Que las religiones surgen en la historia por una necesidad
imperiosa, dando respuesta a nuestra ignorancia, al desamparo en que vivimos,
creando certezas que mitiguen nuestra angustia vital…, no tengo la menor duda.
Pero desde que la razón se impuso en la historia se ha desquebrajado todas las
religiones existentes: por sus mentiras, invenciones, relatos inciertos y,
sobre todo, por su maridaje con el poder.
En estos momentos están matando a miles de personas inocentes
en el mundo y los cristianos se manifiestan, en La Semana Santa, por una muerte mítica de dudosa existencia. Todo
un símbolo que pretende mitigar la angustia existencial ante la muerte,
ignorando las muertes verdaderas. Lo mismo hace las demás religiones y
creencias.
Parece que necesitamos mitos que nos alumbren en la vida. Hay
mitos políticos, religiosos, ideológicos y ancestrales. Solemos buscar razones
simbólicas que den sentido a nuestras vidas. La importante no es que los mitos sean
verdaderos, ya sabemos que son cuentos. Lo esencial es que nos ayuden a vivir.
Porque he visto a gente sintiendo emociones espirituales mientras adoraba a una
imagen católica, a un Buda o a una diosa de la fertilidad, aun sabiendo que son
estatuas de madera. El caso es que los mitos nos alimentan el alma para seguir
luchando en esta vida que suele tener momentos ingratos.
Conozco a gente que al final de su vida encontraron la fe, ya
sea por miedo o por si acaso. Yo, en cambio, recorrí el camino contrario.
Comencé en el Seminario intentando creer; pero con los años, cuando di la
vuelta al jamón, me volví más ateo que nunca. Cinco años en el seminario y Dios
se me escapó entre los dedos. Le di una oportunidad, pero no estuvo a la
altura. No supo explicarme tantas mentiras de santos, tantas muertes en la
infancia, tanta injusticia, tanta riqueza de La Iglesia, tanta pederastia, por
qué las mujeres no pueden ser sacerdotisas o papas, tantas guerras malditas…,
en fin, tanta injusticia injustificada. Ya sé que la fe no es una cuestión
racional sino una creencia, una fe que solo Dios te otorga. Esa es la coartada.
Comprendo todo intento de lucha por la supervivencia y de
aplacar la angustia vital, pero quizás debamos aprender a vivir en la
incertidumbre y en armonía con La Naturaleza, en la certeza de que somos polvo
antes y después de la vida. Es lo que hay, no hay más. O lo asumes o vives un
espejismo de mitos inexistentes, aunque, a veces necesario. Acepto que la gente
los tenga, quien soy yo… Pero no debemos engañarnos. Como dicen en mi pueblo:
lo que hay es lo que es. Y no hay más cera que la que arde, y después de vivir
viene el morir. Pero, mientras tanto, vivamos sin pensar demasiado en un futuro
incierto que nos impida el disfrute, ni aceptemos mil historias fantásticas que
nos nieguen la posibilidad de descansar en paz. Pues sin aceptación de la
muerte no hay vida posible.
Los seres humanos debemos asumir que vivimos en la incertidumbre,
que somos parte de La Naturaleza, que como decía un alumno de mi clase: mi abuelo murió porque se quedó seco como
las plantas. Como el resto de la naturaleza, nos secamos y morimos, pero
dejamos semillas que siguen viviendo. Así es la vida. Ya sé que la mente de los
seres humanos es simbólica y crea, construye e imagina siempre un final feliz.
Y es bonito que lo haga. Pero eso solo sirve para seguir viviendo esperanzado. Que
no es poco, y acepto toda religión, ideología o creencia que intentan dar
respuesta al soliviando del vivir. Pero hay que aceptar que la vida se seca,
como decía mi alumno. Quizás necesitamos de otros mitos que mitiguen la
angustia vital.
No creo en pensamientos dicotómicos, de blancos y negros, sin
grises. Las cuestiones son siempre complejas. Una cosa es luchar contra las
iglesias hegemónicas, otra es luchar contra la fe; y otra muy distinta es lucha
contra el poder. Y dentro de los ateos también hay grises: los hay que profesan
religiones naturalistas, de derechas, de izquierdas o veganas, ya lo sé; pero
también hay personas que no aceptan verdades absolutas y luchan por el
bienestar y felicidad de las demás personas, independientemente de sus creencias.
El mundo es complejo, en eso estaremos de acuerdo. Y no debemos simplificar
para provocar desencuentros entre quienes solo queremos disfrutar del poco
tiempo que vivimos antes de quedarnos secos. Y quienes prefieran creer en
dioses que prometen disfrutes después de muertos, allá ellas. La cuestión es
vivir la vida sin molestar demasiado a las demás personas. Esta religión, profeso.