahar y a jazmín, mientras decimos al unísono: ¡contigo aprendí!

Gracias por regalarnos este libro con el que seguiremos aprendiendo de ti.

 

Cristóbal Gómez Mayorga

«El eterno aprendiz»

 

 

 

5 de junio de 2024

EL MONITO GUGÚ. UN CUENTO PARA MITIGAR LA ANGUSTIA DE LA SEPARACIÓN.

Después de dos años de jubilado como maestro, me aborda una maestra de Educación Infantil dándome las gracias por mi proyecto sobre El Monito Gugú. Es una narración que suele realizar en su aula porque funciona para mitigar la angustia que produce la separación de su alumnado en los primeros días de escolarización. Me dice que su alumnado le pide a diario que narre el cuento y le cante la canción, y que todos quieren llevarse el monito a casa. 

Es bonito, después de tanto tiempo, recoger los frutos de semillas sembradas. Pues hace veinte años que regalé a los cuatro vientos, en conferencias y jornadas, un cuento con canción y actividades que en mi clase funcionó. Y mira por donde, después de tantos años, el monito Gugú sigue dando seguridad y cariño a la infancia en esos momentos de desamparo al entrar en una institución como la escuela.

El periodo de adaptación de los niños y niñas de tres años que por primera vez entran en la escuela es uno de esos momentos existenciales conflictivos que necesitan de la narración para elaborar la nueva realidad.

Y es que «la narración es un conjunto de palabras ordenadas de tal forma que impregna el alma de los niños y niñas y ata con lazos los sentimientos más desaforados para que no se desboquen».[i]

En este cuento se trabaja sentimientos como: la angustia de la separación,  el amor, la tristeza, la alegría,

Y se trabajan valores como: la aceptación de la diferencia, la capacidad de frustración, la espera, la ayuda, la solidaridad, etc.

El cuento ¡Mua!, de Jez Alborouch, narra la hazaña de Gugú[ii], un pequeño monito que se pierde en la selva y busca a su mamá. La separación de la madre le deja afligido, sobre todo cuando ve a los demás con sus respectivas madres. En un largo camino por la selva a lomo del elefante, tropieza con diversas familias de animales, hasta que al fin encuentra a su mamá. El cuento acaba con una maravillosa imagen del abrazo  con su madre.

Existen dos formas diferentes, en la búsqueda de la verdad, en función del objeto de conocimiento. Por un lado están las ciencias empíricas que empleamos para las cosas simples, concretas, objetivas y controlables. Pero en la vida nos topamos a diarios con situaciones complejas y difíciles que debemos dominar. Para ello contamos con la narración como una forma rica y compleja de comprender la realidad. Eso nos enseña Bruner en su libro La educación puerta de al cultura.[iii] Los cuentos son los mitos idóneos para la infancia; son narraciones que representan un conflicto existencial que resuelve de forma simbólica, por lo que pueden ayudar a los niños y niñas a asumir los conflictos vitales que les suponen la adaptación al mundo, la separación de sus familias y la conquista de su autonomía.

 Letra de la canción:

 Cuanto más chiquito

el corazón más blandito. (bis)

El monito Gugu se ha perdido

y llora porque mamá se ha ido. (bis)

Cuanto más chiquito

el corazón más blandito. (bis)

La mamá ve a Gugu desde lejos;

le trae cacahuetes, le da besos. (bis)

 

Música:

 


 

 


 

 [i] Gómez Mayorga, C. (2000): Atando sentimientos con palabras. MCEP. Sevilla.

 

[ii] Alborouch. Montena, Jez (2000): ¡Mua! Mondadori, S.A. Barcelona.

[iii] Brunesr, J. (2013): La educación puerta de la cultura. Visor.