13 de septiembre de 2023

LA HIPERSEXUALIZACIÓN DE LA INFANCIA

Una compañera de Educación Infantil me manda una foto del regalo que le ha salido a su hija en una bola sorpresa, de esas máquinas que hay por las aceras para sacarles unas perras a las familias que quieren evitar una rabieta. 

La sorpresa se la llevó mi amiga al ver el regalo que le tocó a su hija pequeña: un hermoso y voluminoso culo de goma de una chica manga en una tarjeta. Era un dibujo de una sensual mujer con un voluminoso trasero de goma, en relieve, invitando a tocar. El mercado sabe que el sexo vende y mientras antes comience a crear una cartera de clientes, mejor; aunque para ello destruya la inocencia de la infancia.

En mi aula de Educación Infantil, algunas alumnas, intentando agradar, o contrastar información de sus familias que no entendían, se levantaron la camiseta y me mostraron sus tops, a modo de sujetador, cuando apenas habían cumplido 5 años. Evidentemente, alguien puso esa prenda en ese inocente cuerpo, sexualizándolo, sin percatarse de la disfunción que podía generar en el desarrollo de esa chica.

Se ha normalizado que las chicas y chicos de 4 o 5 años tengan novios o novias. Yo me quedo anonadado  cuando veo el beneplácito gracioso de sus familias. No me refiero a jugar a ser novios, que eso es normal si surge de la infancia, en un intento de jugar a comprender lo oculto; sino a la complicidad de la familia en sexualizar a sus infantes. No saben el mal que están haciendo en el desarrollo de sus vástagos. Y es que, hoy día, se visten igual las madres y las hijas, los padres y los hijos, en una cultura que ningunea la infancia.

Que las chicas jueguen a pintarse las uñas o los labios es normal, porque el juego simbólico es un tanteo para crecer y sentirse mayores; o que se metan un muñeco bajo el vestido para simular un embarazo también es aceptable. El juego simbólico es parte del desarrollo de la infancia. Pero que las chicas vengan a clase con las uñas y los labios pintados, y maquilladas, es algo pernicioso, creo. Y que los chicos vengan con tatuajes con bolígrafo en sus brazos, enseñando músculos, y retando, no es un simple juego sino un reflejo de la sociedad en la que se están desarrollando. Por eso debemos estar expectantes, tanto familias como profesorado.

Eso me viene a la cabeza cuando una amiga, educadora social, me cuenta que está tratando muchos casos de agresiones sexuales de preadolescentes de diez años. Y es que todo lo que sembramos tiene consecuencias.

Es necesario ir quemando faces poco a poco, desarrollar cada estadio del desarrollo en todas sus posibilidades, sin adelantar ninguno, para así poder sustentar el peso de otras etapas. El desarrollo humano es como una pirámide. En la base, en los primeros años, el máximo de desarrollo: sensorial, psicomotriz, de contacto, lenguaje y conexión amorosa, etc. Sobre ese soporte se sostiene lo simbólico: el juego, las primeras relaciones sociales, la seguridad y el desarrollo de la identidad. Estos aprendizajes son imprescindibles para soportar la compleja adolescencia y la juventud, dos momentos de cambios en la vida hacia la adultez, que necesitan de una base equilibrada.

No debemos alterar esta secuencia del desarrollo, una hipersexualización de la infancia antes de tiempo produce desajustes psíquicos con consecuencias posteriores nefastas.

He visto en mi escuela a chicas de 10 años vestirse como jóvenes cuando van de fiesta un sábado por la noche, y se exhiben en Tik-Tok con poses sensuales, con bailes eróticos de traseros insinuantes, aderezado con seudo-músicas actuales. Es lógico que no atiendan cuando se explica un tema de ciencias o matemáticas.

La hipersexualización de la infancia se genera por un mercado que hace clientela para un futuro boyante. Por eso desde la escuela debemos ser tajantes y contrarrestar tanto desvarío. Las niñas y niños vienen a la escuela a educarse y debe prevalecer el respeto a sus etapas de desarrollo. Debemos contrarrestar toda la carga de hipersexualización de la infancia que el mercado nos impone. Porque, tarde o temprano, nos explotarán en la cara todo lo que hemos tolerado.

Así qué, en la escuela debemos contrarrestar tanta pantalla, y jugar a la gallinita ciega, al corro de la patata, a la estatua, al mate o a cualquier juego o deporte tradicional, para que las niñas y niños de nuestras escuelas puedan tener una base en la que sustentar su futura existencia. Ya vendrán otros momentos placenteros y complejos cuando tengan edad para ello. Cada cosa a su tiempo.

3 de septiembre de 2023

EL FIEL DE LA BALANZA

La sociedad se está polarizando. Intentan que estemos a un lado o a otro de la balanza: buenos o malos, españoles o antiespañoles, comunismo o libertad, conmigo o contra mí, blanco o negro… y la gente común nos encontramos en el charco, entre Pinto y Valdemoro. Es una evidente simplicidad, pero estamos comulgando, sin saberlo, con la bipolaridad.

Según la RAE, en su segunda acepción, fiel es “la aguja que juega en la caja de las balanzas y romanas y se pone vertical cuando hay perfecta igualdad en los pesos comparados”.

Es evidente que vivimos en un mundo diverso y complejo que no es necesario justificar. Pero nuestra mente está programada de forma simple, y las mentes digitales de las nuevas generaciones, mucho más. La dualidad es la más obvia de las mentiras, pero funciona. Los políticos lo saben y buscan siempre poner un fiel que parta a la sociedad en dos mitades, evitando aceptar una sociedad cada vez más compleja. Es necesario resistirse a tanta simplicidad.

El tema está desubicado, porque la cuestión no es dónde ponemos el fiel de la balanza, sino en si es pertinente poner un cuchillo que nos parta por la mitad con criterios contrapuestos.

Educar es un acto político, no es posible educar sin ideales ni objetivos. Es necesario educar a favor de los derechos de todas las personas, sobre todo de los más desfavorecidos; es imprescindible corregir los desajustes económicos que genera este mundo, contrarrestar los poderes perniciosos, proteger a las minorías… y reflexionar sobre este mundo que nos ha tocado vivir con una actitud crítica, para que la gente viva de forma decente y pueda ser feliz.

Recomiendo visualizar la película La ola, dirigida por Dennis Gansel. Es una obra maestra que recrea la experiencia educativa La tercera ola, en Alemania, y nos revela lo fácil que es dividir a la población por la mitad con un simple fiel de la balanza, y lo fácil que es hacernos creer que somos exclusivos, superiores, únicos, elegidos… frente a los demás, y odiar al diferente creyéndonos en la verdad. Cada vez que la veo se me altera el corazón y otorgo más importancia a una educación integradora que acepta la diversidad.

En esta película se muestra cómo con técnicas de control emocional y social se puede generar personas simples, nada reflexivas, despertando las emociones más viscerales y letales, sin reflexión ninguna, creando identidades contrapuestas fáciles de manejar.

