27 de noviembre de 2022

DE VUELTA CON LAS PANTALLAS

No podemos impedir que las pantallas inunden nuestras vidas. Es lo que hay, es lo que toca. Lo que sí deberíamos hacer, quienes nos dedicamos a la educación, es enseñar a utilizarlas de forma adecuada, despertar el espíritu crítico, analizar posibilidades y ser contundentes con los perjuicios que generan. 

Resulta que, en muchos colegios de Educación Infantil, en la etapa más sensorial y motriz, la generadora de mentes, la que crea identidades, la que desarrolla el cerebro incipiente, la que debe apostar por el desarrollo integral de los futuros ciudadanos…, utilizan las pantallas para apaciguar, para entretener, para evitar conflicto, para desactivar al alumnado inquieto de esta etapa tan vital, para desconectar de la vida.

Se me viene alma al suelo cuando veo a la primera infancia bailando con la pantalla, conectando sus tiernos corazones con el «Cantajuego» o con algún baile de «Tik-Tok». Y es que ahí no hay conexión humana. El baile tiene sentido cuando el espejo refleja conexión de corazones acompasados, cuando conectamos con personas que nos modelan, cuando sentimos nuestro cuerpo en primera persona. Veo, cada vez más, que la infancia está danzando con pantallas, desconectada de lo humano. Y eso no es bailar.

Se me cae el alma cuando veo al alumnado de infantil desayunando mientras contempla, embobado, algún entretenimiento en la gran pantalla, impidiendo estar atentos a las sensaciones que pudieran experimentar: al gusto, al tacto, a lo que saborean cada mañana. Siempre utilicé la actividad del desayuno para que fueran conscientes de lo que comían, de su importancia, de las texturas, ingredientes, de la esencia de sus desayunos y del placer de una comida sana.

Me indigno cuando en muchas escuelas infantiles no se hace psicomotricidad, y se sustituye por movimientos estereotipados que refleja la gran pantalla que preside demasiadas escuelas; porque no hay tiempo, porque hay que hacer el libro, porque las editoriales mandan… porque no escuchamos el alma y las necesidades de la infancia.

Me desilusiono cuando ya no existe gente en la escuela que narre un cuento, con sus ojos conectando, con su ¡entonces! y ¡de pronto!... penetrando el corazón de la infancia.

Porque en la escuela hay que bailar, contar cuentos, mostrarse, darlo todo, arriesgar y desnudarse; hay que mostrar lo que somos, hay que entregarse, hay que ponerse en juego. Solo así traspasaremos la sensible piel de la infancia, adentrarnos en el alma y educar.

Lo dicho: las pantallas nos impiden penetrar en el alma de la infancia para crear la magia del desarrollo humano. Deberíamos pensarlo.

Solo personas amorosas construyen subjetividades, solo ojos penetrantes crean a seres humanos. Y, ya se sabe, las pantallas no tienen ojos ni almas, son solo espejos que la cultura actual nos ha puesto en frente para mirarnos y, al mismo tiempo, desconectarnos.

 

23 de noviembre de 2022

EL «USTED» ES SOLO UN SÍNTOMA

Existen personas de pensamientos simples y otras que sobrevuelan la realidad escudriñando la complejidad de este mundo. Pero, cada vez más, se evidencia la simplicidad de quienes narran de forma elemental este mundo complejo que nos ha tocado vivir. 

Hay políticos que, con tres frases, bien articuladas, sin sentido alguno y emoción simulada, mil veces repetidas, ganan elecciones. He visto televisiones que con diez horteras encerrados varios días en una casa, en una isla o en un plató de televisión, con mediocridad manifiesta y mucho sexo insinuado, consiguen atraer a la tribu, sin apenas decir nada inteligente.

Cuando la realidad se retuerce, cuando la cosa se complica, cuando la cuestión es discutible, en situaciones complejas… llegan, a caballo, los mesías de la simplicidad para explicar, con dos palabras, lo que es mentira y lo que es verdad. Pero la realidad requiere de mentes imaginativas y creativas, capaces de profundizar en la complejidad de la existencia. De lo contrario, solo veremos blancos y negros, sin colores ni matices.

Al pan, pan, y al vino, vino; blanco y en botella; las cuentas claras y el chocolate espeso... El refranero lo confirma: la simplificación entra de forma sutil en mentes poco reflexivas. Así es como afirmaciones pueriles pueblan los pensamientos de una gran parte de la población: los normales y las demás personas; o conmigo o contra mí; los inmigrantes nos roban; los españoles, rusos o catalanes somos los mejores; el diferente es una amenaza y un enemigo; hay gente buena y gente mala y nosotros somos los buenos; las cosas son como son, que es como yo te lo cuento… Sigue funcionando el androcentrismo de otros tiempos. Aún no se ha enterado de que damos vuelta alrededor del sol.

El otro día, en una charla educativa sobre los retos que plantea una nueva educación que dé respuestas a la complejidad de nuestro mundo, alguien dijo que el problema es que se había perdido el respeto al profesorado, porque no le hablábamos con educación, porque ya no se empleaba el «usted». Es un discurso bastante generalizado y simplista porque hace de la anécdota categoría.

No sabía si reír o llorar. Creo que las personas que así piensan son incapaces de comprender que solo con una palabra no se cambia la educación. Porque la realidad es más compleja y difícil de solucionar. Pienso que estas personas, con su mejor intención, se trasladan al pasado y rescatan una palabra mágica que pueden cambiar todo un sistema educativo, eludiendo la situación histórica y régimen político en la que esa palabra no era más que un síntoma.

Suele ocurrir que buscamos en nuestra memoria momentos o circunstancias concretas que percibimos felices para solucionar los complejos problemas del ahora, sin tener en cuenta las circunstancias que contextualizan, los elementos que mediatizan, la compleja realidad en la que se produjeron. Se ensalza el «usted», pero se olvidan del miedo, de los castigos, de lo homogenización, de la selección, de la gran cantidad de alumnado que fracasaron en ese sistema. Recuerdo que, en mi pueblo, en una clase de 25 alumnos llegaron a estudiar en la universidad 2 alumnos, y porque salieron fuera a completar su formación. Alumnas, ninguna.

El «usted», la tarima, la distancia, el poder tiránico, la memorización irreflexiva, la sumisión... (el llamado respeto) no son más que liturgias de una situación de poder, producto de una época que mejor olvidar.

El verdadero respeto al profesorado no depende de una palabra. Siempre me llamaron de tú, siempre fui el maestro Cristóbal, sin usted, sin tarima, sin estrado, sin distancia... Pero siempre sentí respeto a mi trabajo y a mi persona, tanto del alumnado como de sus familias.

Alguien dijo que la realidad es un delirio colectivo. Las cosas son lo que todas las personas decimos que son. Así construimos religiones, naciones, buenos y malos y simplicidades. Y es que la realidad es una construcción social. Pues observo que se está construyendo un relato de la realidad bastante simplista, por gente interesada, que está fomentando una narración falsa de realidad con argumentos como que el problemas está en que se está perdiendo el «usted», y la ciudadanía lo está asumiendo de forma delirante.

Es por eso que necesitamos, hoy más que nunca, una actitud crítica, que contraste información, que ponga en entredicho las narraciones simplistas, que se atreva a pesar de forma autónoma y ose someter sus ideas al veredicto de la ciencia, la reflexión, la filosofía y la crítica; porque es necesario crear pensamientos más solidarios, más empáticos y humanos que acepten la diversidad y la complejidad del mar en el que, irremediablemente, estamos navegando.