30 de noviembre de 2024

LO EMOCIONAL EN LA ESCUELA. Gómez Mayorga, C. (2024): Revista Galega de Educación. Nº 90, 2024.

La escuela de antaño dejó fuera del currículum los temas afectivos y sentimentales; pero lo emocional siempre estuvo presente, aunque no se explicitara. El mundo ha cambiado y la educación debe adaptarse a las nuevas concepciones educativas respetando las necesidades de la infancia en su crecimiento. Es imprescindible desarrollar la autonomía, tomar conciencia de las emociones, cultivar las relaciones afectivas, educar en valores, construir las competencias necesarias que el mundo actual nos exige, crear identidad individual y respetar a las demás personas aceptando la diversidad. Porque somos seres inteligentes a la vez que amorosos (Homo sapiens amans). Ya lo dijo Humberto Maturana: «El amor es la única emoción capaz de ampliar la inteligencia».[i]

En otro tiempo, lo importante era la conducta y el conocimiento. Creo que hemos avanzado cuando buscamos el origen de lo que nos mueve en la vida: las emociones, los valores y el amor. Dice José Antonio Marina de forma poética que «la cartesiana planta del conocimiento brota del humus cálido de la afectividad»[ii]. Esto complica nuestra tarea educativa, pero posibilita la solución de muchos interrogantes. La inteligencia, por tanto, no es mera racionalidad, sino que está atravesada por las emociones y por las relaciones afectivas. Por ello, estamos obligados a integrarlos en la tarea educativa.

Un texto de Eduardo Galeano nos ilumina sobre la necesidad de abordar los sentimientos unidos a lo racional: «Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación nos descuartiza, nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón. Sabios doctores de Ética y Moral han de ser los pescadores de la costa colombiana, que inventaron la palabra «sentipensante» para definir al lenguaje que dice la verdad»[iii].

La educación actual demanda trabajar en la escuela contenidos emocionales, pero no siempre acertamos en cómo abordarlos. A menudo, programamos actividades en las que hay que colorear al niño que está triste o contento en una ficha, mientras el alumnado se aburre como una ostra. Por el contrario, es necesario aprender sobre sentimientos en situaciones educativas vivas: conflictos diarios, riñas, miedos, actos solidarios, saludos, enfados y amores. Pero, sobre todo, es imprescindible hablar de ello. Dice Daniel Goleman, en su best-seller «Inteligencia emocional», que «la toma de conciencia de las emociones constituye la habilidad emocional fundamental, el cimiento sobre el que se edifican otras habilidades de este tipo, como el autocontrol emocional, por ejemplo».[iv]

En el aula, surgen a diario situaciones en las que los sentimientos se enredan, y son estas circunstancias las que debemos aprovechar para darles tratamiento educativo. No se trata de programar actividades sentimentales, sino de estar atento a toda emoción que se derrame en el aula, para dotarla de palabras, escucha y comprensión.

Sartre describe la emoción como «una brusca caída de la conciencia en lo mágico».[v] Yo lo aprendí de una alumna de 4 años, llamada Belén, que andaba a menudo derrochando emociones y nunca cumplía las normas: «Cuando yo era chica tomaba un bibi que tenía poderes, y se metió los poderes por todo el cuerpo y ya hacía yo magia y movía cosas». A partir de ese día le hablo con magia y consigo que casi siempre me obedezca. Había conquistado «la oreja verde» de la que habla Rodari[vi], necesaria para comprender el lenguaje emocional de la infancia.

Rebeca manifiesta sus celos buscando atención continua, y solo se relaja cuando explota con su llanto una emoción que la desborda. Sara, sin embargo, tiene un comportamiento más maduro y mitiga sus celos escribiendo continuamente el nombre de su hermano Alberto. Un día hablando de la muerte dijo Carlos: «Mi hermana se ha muerto». Le dije que era imposible porque la vi entrar al colegio esa mañana. Y me contestó: «Bueno, pero se va a morir al mediodía». El lenguaje posibilita la toma de conciencia sobre nuestras emociones. Afortunadamente, «el lenguaje nos permite poner en limpio lo que sabemos confusamente»[vii]. Debemos atender las emociones en la escuela porque los niños y niñas son pura emoción desbordada.

Cuando alguien tiene un sueño irascible lo cuenta en la asamblea y lo escribimos en «El libro de los sueños»[viii]. Esta actividad narrativa posibilita la expresión de muchos desasosiegos, transformándolos en maravillosas historias a nivel simbólico, liberando emociones difíciles de tolerar. Un día, nos cuenta Nerea: «Soñé con un toro y a mi hermano Carlos le dio un cornazo, y a mí no». «Yo tiré a mi hermano por la ventana y él me tiró a mí». Estas historias leídas una y otra vez, entre risas y bromas, hacen que la culpa se diluya, porque hemos expresado nuestras emociones agresivas de forma culturalmente aceptada. Si no superamos esta etapa de emociones desbordadas con lenguaje, las heridas nos acompañarán toda la vida.