En una sociedad compleja es necesaria una educación diversificada, holística, personalizada, profunda, reflexiva, investigadora…, siempre mejorable. Y es imprescindible huir de los análisis simples, en donde hay buenos y malos separados por el maldito fiel de la balanza.

Si fuese necesario un fiel de la balanza debería ponerse entre el respeto a los Derechos Humanos contra quienes quieren seguir teniendo poder y privilegios. Pero lo mejor es no dividir a la sociedad en mitad alguna, sino educar en la sociedad de la incertidumbre, para que aprendamos a vivir en la compleja y verdadera diversidad humana.


22 de agosto de 2023

HEMOS GANADO MÁS QUE UN MUNDIAL

La selección femenina de fútbol de España ha ganado el mundial. Después de las celebraciones y el reconocimiento merecido momentáneo, pasado un tiempo, solo será una meritoria anécdota.  Pero es necesario celebrar que se ha va a producir un cambio profundo en el mundo educativo y en nuestra sociedad en los próximos años.

A veces, lo que se lucha en política, en manifestaciones reivindicativas, en las escuelas, y en tantas asociaciones feministas que luchan a diario por la igualdad, se produce, por arte de magia, en un juego con pelota. Parece que las mejoras sociales, como en la mitología griega, las producen los mitos y las diosas.

Recuerdo a una chica de mi cole que jugaba muy bien al fútbol pero lo hacía regateando solo a niños. Siempre observé su destreza con el balón en los pies; y reflexionaba sobre qué sentiría mientras jugaba al fútbol sin ninguna compañera, sin otra mujer a quien pasar el balón. Se mostraba ensimismada y tímida, no alardeando de sus capacidades de buena futbolista, no sentía orgullo de sus proezas. Eso me inquietaba.

Sus altas capacidades deportivas nunca le produjeron rechazo a la hora de jugar porque eran evidentes sus destrezas. Pero ella jugaba en voz baja, sin llamar la atención, sin orgullo ni referentes en esta disciplina poco reconocida para las mujeres.

Recuerdo a otras chicas de mi cole, no tan aventajadas en este deporte, que jugaban en una esquina del patio a pegarle patadas a un cartón de zumo junto algunos chicos con pocas capacidades en el juego de la pelota. Había algunas que no lo hacían mal, pero no se sentían autorizadas para jugar con los chicos en el amplio campo que dominaba el mayor espacio del patio de recreo.

Pero todo eso ha cambiado en el instante en que una chica marca un gol en un mundial y nos hace campeonas del mundo. Las chicas de mi escuela se sentirán orgullosas de la hazaña de las jugadoras del equipo de España que son las mejores del mundo mundial. Y exigirán su espacio en los recreos, porque ellas también podrán jugar a lo que quieran sin discriminación alguna. Porque ya tienen referentes que las avalan. Ahora las niñas también podrán alzar la mirada a lo más alto mientras juegan con la pelota.

Porque se ha producido un hito en la historia de este país; las mujeres han dado un golpe en la mesa, un gran paso hacia la igualdad. Y lo que tanto nos costaba en las escuelas, con trabajos en el día de la mujer, con cientos de proyectos muy elaborados y que producía tan pocos cambios…, lo han conseguido unas chicas que juegan al fútbol y han ganando un mundial.

A veces, los cambios culturales se producen de manera inesperada, pero siempre en estados emocionales colectivos. Porque la emoción vivida, en la celebración de ganar el mundial por las chicas de la selección española, ha producido un estado emocional de toda la sociedad española, y cambiará, sin duda, las arcaicas percepciones sobre las capacidades y posibilidades de la mujer en la sociedad.

El beso a su pareja de una futbolista lesbiana, la gitana que marcó el gol o la chica de piel oscura condecorada como mejor futbolista joven, han producido cambios, en nuestras mentes y corazones, más profundos que todos nuestros intentos por crear unas generaciones más libres, diversas y permisivas con nuestros proyectos de escuela igualitaria. Bienvenido sea este acontecimiento que va a cambiar la educación de las chicas y los chicos de nuestra sociedad.

Gracias al equipo de fútbol femenino de España por la hazaña, por mejorar la educación de nuestro país con vuestra proeza, haciéndola más libre, diversa e igualitaria.


18 de agosto de 2023

EL HUEVO SORPRESA Y OTROS CACHIVACHES

Esos cochecitos que están a la entrada de los restaurantes o junto a los kioscos, con su música repetitiva y embriagadora, soliviantan a la infancia sobremanera. Es un reclamo del mercado para que nos dejemos los cuartos. Eso lo sabemos y lo controlamos. Intentamos evitarlo, pasar de largo, buscar estrategias para posponerlo, esperanzados en que pase el trago. Pero si no podemos eludirlo, le echamos unas monedas a la máquina infernal y nuestros vástagos se pasearán un ratito, imaginando que van montados en un magnífico coche recorriendo mil ciudades con la imaginación. 

Pero el tema se ha complicado. Los supuestos beneficios de estos artefactos (que desarrollan la imaginación sintiendo que están conduciendo, mejoran el sentido vestibular con el movimiento y entusiasman a nuestros vástagos) se han endiablado. Y ahora comienzan a poner pantallas delante del coche para que la infancia deje de imaginar; una pantalla digital que simula que van conduciendo por una carretera digital, para que no tengan que generar actividad intelectual alguna (una nueva estrategia del sistema para enganchar a la infancia a las pantallas, impidiendo su desarrollo natural).

Otro caso que invade la mente de la infancia es el de los huevos sorpresas. Esas maquinitas que por un módico precio te regalan un huevo de chocolate con una sorpresa dentro. Pues resulta que se han sofisticado, y la sorpresa es un papelito con una página web o un QR para que los infantes entren, evidentemente, con el móvil de sus padres, en el endiablado internet. Otro intento de que no disfruten de un muñeco al uso con el que pudieran jugar y ensanchar su imaginación, sino que incitan a que se sumerjan en pantallas digitales.

Por último narro otro caso inquietante: en un parque de bolas (esos espacios a los que llevamos a nuestros vástagos para celebrar sus cumpleaños), se ha inmiscuido el mercado de pantallas. Además de piscina con bolas y toboganes con los que disfrutar, hay mesas con pantallas digitales que atraen a la infancia incitando a que dejen de jugar y socializarse, con estímulos musicales, luces deslumbrantes y reclamos digitales.

Debemos estar atentos en la crianza, hoy más que nunca, porque hay mil y una argucias, de poderes sin escrúpulos, intentando conquistar la mente de nuestra infancia para ensanchar el mercado y generar una futura clientela.

Tenemos que estar alerta porque estamos rodeados. Y si un gobierno cualquiera intenta coartar tales desmanes lo acusan de quebrantar la libertad. Pero hay que diferenciar entre libertad de mercado (libertad de los lobos gobernando a las gallinas), con la libertad de generar pensamiento autónomo, y eso solo es posible si cuidamos la educación de la infancia, librándola de tantas pantallas que determinan el pensamiento autónomo.

