28 de marzo de 2020

LA JUVENTUD EN LAS NUBES

Han dejado huérfanas las calles, vacíos los bares de copa y los descampados. Han abandonado los parques y jardines de tímidas luces. Han desalmado las fiestas y han abandonado los labios del beso de madrugada. ¿Dónde está ahora la juventud inquieta, cuya existencia se nutría fuera de las casas? ¿Cómo sobreviven sin asfalto amor, humos y cervezas? ¿Cómo llevan estar confinados bajo el sagrado palio de la sacrosanta familia?

En las nubes. La juventud siempre volando. Pero esta vez, la nube es internet. Están hablando, buscando, escuchando, cantando, jugando, estudiando y amando, todo por la red. Menos mal que están conectados.
¿Os imagináis una pandemia sin conexión para una juventud cuyas neuronas funcionan a base de megas y han desarrollado su identidad con el móvil en la mano? ¿Qué hubiera pasado sin soporte telemático? ¡Sorprendido estoy de lo bien que sufren el encierro! Eso tiene mucho mérito. ¡Un aplauso en los balcones para las jóvenes y los jóvenes! Eso sí, a altas horas de la madrugada, cuando están despiertos.

Perdonen ustedes, se me fue la olla con la introducción. Parece una canción de Sabina, y no es el caso. Yo quería hablar de la enseñanza de la juventud en estos momentos de confinamiento. Voy a ello.
Una crisis es una oportunidad para mejorar. Por eso propongo cambiar metodologías en los institutos, dar sentido a lo que estudian. Deberíamos trabajar por proyectos, aprovechar las circunstancias actuales para dar coherencia a las asignaturas y enfocarlas partiendo de situaciones problemáticas, como ésta que sufrimos. En estos momentos hay montones de jóvenes realizando tediosos comentarios de textos sobre el Cantar del Mío Cid, por ejemplo. Proponemos en cambio realizar críticas sobre textos periodísticos actuales que tratan la epidemia que tanto nos angustia.

Ha tenido que venir una crisis para poner patas arriba la enseñanza. Sería interesante trabajar sobre lo que nos está pasando. Es una oportunidad para tratar temas tan complejos sobre los que pasamos de puntillas a diario en los institutos; como ¿quién toma las decisiones cuando hay un problema: la ONU, el Parlamento Europeo, la OMS, los gobiernos nacionales, los autonómicos, o alcaldes y alcaldesas? ¿En qué gastamos los recursos? ¿Cuál sería el criterio? ¿Qué cosas son importantes? También podemos aprender sobre las epidemias y enfermedades, porque ésta no es la primera. Y podemos tirar de la Historia para investigar sobre la peste en la Edad Media. O indagar en la Geografía Humana y aprender que en África hay muchas enfermedades que matan a miles de gente cada día. O tomar conciencia de que en estos momentos es virulenta la epidemia de “dengue” en América Latina. Podemos enseñar funciones matemáticas que estudian la curva de evolución de los contagios del virus actual. Los periódicos están llenos de estadísticas que podemos aprovechar para aprender matemáticas. También  podemos analizar el tratamiento sobre el tema desde distintas fuentes de información (periódicos, webs o fake news)  O centrarnos en cuestiones bioquímicas sobre cómo funciona el virus: es todo un viaje mesiánico desde que entra en nuestra boca o nariz hasta bloquear los alvéolos pulmonares y nos impiden respirar. Y no debemos obviar el tratamiento filosófico: el miedo, la angustia, lo individual o lo social, el abordamiento político, etc. Y todo ello en la nube, por internet, conectados, bajo el techo familiar, salvando vidas sin salir de casa, parando de estudiar sólo un ratito para aplaudir a las ocho de la tarde, y una cervecita después.
Creemos que lo esencial que debemos aprender en los centros educativos es: lo que somos, junto a los demás seres vivos, que estudia las Ciencias de la Naturaleza; lo que hemos sido hasta nuestros días, que estudia La Historia; y en qué mundo vivimos, que lo trata la Geografía física, humana y económica. También es importante cultivar las artes, que es la máxima expresión creativa que construimos los humanos. Y todo ello con los instrumentos que tenemos para pensar, conceptualizar y comunicar, que nos presta la Lengua, las Matemáticas o la Filosofía.
Pero hemos dividido todo el contenido en porciones y lo hemos repartido en temas de libros de textos. Y pensamos que dando diariamente un trocito de conocimiento se juntarán en la cabeza de los chavales. Pues estamos equivocados. Los aprendizajes solo son relevantes si están globalizados, tienen sentido y son funcionales. Y ahora podemos soñar una gran oportunidad para cambiar la manera de enseñar.

