Érase una vez, en un país muy lejano… Tiempo y espacio indefinidos nos
invitan a entrar en los cuentos. Esa es la esencia de estas pequeñas historias
que contamos a la infancia desde tiempo inmemorial. Son relatos enigmáticos que
se cuelan en nuestras almas y husmean en lo que nos pasa. Porque cuando
escuchamos un cuento ponemos mucho de lo que somos en él.
Los cuentos nos regalan mitos que las sociedades transmiten a las siguientes generaciones para desentrañar los conflictos vitales que vivimos los seres humanos. Estas historias nos invitan a soportar los desajustes de nuestras emociones ante la complejidad de la vida.
Así es como el cuento de Los tres cerditos nos empuja a crecer. Al principio nos identificamos con el cerdito pequeño, que es todo deseo; para luego comprender que es mejor ser el cerdito grande que ya tiene capacidad de trabajo y espera. En la madrastra de muchos cuentos proyectamos la ira hacia nuestros padres cuando nos ponen límites. También hay cuentos que nos hablan de que el amor nos hace humanos, como Pinocho, un muñeco de madera al que el deseo de ser padre de Geppetto lo convierte en un niño de verdad. Hay cuentos que nos ayudan a crecer; otros, a soportar la vida, la muerte, la separación, los celos…, o a desear ser alguien, conquistar tesoros, dominar el mundo o ser felices.
En mis clases de Educación Infantil siempre hay un cuento en la punta de la lengua. Todos sentados en la alfombra, haciendo un corro, luz tenue, silencio y con las orejas tiesas. Es muy importante la liturgia para acontecimientos sagrados como la narración de una historia.
Recuerdo cuando contamos La Bella Durmiente. Hicimos teatro para meternos dentro de la trama. Luego pasamos tiempo discutiendo sobre la diferencia entre estar dormido y estar muerto, o entre resucitar y despertar. Porque las niñas y niños de Infantil hacen filosofía y discuten sobre lo esencial de la vida que plantea cada historia.
Otro día narramos El pájaro del alma, un precioso cuento de Mijal Snunit. En él se narra que el alma está llena de cajas con las diferentes emociones, y que hay que aprender a abrir y cerrar cada caja para que no se nos derramen por el cuerpo.
Nadarín, de Leo Lionni, nos enseñó el valor de estar unidos ante el peligro y la adversidad. Siempre hicimos teatro con él y se nos metió muy adentro.
Juul, de Gregie de Maeyer y Koen Vanmechelen fue un cuento muy especial que nos ayudó a desarrollar nuestra identidad. Juul era un muñeco de madera que se iba destruyendo con cada insulto que recibía. Construimos al muñeco protagonista y se convirtió en nuestro compañero durante todo el curso. Y fueron muchas las personitas del aula que diariamente lo acariciaban y mimaban para que no sufriera. Ya se sabe que ayudando a los demás nos construimos.
Cada vez que comencé con un grupo de Infantil de tres años, que venía al cole por primera vez, conté el cuento Mua, de Jez Alborrough. Es un cuento mágico que ayuda en el periodo de adaptación a mitigar la angustia que sufren las niñas y niños que se separan de su familia para ir a la escuela. Porque el protagonista, el monito Gugu, también sufre con la separación de su madre. Pero, al final, la encuentra y acaba con un abrazo fraternal que mitiga el sufrimiento.
Son muchos los cuentos que nos enseñaron a aceptar las situaciones adversas y a tener esperanza en el futuro, como El patito feo de Anderser; y otros muchos que nos ayudaron a soportar los miedos. Porque en los cuentos las emociones se visten de letras, que ponen orden y concierto a lo que sentimos y nos desconcierta.
Por último, destacar Resdán, de Paco Abril. Un cuento que solemos trabajar en mi aula para reflexionar sobre las emociones que nos desbordan en forma de enfados; y esta historia nos permite sacar fuera, dibujando y dialogando, el monstruo que todas las personas llevamos dentro.
Cada vez que
contamos un cuento en el aula, pasa a nuestra biblioteca. Y disfruto viendo a
mi alumnado repasar sus páginas y revivir las historias aunque no sepa leer.
Porque la lectura empieza mucho antes de que aprendan a descifrar las letras.
Son los cuentos los que crean el deseo de la lectura, para descubrir el tesoro
que encierran.
Nuestro cerebro tiene dos tipos de procesos con repercusiones educativas: uno simple y otro complejo. Lo dice Bruner, el famoso psicólogo constructivista, en su libro La educación, puerta de la cultura. Para cuestiones simples está la ciencia, pero para lo complejo, para lo humano, necesitamos de la narración, porque nuestro cerebro funciona con mitos, metáforas, cuentos y leyendas que concreten la complejidad de la vida. Por eso los cuentos son necesarios en la escuela de la primera infancia, porque construyen esquemas en nuestra mente, capaces de escudriñar la complejidad de este complejo mundo.
Y es que los cuentos tienen poder estructurante para nuestra psique porque la mente de la infancia se construye mediante la narración. Nos construimos narrándonos. Ponemos orden a nuestras emociones mediante el lenguaje. Y es así como una urdimbre de palabras va tejiendo nuestras mentes y nuestros corazones hasta completar una alfombra mágica que nos hace volar con la imaginación durante toda nuestra vida. Porque en cada cuento hay una enseñanza que va tejiendo nuestra existencia.
Frente a la comunicación imperante en nuestros días, apocada con spots, emoticonos, eslóganes, marcas, logotipos y videos fugaces, proponemos la narración como antídoto al impacto, a la llamada de atención constante, a la manipulación de las pantallas. Lo educativo es la lectura pausada y el pensamiento reflexivo que otorgan los libros. El pensamiento fragmentado no genera reflexión. Planteamos, por tanto, la narración de historias, cuentos y leyendas en nuestras escuelas; porque el mayor antídoto para la desinformación es tener un cerebro construido con esquemas narrativos complejos, que sean críticos con el consumo rápido y perverso que nos llega por los medios de comunicación y las redes sociales. Y es que los cuentos nos prestan estructuras narrativas y contribuyen a la construcción compleja de nuestras mentes, ayudándonos a digerir todo lo que sentimos y anhelamos: temores, deseos, miedos y esperanzas. Por ello, es necesario visitar las bibliotecas, lugar de culto donde se encuentran los tesoros imprescindibles para soportar y disfrutar la vida.
Esperemos que la mascota Leo de esta biblioteca ayude a las niñas y niños de Villanueva de la Concepción a disfrutar de mil historias imaginadas para contribuir a crear una ciudadanía reflexiva, ética y feliz. Que así sea.
24 de octubre de 2024 Día de las Bibliotecas.
Inauguración de la Biblioteca escolar de Villanueva de la Concepción.
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