Dijo Marco Aurelio, hace dos mil años,  que todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad. Por eso es imprescindible que la infancia evite las pantallas, para que no imaginen verdad en donde solo hay espejos que simulan la realidad. Nos lo advirtió Platón en el mito de la caverna, nos lo recordó Saramago en su novela La caverna. Es necesario distinguir lo que es narración construida por la posverdad de lo que es la verdad sentida. Es por eso que debemos evitar que la infancia consuma pantallas cuando se está construyendo, porque el disfrute experimentado es momentáneo y determina la forma de pensar para toda la vida.

Creo que, en los primeros años, hay que evitar las pantallas (nada de espejos que alteren a una infancia en construcción), porque impedirán un pensamiento acorde con la realidad. Es por eso que debemos estar atentos a los huevos sorpresas y a otros cachivaches, que ponen anzuelos a nuestra infancia para que piquen, porque construirán un futuro desolador.

Por el contrario, es necesario más naturaleza, más socialización, más parques, pinturas, cuentos, teatros, poesía, bailes y canciones, tanto en la escuela como en casa, para que las futuras generaciones sigan construyéndose sin sorpresas ni cachivaches.

8 de agosto de 2023

DISTOPÍA VERSUS UTOPÍA

Distopía y utopía son conceptos contrapuestos que, pensándolo bien, nos pueden ayudar a avanzar por el camino correcto.

Dice la RAE que distopía es una representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. Yo lo aprendí con la novela de  George Orwell «1984». Últimamente, me lo recordó una novela que recomiendo: «Cadáveres exquisitos» de Patricia Highsmith. Porque la distopía puede ser una manera de vislumbrar un nefasto futuro y estar prevenidos para no perecer con las consecuencias de las inmundicias de este mundo.

Inventemos una distopía:

Un poder todopoderoso impone libros de textos con los que debe aprender toda la infancia. Ellos marcan el camino por el que transitar, irremediablemente, las niñas y niños de la comunidad: contenidos tendenciosos, copiar, memorizar, hacer actividades con preguntas cuyas respuestas están en dichos libros y devolver lo memorizado en exámenes. En Educación Infantil es más grave: colorear, no salirse del dibujo, copiar letras sin significado, aprender los colores, bailar a través de la pantalla y poco más.

Esos libros sacrosantos deciden qué deben aprender las nuevas generaciones, conformando un futuro programado, pocas veces acorde con la realidad existente. Van construyendo seres humanos con sus narraciones. En esta distopía se diseña toda una organización escolar: tiempos, espacios, metodologías, contenidos, costumbres, liturgias, etc. Pues resulta que esta supuesta distopía existe en la realidad en demasiados colegios. Ya se sabe que el lenguaje crea el pensamiento, por lo que es necesario crear narraciones, fuera de esta distopía, que amueblen los futuros cerebros.

Borrón y cuenta nueva; frente a la distopía existente, inventemos una utopía.

Recoge, Eduardo Galeano, en su libro Palabras andantes, una frase de Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar”.

Imaginemos que la escuela actual no existes tal como la conocemos, con el lastre de la historia y los poderes ancestrales, con los intereses económicos de algunas editoriales, con el beneplácito de la iglesia amenazante de otros tiempos, con ritos y liturgias que arrastra desde hace siglos y que condicionan lo que hoy es y seguirá siendo, si no lo remediamos. Imaginemos que empezamos de cero y tenemos que educar a la infancia.

¿Qué escuela diseñaremos?

Sabiendo lo que sabemos, que la infancia se está construyendo, abonaríamos la tierra para que la infancia evolucionara de forma natural, creando una cultura acorde con sus necesidades. Dejaríamos tiempos para que crecieran, eso sí, regándolos con mucho amor; dándole autonomía para que aprendan en libertad. Poniendo a su alcance toda la cultura que ha desarrollado los seres humanos a lo largo de la historia, para que acorten el camino ya recorrido por la humanidad. Respetando sus desvaríos como parte del aprendizaje. Creando comunidad, porque debemos ser parte de un todo que avanza sin dejar a nadie atrás. Imprescindibles profesorado entregado: cultos, inteligentes, éticos y buena gente. Lo mejor de cada casa; porque lidiamos con la futura civilización.

Para ello tenemos que partir de lo que verdaderamente necesita la infancia. Deberíamos tener esa oreja verde de Rodari[i], para escuchar sus necesidades, tener una actitud de escucha, apuntar a un futuro en que vivirán felices, cubrir sus necesidades, atender a todas las personitas independientemente de sus peculiaridades…; y dejar de escuchar a políticos que utilizan la educación como mercado.

Así que caminemos hacia el horizonte, supuestamente inalcanzable, con paso firme y certero, con la ilusión de conquistar la utopía. Al menos, caminaremos por el camino correcto, buscando la senda del bienestar de la mayoría de las personas.

 

 

29 de julio de 2023

LO QUE SE PUEDE MEDIR

Lo esencial de la vida es difícil de medir. El concepto de felicidad es la prueba. No hay metro que nos permita discernir cuándo sentimos bienestar. Los números tienen sus limitaciones. Ya se sabe que la estadística muestra, con un mínimo de tortura, cualquier conclusión que queramos demostrar.

Se puede medir la velocidad lectora, pero es difícil discernir la comprensión, y mucho menos si lo que leemos nos sirve para ser mejores personas.

Topé con una alumna que hace años pasó por mi cole con diagnóstico indeterminado. Era tímida, poco lenguaje, dificultades en la lectura y escritura, supuesta dislexia, etc. Pues resulta que después de un tiempo me la encuentro y, aunque sigue mostrando cierta timidez, es la mar de educada. Percibo a una chica que puede hacer una vida autónoma y normalizada, a pesar de todos los diagnósticos que, imagino, fue mermando su autoestima.

Se puede medir con ciertos test de inteligencia y pruebas estandarizadas las habilidades para resolver pruebas seleccionadas y supuestamente contrastadas. Pero inferir que eso es la inteligencia es un salto muy atrevido. ¡Cuidado con el concepto de inteligencia que nos acecha la inteligencia artificial! He visto personitas que no pasaron las pruebas del C.I. (coeficiente intelectual) pero eran hábiles para vivir en sociedad. Y lo contrario, gente que obtenían el beneplácito de los test y notas de sobresaliente pero mostraban muchas dificultades para vivir la vida.

Recuerdo a un chico que en las evaluaciones de C.I. raspaba la normalidad, (lo que suelen llamar inteligencia límite). Esta prueba se suele contrastar, si haces una buena evaluación educativa, con entrevistas con el alumnado. Pues resulta que este chico no daba ni una en el test, pero sabía de la vida más que muchos de sus congéneres. Discernía entre lo que está bien y está mal, era ávido en resolver conflictos sociales, se mostraba muy educado en todo momento, diferenciaba entre lo que es justo o injusto en la vida y controlaba sus emociones, a pesar de vivir en la pobreza y con dificultades familiares importantes.