Si de esta forma contextualizada se aprende más y mejor podíamos seguir trabajando, cuando todo esto acabe, con metodologías de proyectos, partiendo de situaciones problemáticas de la realidad actual: contaminación, crisis energética, el hambre en el mundo, etc.
 Y así habrá servido para algo esta maldita epidemia a una juventud que perece que está en las nubes, pero son el futuro de la humanidad. 

 

24 de marzo de 2020

NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA


La ONU ha solicitado que se paren las guerras porque hay que combatir a un enemigo común, el coronavirus. No  me lo puedo creer, un bichito tan pequeño ganando la gran batalla, lo que parecía imposible de proponer.  
Los bancos mundiales inyectan dinero para los estados, para los necesitados, para sanidad, para paliar la pandemia,… Los gurús del liberalismo interviniendo el mercado. No me lo puedo creer, un bichito tan pequeño cambiando el mundo antes que los antisistemas.  
Mientras que el Rey de España hablaba por la tele, una cacerolada en los balcones pidiendo su dimisión y que su padre done todo lo que, ilícitamente, se llevó. Nunca un rey hizo tanto por La República. No me lo puedo creer, un bichito tan pequeño cambiando formas de estado.
Los campos de fútbol cerrados y no se ha parado el mundo. Los jugadores disfrutan el mejor encuentro de su historia jugando con sus  familias. Un bichito tan pequeño cambiando las reglas de juego.  
Adolescentes del mundo junto a sus familiares hasta altas horas de la madrugada. Niños y niñas que juegan en casa con padres y madres en vez de con funcionarios. Mayores que nunca fueron tan cuidados. Un bichito tan pequeño velando por las familias: lo que nadie nunca soñó.
En la Edad Media aumentó la mortalidad de la peste por rezar confinados en las iglesias. La nueva religión, que es la ciencia, nos confina en nuestras casas. Cada cual en su morada y Dios en la de todos. ¡Pues sí que ha cambiado el cuento! Un bichito tan pequeño cambiando las religiones.
En unos días de parón se ha mejorado la atmósfera, ya podemos respirar y salvar el ecosistema. Paradojas de la vida: lo que es una infección nos está salvando el planeta.
Cada tarde en el balcón aplaudimos a los héroes de nuestra civilización. No son deportistas, ni artistas, ni millonarios, ni youtubers. Son sanitarios, cajeras, policías, basureros, pescadores, agricultores, carteros y carteras. Gente trabajadora del pueblo, los únicos imprescindibles. Y mira tú por dónde, gracias al maldito bicho hemos tomado conciencia.
Muchos héroes y heroínas salvando el mundo sin apenas hacer nada, tan sólo quedándose en casa. Nunca se hizo tanto sin hacer apenas nada: paradojas de la vida que un bichitos nos mostró.
Que si público o privado, que si estado o libertad de mercado. Pues se acabó la contienda. En el estado estamos todas las personas. En el mercado, sálvese quien pueda. Pues mira tú que el bichito nos ha enseñado política de la buena.  
Las personas corremos para llegar a ningún sitio. De pronto se para todo y vamos a lo más profundo de nosotros mismos. Un bichito tan pequeño relativizando el tiempo.  
Y los educadores haciendo teletrabajo. Se ha liado un caos tremendo: quienes no tienen internet, ni tabletas, ni ordenador; quienes padres trabajando, quienes no tienen paciencia, quienes no sé qué es lo que pasa pero no nos aclaramos. Por favor, ¡qué acabe esto pronto y se abran las escuelas!
Lo dicho: que no hay mal que por bien no venga.

Cristóbal Gómez Mayorga

19 de marzo de 2020

¿TAREAS PARA CASA?

