30 de agosto de 2022

COMIENZO DE CURSO, MARIPOSAS EN EL ESTÓMAGO


La gente no lo sabe pero, el profesorado comienza a trabajar a finales de agosto. Las mariposas en el estómago se han echado a volar y, esa desazón hace que se ponga a mirar posibilidades, a programar los primeros días, a preparar las reuniones con las familias, a buscar materiales...; porque es mucha la incertidumbre que genera un inicio de curso.

El trabajo de enseñante genera muchas inquietudes. Es un auténtico vértigo bregar con una veintena de infantes requiriendo aprendizaje, con sus familias exigentes y demandantes, con los poderes educativos vigilantes y con nuestra inseguridad lidiando con una responsabilidad, a menudo, culpabilizadora.

Lo primero, relajaros. Siempre daréis lo que sois. Así que mostraros tal cual, eso siempre será educativo. Porque educamos con lo que somos y no tanto con lo que sabemos. No hay otra posibilidad. No perdáis el tiempo en disimular. Siempre se nos ve el plumero cuando nos dedicamos a educar. Así que, lo mejor, es afrontar los problemas cuando vayan llegando, no hay que adelantar acontecimientos. Una cosa es diseñar el curso, que hay que hacerlo y otra comenzar a sufrir por lo que pueda pasar.

Ya sé que no tenéis el material necesario. Relajaros, al menos tenéis mesas y sillas. Pues también os sobra. Dejad el aula limpia. Lo importante para educar lo trae el alumnado en sus cabezas y en sus corazones. Haced un corro y escuchad las voces de la infancia. De eso va la educación. Porque vuestros oídos harán que las chicas y chicos del aula se expresen, discutan, confronten información, digan lo que sienten y piensan; porque aprendemos y educamos cuando nos comunicamos. Hay que darle voz a la infancia, para que las niñas y niños, tengan la edad que tengan, expresen sus miedos, sus ansiedades, sus inquietudes, y digan lo que saben… Que se narren. Así se irán construyendo.

No programéis demasiado. Afina el corazón y el oído. Lo demás irá surgiendo. Ten confianza. Ya estudiaste mucho. Ahora es el momento de dar lo que eres. Ya irás corrigiendo durante el curso, y aprendiendo cada día los retos que vayan surgiendo. Tus lagunas te indicarán el camino para seguir formándote. No aprendemos en soledad. Lo mejor es hacerlo junto a otras compañeras y compañeros. Lo que te pasa a ti le está pasando a quien da clase en el aula de al lado. Compartir emociones y conocimientos es la mejor forma de crecer como personas que se dedican a educar.

Atender a las familias los primeros días es imprescindible. Sus angustias, sus miedos, sus incertidumbres son gritos que necesitan ser apaciguados. No las evite. Irremediablemente visitan la clase con los ojos de sus vástagos. Dales confianza. Con la complicidad de la familia habrás tranquilizado el aula. Todo irá bien. Quienes rechazan a las familias no saben que, quieran o no, vienen dentro de las mochilas del alumnado. Aceptarlas es síntoma de inteligencia. Siempre educamos con la comunidad educativa.

Mucha energía y suerte. Porque la vida se pone en juego cada comienzo de curso, no hay otra. Vamos a tener emociones encontradas, situaciones conflictivas y muchas incertidumbres. Así es la vida. Así es, siempre, las relaciones humanas. Por tanto, ten paciencia y confianza ante la incertidumbre que se genera el hecho educativo; y acepta y disfruta cuando sientas mariposas en el estómago. Porque eso significa que sientes la responsabilidad de educar a las generaciones futuras: la experiencia más importante de la vida.

 


21 de agosto de 2022

ES UN CAMPEÓN

La labor del especialista en Pedagogía Terapéutica no es, solamente, atender al alumnado con discapacidad. La mayor parte del tiempo, nos dedicamos a cambiar la percepción del profesorado, que lidia cada día con una clase compleja, y de las familias, que no suele reconocer las posibilidades educativas de un aula diversa. Yo calculo que la mitad de mi trabajo se produce en los pasillos, en las charlas informales, en la sala de profesorado, en los recreos, en las entradas y salidas, en las comidas y celebraciones. Porque lo esencial de nuestra labor es cambiar las concepciones sobre el alumnado con discapacidad; y esto se produce, la mayor parte de las veces, en espacios informales. 

Recuerdo a un chico que con unos siete años ya arrastraba un diagnóstico de dislexia y cierto déficit de atención e impulsividad. Eso rezaba su diagnóstico. Eso justificaba sus dificultades en el aula. Eso pensaba su tutora cada vez que lo miraba. Yo siempre lo vi de otra manera. Este chico era como era: impulsivo, cinético, nervioso, en continuo movimiento…, «sinquieto», como dicen en mi pueblo; aunque avispado, inteligente, listo como él solo. Pero la escuela requiere de gente tranquila, sumisa, receptiva… y que esté muy quieta. Aunque, en otro contexto, este chico es un campeón. Os cuento.