Es por eso que el orientador estaba hecho un lío en el diagnóstico. Porque este chico no parecía inteligente pero era más listo que el hambre. Ya sé que esto no es científico, pero el lenguaje de mi pueblo, a veces, funciona. En los pueblos se sabe que hay gente que no es cultiva pero es resolutiva. Creo que el sobrevalorado C.I. (coeficiente intelectual) tiene mucho de cultura urbana y burguesa; pero también hay inteligencia en el mundo rural no cultivado. Bueno, en cultivar, sí que son expertos. Ya me gustaría ver a un listo de mi pueblo si hubiera estudiado y a un inteligente de ciudad intentando sembrar patatas y ordeñar a una vaca.

Popkewitz[1] denomina “la conquista del alma infantil” al conocimiento que se transforma en protocolos que certifican, al más puro estilo comercial–neoliberal, la calidad del producto. Porque medir la calidad es una entelequia. Medir la comprensión lectora con pruebas de velocidad es una aberración, porque la lectura comprensiva requiere de lentitud y reflexión. Los más veloces pueden que lleguen antes a ningún sitio. La rapidez es medible, la lentitud es compresiva. Porque a fuego lento siempre es más sabroso cualquier manjar.

La cuestión es que lo medible depende del instrumento de medir. Pero ya se sabe que la felicidad no se sostiene en ningún instrumento, sino que es una emoción sentida.



[1] . Popkewitz, Thomas (2021): La impracticabilidad de la investigación práctica. Editorial. Octaedro. Barcelona.

12 de julio de 2023

ESCRIBIR ES COMUNICAR EMOCIONES CON GRAFISMOS

En Europa, la mayoría de niñas y niños de primera infancia, de cero a seis años, van a kindergarten. Estos centros carecen de un currículum formal pero tienen una visión educativa y socializadora. Se da importancia al juego libre, a la autonomía y a las relaciones sociales para promover el desarrollo personal. No es imprescindible el aprendizaje de la lectura y la escritura. Saben que es un tema cultural que necesita de madurez. Lo importante es el desarrollo de la identidad de cada infante. 

Una vez comuniqué con un maestro del norte de Europa, y cuando le pregunté por el tema de la enseñanza de la lectura y la escritura se quedó desconcertado y me respondió: si las niñas y niños ya están maduros para aprender un código simbólico, no suelen tener problemas, eso me dijo, Lo comprendí después de un tiempo.

El problema lo creamos en España, porque empezamos con las letras antes de tiempo; no dejamos que el cerebro madure y adquiera las competencias necesarias. Lo más grave es que estamos dejando de trabajar en la maduración previa necesaria: la psicomotricidad, el juego simbólico y libre, el lenguaje oral, los cuentos, canciones, poesías y teatro. Nos estamos dedicando a colorear y completar actividades simples en libros estereotipados que aportan  poco a la madurez de la infancia, y a dibujar letras como si eso tuviera algo que ver con la escritura.  

Las personitas más maduras pueden aprender a leer y se valoran como mejores, mientras las que necesitan más tiempo de desarrollo y tardan en descifrar los símbolos escritos se sienten mal en la escuela, porque se comparan, irremediablemente, con sus iguales. Así comienza la discriminación en la escuela.

El objetivo de la etapa de infantil en la mayoría de países europeos es crear un entorno seguro para favorecer la convivencia, la creatividad, la autonomía y el desarrollo de la identidad de forma segura.

El dilema es: ¿mejor empezar a enseñar las letras antes de tiempo o esperar a que maduren todos los requisitos para emprender a leer? Pues resulta que en España, todas las editoriales, que son la principales guías educativas, han resuelto el dilema de forma equivocada. Y se programa empezar a leer y a escribir saltándose los llamados prerrequisitos, eludiendo la imprescindible madurez y las capacidades necesarias; poniendo a las niñas y niños a trazar garabatos sin sentidos y a memorizar que la m con la a dice ma.

Primero está lo sensorial, luego lo motriz, lo psicomotriz, porque no hay movimiento sin consentimiento mental. Luego viene lo simbólico, un gran salto en el desarrollo del cerebro. A continuación emerge la conciencia: vislumbrar lo que somos frente a las demás personas en contexto. Y solo al final estaremos preparados para trepar sobre las altas cumbres de la comunicación escrita. Sólo entonces seremos capaces de utilizar un medio comunicativo tan complejo como la escritura.

Porque aprender a leer y a escribir no es trazar garabatos, no es deletrear sonidos sin comprender el significado. Aprender a escribir es ser capaz de comunicar, a partir de signos, con personas amadas. Aprender a leer es viajar por un mar de posibilidades escritas por otras personas. Porque el aprendizaje de esos signos no es previo a la comunicación. Primero está el deseo y la emoción por comunicar. Solo así aprenderemos a escribir de forma significativa.

Siempre recordaré la carta de una alumna de tres años a su abuelo que estaba malito y que decía: o ieo e muea. E ieo uo. Con las vocales que conocía quiso decir: no quiero que te mueras. Te quiero mucho. Sin palabras me quedé. Había empleado sus rudimentarios conocimientos sobre la escritura con vocales para comunicar algo sentido. Así comienza, creo, el aprendizaje de la escritura y la lectura, con signos que llevan dentro la emoción y el deseo de comunicar.

4 de julio de 2023

IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

La educación pública es el único resquicio que nos queda para compensar la galopante desigualdad que este mundo genera.

Wordl Inequality [i], el último trabajo sobre desigualdad, ha puesto de relieve una situación injusta e insostenible: el 50 % de la población mundial más pobre solo posee el 2 % de la riqueza global, mientras que el 10% más rico detenta el 76%. [ii]

Además de la lucha política, necesaria para aminorar esta injusta situación, desde la escuela, en los primeros años de vida, podemos ir construyendo un mundo mejor. Para ello, debemos crear una escuela pública y de calidad que aporte nuestro granito de arena a la mejora del mundo en que vivimos.

La infancia no entiende de clases sociales, por lo que es fácil que se quieran, convivan y crezcan en igualdad. Recuerdo la simbiosis que se produjo entre una chica pobre y gitana con el chico más listo de la clase con dificultades de sociabilidad. Los juegos de luchas en la alfombra limaron sus diferencias y dificultades. Y es que el roce hace el cariño. Creo que ambos contribuyeron a crear un mundo más humano.