 
Una ola de angustia virulenta reina sobre nuestras cabezas y se ha instalado especialmente en el alma de la infancia.
 La información navega sin control por los hogares, dejando una sensación de desasosiego que también atemoriza a nuestros escolares y que debemos atender. Nuestras funciones como educadores es transformar información por conocimiento y emociones derramadas en sentimientos pensados.
Pero resulta que las autoridades gubernamentales ha decretado el trabajo desde casa y nos ha mandado tarea: mantener nuestra labor docente desde la distancia. Y sin pensarlo demasiado hemos trasladado la escuela a casa mandando deberes, temas del libro de texto, actividades mil y un sinfín de enlaces en las cientos de plataforma que la sociedad moderna nos ofrece.
Y no hemos tenido en cuenta que hay cientos de familias que no tienen internet, ni ordenador, ni impresora o se han quedado sin tinta. Y una mayoría de gente no está al día en tecnologías, que aunque llevan tiempo wapaseando con el móvil son consumidores-analfabetos digitales.
Cada aprendizaje tiene sentido en el contexto en que se desarrolla. Y no tiene razón hacer actividades de lengua en el salón de la casa. Primero porque pierden toda sentido y significatividad. Mejor sería escribir cartas a sus tutores y tutoras o los amigos que están confinados. Pero también porque muchas familias trabajan y no pueden ayudar, algunas no saben y otras no pueden estar con sus hijos las 5 horas de escuela en casas. Además, como en las familias hay confianza es donde se manifiesta el rechazo a la escuela, muchos niños y niñas luchan contra los padres y madres para no hacer las tareas que a regañadientes hacen en el aula.
Toda crisis nos invita a pensar y cambiar. Reflexionemos pues para intentar mejorar. Estamos perdiendo una oportunidad única: romper los muros de la escuela y llevar la educación a la vida real.
Para poder aprender primero hay que quitar la angustia. La pirámide de las necesidades de Maslow así nos lo muestra: primero comer, en segundo lugar tener seguridad para perder el miedo y, por último, viene el aprender. Para ello la primera actividad que debemos proponer el profesorado de cualquier nivel educativo es afrontar la angustia que genera el coronavirus y hablar de ello: redacciones, poemas, preguntas, dibujos, debates, investigaciones,… todo tipo de tareas que sirvan para mitigar el miedo. En todas ellas se aprende las competencias claves, no nos preocupemos. Para ello contamos con motivación sobrada porque es un tema de plena necesidad e interés. Aunque no es bueno estar todo el día con el tema. Sólo lo necesario para responder a las preguntas que se generan y apaciguar el miedo.
En segundo lugar es una posibilidad única que podemos aprovechar para no hacer nada, para aburrirnos, para dejar la mente en blanco, para descansar. Es necesario resetear nuestro acelerado cerebro. Dejarlo en calma. No tiene sentido llenar la agenda en días de conflicto emocional porque bajarán nuestras defensas y estaremos más propensos a pillar cualquier bicho, y no sólo el susodicho coronavirus.
En tercer lugar, como estamos en casa, es el momento para educar en todos esos contenidos trasversales que tanto nos cuesta trasmitir en la escuela porque no es el contexto adecuado: la salud, la higiene, la alimentación, el descanso, las horas de sueño, la colaboración en tareas domésticas, las relaciones familiares, los juegos en familia, los afectos, etc. Es el momento de mandar como tarea hacer la cama, ayudar a la comida, limpiar la casa, recoger,… Así no habrá que tratarlo el día de la paz, de la mujer o en el programa de coeducación. También podemos trabajar la necesidad de lavarnos las manos, porque siempre debemos luchar con los agentes patógenos que están siempre a nuestro lado. Es el momento y el lugar para trabajar los hábitos de higiene en el contexto adecuado para aprenderlo. ¡Y qué decir de una alimentación sana! Es preciso comprender lo de la nutrición, las defensas, la alimentación saludable, la lucha que en el cuerpo siempre se produce entre salud y enfermedad y en la que podemos ganar la partida si nos aplicamos.
Muy importante para el desarrollo de la infancia es el juego. Ahora tenemos tiempo para ello. Una actividad tan terapéutica, tan necesaria, tan rica para el aprendizaje y que nunca tenemos tiempo durante el curso con tantas actividades y tareas programadas. Así que podemos utilizar el tiempo para jugar, cantar, bailar, disfrazarnos o hacer teatro.
Y por último y más importante, con las iniciativas comunitarias que abundan en las redes sociales podemos aprender solidaridad. Que no estamos solos en el universo. Que somos parte de un todo. Que sólo juntos podemos ganar a cualquier contrariedad que nos amenace. Y podemos mandar agradecimientos a tanta gente que nos están ayudando para que estemos sanos: personal sanitario, de limpieza, transportistas, dependientes, etc.
En conclusión, dejemos de mandar tantas tareas escolares para casa. Nuestro trabajo lo podremos hacer sin machacar a las familias con exigencias escolares. Con dar sugerencias y estar conectados para lo que necesiten ya vale. Quizás nuestro mejor consejo para los chicos y chicas que están en casa sea que se dediquen a las artes: la creatividad, la música, la pintura, la escritura, el teatro, el cine, el baile..., lo que nos transforma como seres humanos capaces de superarnos. Porque sólo el arte puede mitigar tanta angustia.
 Cristóbal Gómez Mayorga