Resulta que indago en su historia y me entero de que corre y hace triatlón. Ya ganó algunas carreras por Andalucía. Y es muy valorado y querido cuando se requiere de él que no esté quieto, sino que corra que se las pelas. Pues eso le dije mil veces a su tutora: este chico se mueve porque es un corredor. Menos mal que era receptiva y me escuchó. Y fue entonces cuando, en vez de ver a un chico con dificultades, vio a un triunfador. Y desde ese momento fue comprensiva con sus movimientos, con su letra nerviosa, con su no estarse quieto. Ya no veía a un chico incapacitado sino a un auténtico campeón. Y, entonces, comenzó a comprenderlo, a aceptarlo y a valorarlo por su extraordinaria capacidad, y no por sus dificultades en la escuela.

A partir de entonces, este chico mejoró en el colegio. En un año se puso al nivel de los demás y comenzó a aprobar y a suplir sus dificultades. Y es que la nueva mirada de su tutora mejoró su rendimiento en la escuela. Ya no alteraba el funcionamiento del aula, sino que la maestra comprendió que los atletas necesitan moverse, y lo dejaba ir al baño o a beber cuando lo veía inquieto. Ya no percibía una disgrafía, sino que comprendía que un corredor es rápido hasta escribiendo... Y, percibiéndole como un atleta campeón, comenzó a elogiarlo, motivarlo y valorarlo delante de sus iguales, aceptando sus dificultades como parte de su idiosincrasia. El caso es que este cambio de mirada mejoró, de forma elocuente, los resultados académicos de este chico con dislexia a la vez que corredor.

Cambiar una concepción de déficit por una visión de posibilidades es la esencia de la educación. Eso me enseñó este chico que se mueve en la escuela como un verdadero campeón.

16 de agosto de 2022

LIDIANDO CON EL PODER

A veces, debemos tirar de historias pasadas para saber de dónde venimos. Es necesario aprender que los avances sociales se producen gracias a personas que se enfrentaron al status quo de cada momento. Toda innovación suele producir sufrimiento en quienes osan cambiar lo que siempre se hizo de la misma manera, y es necesario asumirlo si queremos mejorar la educación o cualquier situación social.

Cuando empecé de maestro en un cole, de cuyo nombre no quiero acordarme, me asignaron una clase con veintisiete criaturitas de tres años. Era la época en que se crearon las aulas de estas edades y, por tanto, se dotaban con todo lo necesario: juegos simbólicos, material de psicomotricidad y didáctico, una casita para situaciones emocionales, pinturas, material de ciencias, etc. Pues resulta que llego a mi nuevo destino y estaba el alumnado pero no el material. Raudo, pido que me doten la clase, primero a la directora, siguiendo el orden reglamentario, luego a la inspección. Comienzo a trabajar con cajas de cartón, construimos una casita con ellas y varios juegos, pido material a las familias, me llevo cuentos y música de mi casa…, mientras espero que llegue el material. Pasado un tiempo, pido ver al inspector para que acelere la dotación del aula, porque ya llevo tiempo trabajando con muchas dificultades. Al fin llega el buen hombre a mi cole y le invito a entrar en mi aula para enseñarle las condiciones en las que trabajo. Me promete que ya llegará la dotación, porque es un aula de nueva creación y requiere de tiempo... Me conformo durante varios meses y sigo trabajando con toda la ilusión del mundo pero sin recursos. Después de esperar varios meses sin respuesta, reúno a las familias y les explico que sus hijos tienen derecho, por ley, a una dotación de materiales. Deciden hacer un escrito y entregarlo en la Delegación de Educación con registro de entrada. Aclaran en el escrito que el maestro lleva meses trabajando sin el material necesario, y que ya se le comunicó al señor inspector en su día.

La primera consecuencia que ocurrió es que, en pocas semanas, llegó al colegio la dotación que requería un aula de nueva creación. La segunda consecuencia que ocurrió es que al inspector no le gustó nada el escrito y comenzó a instigarme de manera sutil. Reunió a las familias para contarle lo mal maestro que yo era. Menos mal que las familias estaban de mi parte y de sus vástagos, y se enfrentaron a él y quisieron denunciarlo. Pero yo las paré: dejemos pasar, que no debemos enfrentarnos demasiado al poder. Eso aprendí yo de esta experiencia. Otro castigo que me impuso fue suprimir mi plaza en ese colegio; así que me desplazaron a otro centro cercano, en donde había una dirección afín al partido en el que militaba, para tenerme sometido, algo que descubrí después.

