En
la alfombra de mi cole, en la asamblea diaria, nos da, a menudo, por pensar. Y
pensamos y pensamos sobre cualquier tema que nos llegue en forma de objeto, cuento,
conflicto o entusiasmo. Y es que pensar es un deporte que se está perdiendo en
la escuela, y en la vida.
Estamos,
quizás, tan preocupados del cuerpo que, a veces, nos olvidamos de la mente. Cada
vez hay más gimnasios y menos bibliotecas.
El
poder, el sistema, o simplemente la inercia irracional se han apoderado del
alma de la infancia y la ningunea de mil formas, para evitar, en lo posible,
que sean personas “sentipensantes”, como dice Eduardo Galeano en su Libro de
los abrazos.
Mediante
el miedo, la infancia se encadena a cadenas televisivas, se encierra en
escuelas infranqueables y se premia en parques de atracciones de cartón piedra
con vivos colores.
Lo
definitivo sería prohibir los niños y niñas de nuestras vidas. Es la única
forma de evitar el peligro. Ya hay muchos colegios que no
utilizan tijeras, ni punzones, para evitar accidentes, ni pegamentos para
no provocar el consumo de droga; y es usual ver patios de colegios
envueltos en cemento aséptico, en los que está prohibido subir a los árboles.
¿Cómo
educar, entonces, en la autonomía?, ¿cómo aprender el autocontrol?, ¿cómo
crecer en autoestima si no hay peligros que salvar?
En
mi cole, los niños y niñas se comportan como niños y niñas, como en todos los colegios del mundo,
pero cuando cogen las tijeras o usan el ordenador saben que son objetos
peligrosos, de mayores, de verdad. Y es ahí cuando crecen, cuando se crecen,
cuando desarrollan capacidades adultas, cuando maduran a golpe de atención y de
cuidado.
Eso
se pierden los niños y niñas que parapetados en un cuadernillo de fichas y
lápices de colorear, se les priva del asumible peligro. Porque el crecimiento
se produce en el riesgo, en la aventura, en el peligro, en marcarse retos y
superarlos.
Pero
lo más grave es que, en muchos colegios, han prohibido pensar. Y
rellenan fichas y fichas sin sentido, sentados en sus sillas, sin articular
palabra, para evitar, en lo posible, cualquier movimiento de neuronas
amenazantes. Ese es el gran peligro. No vaya a ser que les de, en un futuro,
por cambiar el mundo.
Pensando
sobre el nuevo año.
Enero
de 2013