Que en la escuela convivan niñas y niños de todo el mundo repercutirá en la paz mundial, no tengo la menor duda. Que exista gente de muchos países en la escuela es una riqueza que debemos aprovechar. Recuerdo cuando trabajamos el proyecto “Nuestros países”, en el que aprendimos sobre las culturas de Polonia, Argentina, Francia, Paraguay, Alemania y España, las nacionalidades de nuestro alumnado. El aula parecía la ONU en pequeña. Aprendimos a decir buenos días en todos los idiomas, escuchamos música, cuentos y leyendas de todas las identidades, degustamos comidas y bebidas venidas allende los mares…; y la empatía entre personas de otros países nos convirtió en ciudadanos del mundo. Por eso creo que la convivencia en la escuela de alumnado de distinta procedencia siempre es un enriquecimiento, si somos capaces de aprender, aprendernos y convivir en paz a pesar de las sutiles diferencias.[iii]

También es necesario trabajar sobre pueblos que nos quedan lejos, para enseñar que hay culturas y miradas diferentes a las nuestras: otras religiones, creencias, costumbres y formas de ser. Recuerdo cuando hicimos el proyecto sobre Perú. Fue el mayor aprendizaje de vida: aprender otra cultura, sentirla, vivirla y comunicar con ella. No hay mayor aprendizaje [iv]

Mi aula siempre acogió la diversidad como un regalo que nos hizo mejores personas. Recuerdo aquel chico con tetraplejia que consiguió que sus compañeros jugaran al fútbol de rodilla, como él. A cambio, este chico les prestaba el ordenador en el que escribía porque tenía dificultades en coger el lápiz. Otro alumno, con síndrome de Down, ayudó a resto del alumnado a mejorar la flexibilidad, en el que él era aventajado, dirigiendo las sesiones de educación física.  Aprender a dar abrazos a una chica con autismo fue el reto más difícil de superar para el alumnado de mi aula. Y es que había que hacerlo con mucho tiento, mirándola a los ojos, sin alterarla. Así aprendimos en mi aula a tener empatía y aceptar la diversidad.

En la escuela es necesario educar sobre situaciones reales, para que de mayores no pensemos a partir de narraciones inventadas, inservibles para mejorar el mundo en que vivimos.  Trabajar a partir de un periódico y de las noticias locales o hacer salidas al entorno desarrolla en el alumnado conciencia sobre el mundo en el que vivimos. Recuerdo las visitas que hicimos a nuestro pueblo: al parque, al castillo, al museo, al polideportivo, al mercado, a la biblioteca, a la radio, a otros colegios y a la casa de cada personita del aula. Esos aprendizajes sobre el entorno real nos enseñaron a mirar el mundo real, fuera de los libros de textos, a impregnarnos de vida, de aprendizajes significativos.

La escuela pública es el último baluarte para mejorar nuestras vidas, creando conocimiento sobre el mundo real en que vivimos y prodigando la igualdad de oportunidades. Por eso debemos mimarla, apoyarla, subvencionarla, generalizarla y mejorarla. Porque una sociedad desigual genera violencia estructural, pobreza, maltrato, racismo, discriminación, guerras, terrorismo y mil cosas más. Parece una exageración, pero creo que los problemas sociales debemos solucionarlos en la infancia, para que en la adultez tengamos personas sensatas. Por eso debemos apostar por una educación pública de calidad. No me refiero a la titularidad de los centros educativos sino al ideario real de los mismos. Una escuela es pública y de calidad si admite a todo el alumnado y le enseña a convivir en la diversidad, independientemente de su procedencia social, económica o cultural y de su capacidad o peculiaridad identitaria. Porque es en convivencia con la diversidad donde construimos la futura paz social en el colegio y, quizás, también en el mundo.

 



[i] Lucas Chancel, Emmanuel Saez, Piketty y Zucman Wordl (2022) Wordl Inequality: Summary_WorldInequalityReport2022_Spanish.pdf (wid.world)

 [ii] Andreu Missé (2023) Explosión de la riqueza de papel. El País. 5-6-2023. Pg. 46.

[iii] Gómez Mayorga, C. (2007) Nuestros países, una geografía sentimental. Cooperación Educativa. Kikirikí.

 [iv]  Gómez Mayrga, C. (2014): Un aula abierta al mundo.  Revista: Didáctica. Uruguay. Año 1, nº 4. Pag. 28-33: Un aula abierta al mundo.pdf - Google Drive

 

13 de junio de 2023

SOMOS, IRREMEDIABLEMENTE, SERES SOCIALES.

Somos seres sociales. Es una obviedad, pero se nos olvida con facilidad. Nos convertimos en seres sociales hace miles de años, cuando nos afectó la herida o la muerte de un ser querido. Somos personas cuando empatizamos con los demás, cuando sentimos las emociones de las personas que nos rodean.

Vivimos en un mundo egocéntrico, en donde impera la individualidad, en el se nos vende la idea de que podemos ser los mejores sin necesidad de nadie, que todo depende de nuestro esfuerzo. Lo dice cierta psicología de autoayuda en las redes sociales: eres lo que quieras ser, puedes alcanzar lo que desees, todo dependes de ti, está en tu mente, en tus manos, etc. Estos mensajes niegan las clases sociales, los privilegios, el linaje, los derechos adquiridos, los poderes fácticos, el control de los medios de comunicación, las prebendas, la supremacía cultural, la diversidad social y la historia. Estamos en la cultura del esfuerzo a secas, negando cualquier otra influencia. Cuando el verdadero esfuerzo lo realizan las personas con más necesidades. Es cierto que el esfuerzo es necesario, pero es mentira que quien triunfa lo ha conseguido solo con su esfuerzo.

El liberalismo, imperante en nuestra sociedad, busca la libertad individual. Se basa en que nadie debe meterse en mis derechos porque altera mi libertad. Es un contrasentido. No saben lo que están diciendo. Es puro narcicismo creerse individualidades y no aceptar las influencias de otras personas. Insisto, irremediablemente, somos seres sociales.

No seríamos nada sin las personas queridas que nos influyeron. Necesitamos de conexiones amorosas que nos construyan para poder ser lo que somos. Debemos conocer las influencias que nos conformaron y que nos obligan a ser futuros solidarios. Estamos hechos de retazos de ancestros amorosos. Si no analizamos nuestra procedencia no sabremos quienes somos, de dónde venimos ni a dónde vamos.

Para construirnos como personas necesitamos aprender quiénes somos, asumiendo los límites que nos dicta la sociedad. Somos dependientes de la cultura en que vivimos y la historia que, irremediablemente, nos ha determinado.

Educar es desarrollar nuestra identidad, quienes somos, dónde terminamos y dónde empiezan los demás. Derechos y responsabilidades deberían ir de la mano. Pero el límite no es disciplina, es autoconocimiento y autocontención responsable. Cuando se producen deseos desorbitados y somos capaces de contenerlos, por respeto a las demás personas, tomamos conciencia de que vivimos en sociedad. Es entonces cuando comenzamos a construir nuestra identidad. Porque alguien se convierte en ciudadano cuando asume los límites necesarios: las normas, las reglas sociales, la educación para la convivencia, la modestia imprescindible de saber que nadie es sin las demás personas. Solo de así surgen las tres palabras mágicas: gracias, perdón y por favor.

Pero también debemos ser críticos con las normas sociales imperantes. Poco a poco, debemos ir deshilando las ataduras morales que nos atenazaron irremediablemente, para así vislumbrar lo que somos, mientras vamos comprendiendo la necesidad de ciertos límites. Esto requiere del desarrollo de la autoconciencia. Difícil reto es aceptar normas sociales a la vez que buscamos nuestra libertad. Ardua tarea la de educar.

Debemos tomar conciencia de las limitaciones que la sociedad nos impone por nuestro bien, deshacer el ovillo enmarañado de emociones derramadas que se produjo en la niñez, ante tanta norma incomprensible cuando éramos solo deseo, para asumir las inhibiciones necesarias para una vida social. Esa es nuestra misión en la escuela: bregar entre la disciplina y la libertad, entre mis deseos y los deseos de los demás.