En este nuevo cole tuve una maravillosa clase de infantil de la que guardo muchos recuerdos. Había un chico con tetraplejía con una bella sonrisa y una inteligencia sobresaliente. Pedí a la dirección que gestionara pedir un ordenador para él. Era imprescindible que escribiera como los demás en un medio que podría dominar, ya que el lápiz se resistía a una mano que no le obedecía demasiado. Me dieron largas por mucho tiempo, hasta que comuniqué directamente con el Aula Provincial de Discapacidad de Motóricos de la provincia. Vino al cole la directora del centro, y me dijo que ese chico ya tenía lo que yo le había pedido. Le dije que no tenía constancia. Se fue al despacho del señor director, le arrancó el enchufe del ordenador que tenía delante de sus narices y le dijo: este no es tu cortijo, este ordenador es de ese chico, que lo mandamos el curso pasado.

Entonces, aprendí que ciertos colegios, en aquellos tiempos en los que yo empezaba, eran el feudo de direcciones que se habían apropiado de los servicios públicos. También aprendí que los cambios no se producen a golpe de decretos legales y que la administración suele arrastrar inercias de épocas pasadas. Después de este incidente comenzaron a tolerarme y no osaron molestarme demasiado. Otra cosa que aprendí: es imprescindible tener conocimientos administrativos y legislativos para lidiar con el poder.

Con esta experiencia comprendí que al poder se le lucha con un contrapoder que hay que ejercer y, para ello, tenemos leyes que nos ampara. Porque somos funcionarios, y estamos al servicio de la ciudadanía con leyes que velan por el bien común. Pero hay que tener cuidado y evitar luchas inoperantes cuando no estés armado de conocimientos que te puedan defender, de lo contrario te destruirán. De hecho, he esperado a jubilarme para narrar estas historias que antes no me atreví a contar.

En otro colegio, en la misma época, esa etapa después de la transición en que, aún, permanecían intactas las estructuras organizativas y los modos del caciquismo español, el director del colegio me recomienda que compre unos cuadernillos de pre-escritura. Le cuento que trabajo sin libros de texto, que desarrollo las destrezas manuales con programas de psicomotricidad, bailes, pintura y juegos, y que no los necesito. Meses estuvo insistiendo en que lo debería comprar, y yo que no. Hasta que, un día, me amenaza diciendo que lo ha recomendado el Señor Inspector de la zona y que debo obedecer. Me extrañó que un inspector se preocupase tanto por la Educación Infantil y que recomiende material específico. Sobre todo, me sorprende que insinúe con insistencia que compre determinado libro. Así que indago y pregunto por ahí, a compañeras y compañeros, sobre este ser tan pedagógico que quiere que en su zona todo su alumnado tenga destrezas en sus manos para escribir. Me entero de que este inspector regenta una papelería en propiedad, fotocopia estos cuadernillos (ni siquiera están publicados) y los vende a todo el profesorado de su zona, bajo coacción a las direcciones que están a su cargo. Fue entonces cuando reto a mi director a que haga venir al inspector a mi clase para hablar de los cuadernillos que quiere que compre. Nunca osó venir.

Podría seguir escribiendo historias de inspectores. Pero, como ejemplos, ya es suficiente. Me consta, que hay inspectoras e inspectores que han sido, y siguen siendo, verdaderos impulsores de la innovación educativa. Sólo narro casos que he sufrido, para hacer constar que vamos, poco a poco, mejorando en función del momento histórico que nos ha tocado vivir. Porque los cambios se producen a paso lento, gracias a profesionales valientes que siempre existen en cualquier estamento, que osan enfrentarse al poder establecido cuando ven alguna injusticia; eso sí, con mucho sufrimiento. Nada es gratis en la lucha por la innovación educativa.  

Un conflicto puede hundirte o hacerte crecer. Y yo decidí aprender. Y aprendí cómo funciona la administración, y cómo, a veces, los cargos intermedios hacen suyos el poder y lo ejercen de forma arbitraria. Aprendí cómo nunca debemos enfrentarnos a lo que no podemos cambiar, pero siempre podemos erosionar sus fallas para que quienes vienen detrás hagan grandes huecos por donde podamos avanzar. Ahí radica la inteligencia: saber buscar los resquicios del poder para ir haciendo mella, siempre desde otra posición de poder, de lo contrario te pueden destrozar la vida.

Me hirieron mil veces y aún tengo cicatrices, pero aprendí a navegar en mar revuelto. Quien se enfrenta al poder, o se hunde o crece. Y yo tomé la decisión de aprender y escribirlo después; para que quienes lo pasan mal en la escuela sepan que ninguna lucha puede evitar el sufrimiento, pero siempre produce fruto y placer, pasado un tiempo.

8 de agosto de 2022

«LA VACA NO DA LECHE»

El filósofo chileno Mario Sergio Cortella estudió con Paulo Freire, representante de la pedagogía del oprimido, fue secretario de educación en la ciudad de São Paulo durante los años 90, y nos regaló esta historia, tantas veces repetida, de «La vaca no da leche». 

«Cuando tenga doce años, les contaré el secreto de la vida, decía un campesino a sus hijos cuando eran pequeños. Los niños, intrigados por la aseveración, esperaban pacientemente hasta que cumplían la edad acordada.

El día del decimosegundo aniversario de cada uno de los muchachos, el padre los apartaba y les hacía prometer que no revelarían el secreto a los demás hermanos. Los llevaba al establo, deteniéndose frente a la vaca de la familia, y susurraba en el oído del cumpleañero: El secreto de la vida es que la vaca no da leche.

- ¿Qué es lo que dices? -preguntaba el muchacho -si todas las mañanas vemos cómo llegas a la casa con un gran balde de leche después de estar con la vaca.

-Tal como lo escuchas, hijo -respondió el hombre mayor –la vaca no da leche. Tienes que levantarte a las cuatro de la mañana todos los días. Todos. Sales al campo, caminas por el corral lleno de excremento, te acercas a la vaca, le atas la cola y las patas. Luego te sientas en el banquito, colocas un balde y comienzas la ordeña. Ese es el secreto de la vida; la vaca, la cabra, la oveja no dan leche. O las ordeñas o no la dan.

Hay quienes piensan que, las vacas dan leche. Que las cosas son automáticas y gratuitas. No. La vida no es cuestión de desear, pedir y obtener. Las cosas que uno recibe son el esfuerzo de lo que uno hace. La ausencia de esfuerzo genera frustración»

Esta fábula es muy necesaria en nuestros tiempos, porque las nuevas generaciones viven en una época de bienestar sin haber aprendido que la vida exige esfuerzo; que el confort hay que ganárselo, que los deseos hay que lucharlos. Que la humanidad avanza gracias al trabajo de muchas personas que dieron todo para superar las limitaciones y las trabas que la vida exige.

A veces, se ha utilizado esta magnífica fábula como ideario de una concepción del esfuerzo como única causa del éxito. Nunca una única mirada dice verdad.

Es cierto, como argumenta esta narración, que el esfuerzo es necesario. Es verdadero que el trabajo, cuando consigues lo que deseas, produce bienestar. Es necesario esforzarse al máximo para devolver a la sociedad algo de lo que nos ha regalado…; pero hay gente que se esfuerza y no consiguen lo que desea. No toda persona que se esfuerza triunfa en esta sociedad que solo valora el éxito.

Es indudable que los objetivos exigen esfuerzo. ¡Pero cuidado!, no toda la gente parte de la misma situación. Porque hay clases sociales, hay desigualdades, existen personas con discapacidad, y hay atajos para la gente que está en situación de privilegio, que triunfan sin apenas esfuerzo. Hay quienes se esfuerzan y no consiguen lo que la sociedad les exige. Porque la sociedad actual no siempre gratifica el esfuerzo, sino el éxito final.

Lo que es irrebatible, y debemos vociferar a los cuatro vientos, es que las conquistas con esfuerzo producen satisfacción y orgullo personal. El esfuerzo suele llevarnos a cumbres insospechadas. Quienes se esfuerzan suelen conseguir más de lo que sus posibilidades le presagiaban, siempre llegan más allá de sus expectativas.

Debemos alabar el esfuerzo de quienes logran sus metas, pero, también, de quienes se sacrifican sobremanera para superar sus dificultades. Es necesario valorar al alumnado con discapacidad motórica que cada mañana llega al colegio sorteando mil obstáculos. Debemos alabar el esfuerzo de quien, con inteligencia limitada, se machaca en su habitación para aprender la lección del día siguiente. Debemos dar un premio a la excelencia a quien con autismo lucha cada día para soportar el ruido cotidiano, el lenguaje incomprensible, los estímulos excesivos y los cambios de rutinas. ¡Y qué decir de los invidentes o hipoacúsicos, que cada día nos dan una lección sobre el esfuerzo! O de los empobrecidos, que viven en situación de calamidad...

Deberíamos exaltar a todo el alumnado que se esfuerza, aunque no haya conseguido las expectativas exigidas por la escuela y la sociedad. Porque la vaca no da leche, hay que alimentarla, cuidarla y ordeñarla, pero hay mucha gente que se esfuerza en demasía y no recibe su ración de leche diaria.