Solo seremos libres dentro de un contexto, no puede existir una libertad asocial. Necesitamos tener empatía: ponernos en el lugar del resto de la humanidad, aceptar que las leyes son necesarias para crear una sociedad que nos construya como personas.

No debemos matar al padre, a la norma, si queremos seguir viviendo en sociedad. Tampoco el poder despótico de un padre omnipresente construye personas autónomas. No existe autoridad que tenga las verdades absolutas (ni dioses, ni líderes políticos,…). Debemos, por tanto, crear consensos, entre todas las personas, con fecha de caducidad, con revisión permanente, que nos permitan vivir en la diversidad de opiniones contrapuestas, en la complejidad de este mundo cambiante, en la incertidumbre de un mundo incierto e inestable.

Es por eso que en mi aula educamos para el desarrollo de la identidad teniendo en cuenta a las demás personas, construyéndonos en la complejidad del mundo que hemos heredado. Por eso trabajamos por ambientes respetuosos con la diversidad. Y aprendemos de la vida a través de proyectos vivenciales. Y cada día hacemos asambleas de aula para construir conocimientos  compartidos, para investigar, para discutir, para confrontar opiniones, para construirnos como personas sociales.

En el aula trabajamos para crear identidades respetando diversidad y construyendo imprescindibles normas sociales. Por ejemplo trabajamos el proyecto Las caja de los tesoros. Una caja de cartón albergaba toda nuestra historia pasada, y nos ayudó a construir la identidad. Porque somos nuestras historias narradas. Cada cual, en asamblea, ante los demás, contó su historia a partir de los objetos de su caja de tesoros realizada con la familia. Y el aula se convirtió en historias compartidas, que crearon una comunidad diversa pero emocionalmente unida.

De eso va la educación,  de eso debería ir la escuela, y la vida.


31 de mayo de 2023

¿EDUCACIÓN CONCERTADA?

Educación Concertada viene de concierto, con cierto… privilegio. Tiene una contradicción en su esencia. Quieren ser educación privada pero con dinero público. O, dicho de otra manera, quiere ser educación pública pero con prebendas.

Conozco algunos centros concertados con una visión solidaria de la educación, que acoge a todo el mundo, que ayudan a los más necesitados, que son cooperativas lidiando con mil dificultades, que tienen proyectos educativos que apuestan por las personas con carencias. Pero la mayoría de los centros concertados son negocios que quieren hacer caja con la educación de la infancia, imponiendo su doctrina y, a veces, ni eso. Se valen de idearios religiosos, justificándose con el amor al prójimo y demás monsergas, para montar un negocio.

Los centros concertados, en su mayoría, viven en una contradicción permanente: son religiosos, que se supone ayudan a los más desfavorecidos, pero segregan al alumnado con dificultades; buscan la excelencia, evitando a quienes tienen más carencias. Son centros con idearios sagrados, por lo que deberían ayudar a los marginados de la sociedad, pero evitan a las personas empobrecidas.

Eligen a su profesorado sin mediación de oposiciones estatales igualitarias, porque se creen capaces de seleccionar a los mejores, aunque siempre hay una red clientelar. Y el Estado, supuestamente aconfesional, lo permite. Contratan de aquella manera y buscan la excelencia con engaño, evitando al alumnado que le baja la media. Ya se sabe que la estadística es una gran mentira: si la mitad de la población no come pollo y la otra mitad come un pollo, la estadística muestra que cada persona come medio pollo. Si evitamos  que entren en nuestro sistema a quienes no comen pollo, tendremos un alumnado bien alimentado.

Buscan el éxito educativo en contradicción con su ideario religioso y solidario, evitan a quienes tienen necesidades con mil excusas. Seleccionan al alumnado con más capacidad y crean una red de relaciones de gente adinerada que solo buscan el éxito social. Ya se sabe que para triunfar como escuela solo hay que seleccionar. Si eliges a los más exitosos siempre triunfas, pero a costa de la segregación y la marginación de los más necesitados.

Un buen colegio debería acoger a todas las personas, también a las marginadas, a los nadies, a la infancia destrozada, a quienes tienen dificultades, a los pobres, a los parias de este mundo… para darles posibilidades. Los peores colegios del mundo son los que buscan los estándares de calidad expulsando al alumnado con dificultades. Porque no aportan nada, no mejoran la sociedad, solo seleccionan, y luego se cuelgan medallas.

En la escuela pública siempre nos llegó alumnado con diversidad funcional, desechados de las escuelas concertadas con la escusa de que no tenían personal especializado para este tipo de alumnado. Me da risa, a la vez que tristeza, el argumento.

Vaya morro tienen quienes hacen este tipo de trampas. Si escoges a los mejores y luego evalúas, sin tener en cuenta los aprioris, seguro que tendrás mejores resultados. Pero no nos engañan, las  buenas escuelas son las que acogen gente con dificultades y las hace progresar en sus posibilidades. Podría nombrar a cientos de escuelas que trabajan para la mejora de la sociedad y la emancipación de sectores desfavorecidos. Sólo pondré un ejemplo: C.E.I.P. Nuestra Señora de Gracias, en Málaga, que apuesta por la infancia más necesitada.

Demos alas a la escuela pública, la única que mira a los ojos de cada persona, compensando sus dificultades, con la esperanza de crear una sociedad más justa e igualitaria.

20 de mayo de 2023

¿INTELIGENCIA ARTIFICIAL?

El coeficiente intelectual (CI) fue un hito en la historia educativa, pero se ha quedado anticuado, pasado de moda y cuestionado por la comunidad científica desde hace tiempo; aunque su simplicidad hace que siga vigente por ciertos especialistas, que también los hay, y una burocracia educativa que aún no ha renovado sus amarillentos formularios.

Alfred Binet inventó el primer test de inteligencia para ayudar a la infancia necesitada; pero, como toda técnica, se puede emplear para bien o para mal. Y el CI se ha utilizado en muchas ocasiones para etiquetar, clasificar y marginar, incidiendo negativamente en el desarrollo y las expectativas del alumnado.

Luego vino las inteligencias múltiples de Gardner: lingüística-verbal, lógica-matemática, visual-espacial, musical-auditiva, corporal-kinestésica, interpersonal, intrapersonal, naturalista, emocional, existencial, creativa, colaborativa. Un avance, no hay duda. Pero seguimos con el término inteligencia como Sancta Sanctorum.

En los últimos tiempos, hemos sufrido una avalancha de inteligencia emocional, hasta el punto de que hemos dejado de emocionarnos por saturación. Y no digo que existiera su necesidad en tiempos de racionalidad y usura, sino que el sistema lo ha asumido y se venden emociones hasta en supermercados.

El caso es que la inteligencia posee un halo de santidad, quiero decir de cientificidad. Solo nombrar el concepto damos por válido cualquier apellido que lleve asociado. Pero deberíamos preguntarnos: ¿qué entendemos por inteligencia?, ¿en qué somos inteligente? y, sobre todo, ¿para qué somos inteligentes?

Ahora nos invade la inteligencia artificial, una inteligencia propiciada por los nuevos tiempos. Al concepto inteligencia siempre le faltó una pisca de ética y, a la inteligencia artificial, no digamos.

Nunca lo más lógico, lo más certero, lo racional… es lo más ético, lo más moral. Ya se sabe que fueron científicos eficaces quienes idearon las cámaras de gas, la más alta tecnología para hacer el mal. Hoy sabemos que faltó ética y moral; y quizás sigue faltando, hoy día, en la llamada inteligencia artificial. Porque una cosa es la eficacia y otra, muy distinta, la ética: mirar el bienestar de toda la humanidad.

Lo importante no es el conocimiento a partir de datos y protocolos informatizados, sino hacia dónde queremos ir como comunidad humana. No es un tema lógico sino una cuestión ética. Ya lo dijo José Antonio Marina en su Ética para náufragos: ir a mucha velocidad, sin saber a dónde vas, es un contrasentido; porque podemos ir a marcha forzada en dirección contraria.

Así que debemos construir un concepto de inteligencia teniendo en cuenta una ética social. Es necesario incidir en que, sin moral, toda inteligencia puede ser dañina. Porque nunca un protocolo tuvo sentimiento, valores y, menos, ética.

Uno de los problemas que plantea la inteligencia artificial es su dificultad con la empatía, la moral, las emociones, con el amor y, sobre todo, con el sentido de vida. Porque la vida no va de lógica sino de ideario, sentimientos, solidaridad y ética. Lo han dicho tres intelectuales desde distintos saberes, el profesor de lingüística Ian Roberts, el filósofo Noam Chomsky y el experto en inteligencia artificial Jeffrey Watumull: los sistemas de IA carecen de razonamiento desde una perspectiva moral, por lo que son incapaces de distinguir bajo marcos éticos lo que se debe o no hacer.

Tuve una alumna, llamada María, la chica más buena de la clase, siempre con su sonrisa puesta ayudando a los demás. Conectó con su compañera con autismo, le ayudó enormemente, tenía una empatía especial. Pero su producción académica no sobresalía. Ella estaba en otras cosas. Espero que sus deficientes calificaciones no hayan mermado su integridad moral y, a pesar de su andadura por el sistema educativo, siga mejorando la sociedad como lo hizo en mi aula ayudando a su compañera.

Quizás necesitamos, antes que inteligencia artificial, un desarrollo emocional, un sentir, un comprender, una solidaridad humana y mucha empatía. Quizás, deberíamos dejar de nombrar la inteligencia, para incidir en lo moral, en lo emocional, en el sentimiento y en la ética. Quizás, no es cuestión de inteligencia sino de justicia, de igualdad, de aceptar la diversidad humana, y de comprender que todas las personas, igual que las aves, son diferentes en su vuelo, pero iguales en su derecho a volar.  

13 de mayo de 2023

CUESTIÓN DE CONFIANZA

Émile Durkheim, sociólogo, pedagogo y filósofo francés, considerado uno de los padres fundadores de sociología científica, acuñó el concepto de solidaridad orgánica. En su obra La división del trabajo social, publicada en 1893, escribe: 

“En esta sociedad desarrollada cada individuo cumple una sola función especial de acuerdo a la división del trabajo social. Cada sujeto desarrolla sus dotes y talentos individuales de acuerdo a su rol profesional. La conciencia de que cada uno depende de otro y que todos están vinculados por un sistema único de relaciones sociales, creadas por la división del trabajo, genera el sentimiento de dependencia mutua, de solidaridad, de sus lazos con la sociedad”.

Es decir, las sociedades complejas se basan en la confianza de que cada cual aporta su granito de arena para que todo funcione. Por eso confiamos en que los alimentos que compramos sean saludables y pesan lo indicado, que la carrera de taxi es correcta o que nuestros impuestos sirven para cubrir necesidades sociales. Y no vamos todo el día pesando, midiendo, comprobando y sospechando de todo el mundo. Debemos tener confianza hasta en la policía, que se encarga de vigilar los desajustes para que la sociedad siga funcionando. La creación del Estado cumple este cometido: generar confianza. De lo contrario, estaríamos todo el día con paranoia, con suspicacia hacia el resto de la humanidad.

Pero, en estos tiempos, al profesorado se le ha quitado la confianza, y se ha construido todo un sistema de control sobre su trabajo: fichar al entrar al colegio desde su propio móvil, que está controlado con localizador para ver si llega a su hora; con burocracias mil para vigilar su trabajo: programaciones detalladas sobre lo que hará cada día a cada hora, informes de cada entrevista a las familias, actas de reuniones de Ciclo, de Claustro, de Consejo Escolar y de todo lo que se menee en la escuela. Siempre con un ejército de inspectores amenazando.

En consecuencia, el profesorado pasa la mitad de del tiempo justificando todo lo que hace, en vez de dedicarse a su labor sagrada: la educación de la infancia.

Se ha perdido la confianza en el profesorado. Y, como escribió Émile Durkheim hace más de cien años, la pérdida de la confianza es el principio del fin de la solidaridad orgánica.

Si sospechamos de todo, si desconfiamos del Estado y de la sociedad entera, viviremos siempre en alerta, siempre con miedos y paranoia. Y el miedo es la principal causa de inactividad. Una cosa es la crítica al sistema y otra, muy distinta, la desconfianza.

Se supone que quienes han estudiado una profesión tan humana, han aprobado unas oposiciones y ejercen el magisterio tienen una capacidad para educar, un mínimo de empatía con la infancia y un compromiso social. Siempre hay que intentar mejorar sus dotes educativas, pero el control desde la desconfianza no es la mejor solución.

Deberíamos promover, en vez del excesivo control, otras formas de mejorar la enseñanza. Desde la desconfianza solo se provoca miedo, pasividad, engaño, disimulo… En cambio, desde la confianza de que cada cual es responsable de su función social, nos mostraremos humildes, receptivos y abiertos para analizar nuestras carencias y seguir aprendiendo. Porque solo desde una perspectiva social de confianza podemos mejorar la educación de la infancia y, quizás también, la sociedad.

A ver si toma nota las Administraciones Educativas. ¡Ya está bien de tanto control y tan poca confianza a quienes intentan educar!


10 de mayo de 2023

CUESTIÓN DE MIRADAS

Un cuento es una buena forma de entrar en el malestar de la infancia e indagar en sus desasosiegos. Los cuentos clásicos se contaron de generación en generación, durante siglos, porque servían para dar sentido a los desvaríos del alma. Eran narraciones sobre mitos ancestrales que daban respuestas, en lo más íntimo de las personas, a sus miedos, retos, deseos e inquietudes. Porque los cuentos encierran un talismán curativo para muchos males del alma. 

Requirió de mi experiencia, aunque ya estoy jubilado, una compañera maestra de un aula de Cuarto de Primaria. Tenía dificultades con un chico con desajustes familiares, que pegaba y creaba mucha alteración en el aula. Después de explicarme los problemas de su alumno, me pidió un consejo. Muchas veces, el principio de la solución es un cuento. Porque cuando encuentras la fábula adecuado entras en el alma de la infancia para curar las heridas que provocan sus desajustes.

El caso es que fui a contar a su colegio el cuento Resdán, de Paco Abril. Es una historia que nos narra la historia de un niño llamado Andrés, que se siente mal porque, tanto en el cole como en casa, le insultan, castigan y empequeñecen por su conducta disruptiva. Cuando narro el principio de la desoladora historia, en donde el protagonista siente un dolor inmenso en su alma por todo lo que le insultan, este alumno díscolo se muestra interesado, se identifica y comienza a preguntar y conectar con la historia.

Resulta que el chico del cuento se llamaba Andrés, y ante tanto insulto, provocado por su mal comportamiento (nunca se sabe si es primero el mal comportamiento o éste es producto de su herida) se pone a dibujar para tranquilizarse. Y dibuja un monstruo con las peculiaridades que menos le gustan de él, y de las que sus semejantes hacen burlas.

La cuestión es que, no se sabe bien por qué (cosas que pasan en los cuentos) el monstruo dibujado sale del papel y, tímidamente, comienza a conversar con Andrés. Al dibujo lo llama Resdán, que es su nombre cambiando las letras. Porque algo de él había en ese garabato que salió del papel y le interpelaba.

Después de leer el cuento invité al alumnado a que escribieran sus nombres y alteraran sus letras hasta formar un nombre de un supuesto monstruo que se escondía dentro de sus almas. Luego los invité a que hicieran un dibujo con las cosas que no les gustaba de su persona o que les hicieron sufrir en algún momento.

Resulta que este chico con dificultades de comportamiento dibujó un monstruo todo de rojo, con la cara metida entre rejas. Mucho de su familia se mostraba en el dibujo. Me acordé de Melania Grein, quien, en el siglo pasado, investigó que el lenguaje de los niños no era la palabra sino del dibujo y el juego.

He de decir que este chico problemático se mostró, durante toda la sesión, concentrado, participativo, equilibrado y trabajador. El cuento le había llegado hasta lo más profundo de su alma, de su herida.

Cuando me despedí de la clase, en la que conté ese cuento tan especial, me vino este alumno con dificultades y me dio un abrazo esencial. Me costó desprenderme de él para irme. Algo había conectado en su alma a través del cuento Resdán. Y es que hay cuentos, introspectivos, esenciales, saludables, curativos… que son capaces de cambiar un destino.

Mi compañera maestra, tutora de este niño tan especial, me escribe después de la experiencia y me dice:

Desde que tú pusiste tus manos en mi alumno, yo lo vi de otra manera.

Quizás todo sea una cuestión de miradas.

5 de mayo de 2023

A CORAZÓN ABIERTO

Dice Eduardo Galeano que «todos somos mortales hasta el primer beso y la segunda copa de vino». A partir de ahí, la sensación de trascender la propia existencia y transitar la eternidad se apodera de la persona. Es una sensación peligrosa, pero sumamente agradable y creativa. Es una sensación de inmortalidad que te hace bajar la guardia, vivir más intensamente y ser alguien esencial. 

Vivir parapetado no es vida. Porque educamos si nos mostramos tal cual somos, si nos damos, si dejamos expresarse al alumnado y oímos sus dificultades y deseos desde la escucha atenta de personas adultas sensibles y sinceras.

Solo educaremos si nos mostramos como seres humanos sintientes. Porque la educación va de conexiones amorosas, de navegar en mar abierto, de darse, de trasmitir sentimientos, conocimientos emocionales y deseos. 

Pero ¡cuidado! que navegamos, a menudo, en un mar social traicionero. Debemos abrir la mente en contextos inapropiados. Hay inconvenientes atrincherados que buscan nuestra vulnerabilidad en todo momento.

Sufrí el acoso de algunos colegas y de direcciones de colegios, que me percibieron como peligroso porque trabajaba de otra manera. Aunque sufrí por ello, siempre comprendí que fui un agente patógeno que amenazaba lo establecido. Poner en cuestión al sistema supone sufrir las embestidas lógicas de defensa del sistema. Así funcionan las organizaciones sociales. Es lo que hay. Pero seguí trabajando a corazón abierto.

Siempre tuve de mi lado a las familias para educar a sus vástagos. Pero una vez sufrí a un padre en contra de mi labor docente. Estaba en una lucha ideológica para poner uniformes a todo el alumnado en un centro público; y, como no estuve de acuerdo, embistió contra mi persona. Buscó todo los resortes del sistema para desprestigiarme. Menos mal que yo siempre ayudé a su hijo en sus dificultades, y no entré en pugna política. Siempre mostré mi preferencia por la diversidad del alumnado, y apoyé a quienes tenían dificultades, a pesar de sus familias.

Tuve una alumna que siempre estaba retando. El «no» era su primera opción, nada le venía bien. De ella aprendí que para decir sí había que tener los pies, muy estables, en la tierra. Y ella volaba por mil planetas insatisfecho. Mi posición educadora no podía ser la confrontación, sino ser un mar de amor amortiguando las embestidas con mis plácidas olas.

Conviví con un alumno que no sabía lo que quería y siempre me retaba. Su familia andaba conspirando junto a la dirección del centro, intentando justificar sus desvaríos, no asumiendo las dificultades de su hijo. Mientras, yo me mostraba humano en el aula, intentando indagar en las dificultades de ese niño que me retaba. Pronto descubrí que estaba excesivamente empoderado por unos padres que no aceptaban los desequilibrios de su hijo y buscaban una justificación desesperada fuera de su vástago. 

Siempre hubo quien me aconsejó que me parapetara, que no siguiera mostrándome, exponiéndome tal cual soy. Esa era la mejor solución para no sufrir demasiado. Pero yo continué luchando a corazón abierto. Amé a ese alumnado díscolo una y otra vez, mostré mi sonrisa más sincera a las familias, aún sabiendo que me hacían mal. Siempre creí que debemos mostrar lo que somos a pesara de las amenazas. Solo así podremos educar.

Ya sé que contradice la perspectiva psicológica de moda: mostrar seguridad, simular fortaleza, fingir, empoderarse, no admitir debilidades… Pero solo educaremos si nos mostramos tal cual somos, a corazón abierto, para que nuestro espejo refleje en la infancia una imagen ética y verdadera.

Así que, sírvanse un par de copas: una de vino y otra de abrazos. Quiero decir que para educar debemos mostrarnos tal y cómo somos, y conectar con el alumnado a corazón abierto. No hay otra posibilidad educadora, aunque tengamos que soportar los lógicos inconvenientes de quienes tienen miedo a que algo cambie y algunas embestidas a destiempo.

Si luchas a contracorrientes debes asumir los envites de quienes se resisten, de la tradición, de lo que se hizo siempre, de organizaciones que se defienden contra toda amenaza de cambio.

Para educar debemos mostrar lo que somos, compartir sentimientos, conectar… Pero teniendo cuidado, para que nadie nos dañe, para, así, poder seguir educando. Porque solo, a corazón abierto, podemos educar.