La envidia es el sentimiento de querer ser el preferido frente a otra persona que posee algo que ansiamos. Es una consecuencia lógica de metodologías competitivas, en las que se valora a los listos, los triunfadores. Lo que desea el envidioso es ser querido, por lo que es evidente su inseguridad. Por ello, debemos diseñar metodologías cooperativas y solidarias. Aceptar la diversidad y realizar actividades que permitan diversos ritmos de aprendizajes es la mejor manera de superar estos sentimientos adversos.

El pensamiento requiere tiempo y quietud. La asamblea de clase es donde sentamos la cabeza para ponernos a pensar. La inteligencia emocional se desarrolla en grupo, construyendo significados cognitivos y emocionales entre todas las personas.

Cierto día, el sexo entró en la asamblea del aula en forma de conflicto del recreo. La monitora me advirtió que se había producido cierto problema de connotación sexual entre Olmo y Belén. Le dije que ya lo hablaríamos cuando los corazones se atemperaran, y nos fuimos para clase. Nos sentamos en la alfombra como todos los días, pero Belén, con el corazón acelerado y sentimientos de culpa, se resistía.  Esperaba alguna regañina. Coge el muñeco de títeres y comienza a expresar cierta agresividad en el lenguaje. Se dirige a mí y dice: « ¿te pica el culo?». Yo le contesto que no, porque yo no me lo toco con los dedos sucios. La respuesta le produce cierta desazón y me dispara con el muñeco. Luego va preguntando a todos los compañeros y compañeras con el muñeco y la mayoría responde que no. Cuando se relaja un poco, le invito a que se siente en la asamblea para hablar sobre lo que cada uno ha hecho en el patio. Margarita dice que ha habido un problema porque Belén ha enseñado el culo y Olmo se lo ha tocado. Juan Alberto puntualiza: «y la vulva». Olmo enrojece y Belén, rápidamente, dice que Olmo se lo dijo. Mis largas pausas propician la comunicación entre ellos. Juan Alberto volvió a intervenir: «¿entonces, si te dice que te tires por una ventana, te tiras?». Propongo hacer un teatro con lo ocurrido. Y es que la dramatización desdramatiza los conflictos. Un chico y una chica dramatizan la situación en la que uno le dice a la otra: «enséñame el culo», y la otra le contesta: «por qué no ves el tuyo que está más maduro». Cada pareja que sale va provocando una gran risotada de todos los demás. Unas veces es el chico el que demandaba que le enseñara el culo, y otras, la chica. Hasta Belén quiso hacer el teatro, y ante la demanda de Daniel para que le enseñara el culo, ella, bastante resuelta, contestó: «cógete tu culo que es más gordo». La gran risotada de toda la clase produjo un momento mágico que relajó el ambiente y desdramatizó el conflicto.

También con las familias debemos tener conexiones afectivas mediante una comunicación cercana y sincera. Vamos en el mismo barco, educa toda la tribu. Recuerdo un conflicto sentimental que me iluminó sobremanera. Un chico de cinco años se mostraba en clase desafiante, dominador, tirano, prepotente, controlador… Citamos al padre y a la madre juntos. Es necesario trabajar con la estructura familiar. Le pregunté a la madre que dónde dormía su hijo. Es imprescindible analizar los momentos esenciales de la vida: dormir, comer, deseos, sueños y necesidades. Me cuenta que su hijo se acuesta con ella, apretado, y no se duerme si no es tocándole el pecho con la mano. Miro a ambos y les digo: esa teta ya no es del niño, ya creció demasiado.  Mis precisas palabras sirvieron para mostrar el desajuste. A los pocos días ese padre, que antes estaba angustiado, me da un abrazo de los que ponen a los corazones a latir acompasados. También la madre se sintió liberada.

Por último, es imprescindible que los maestros y las maestras tengamos conciencia de nuestras emociones y sentimientos en la escuela, para no proyectar prejuicios en nuestro alumnado. A menudo, los calificamos como malos, cuando podrían ser, tan solo, algo inquietos y no lo soportamos; o vemos a otros como excelentes, cuando podrían ser sumisos e inseguros doblegados a nuestra autoridad. Y es que los niños y las niñas del aula son espejos en los que nos miramos: si nos vemos bien, nos reconfortan; si percibimos carencias, rompemos el espejo. Por tanto, analizar al alumnado debe comenzar por la toma de conciencia de quienes observamos. Ya lo dijo Confucio: «Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo».[ix]

Es por eso que, en el aula, debemos tratar las emociones en situaciones reales del aula, reflexionando sobre lo que sentimos, en contacto con las familias, tratándolas en asambleas y haciendo dramatizaciones, juegos, dibujos o narraciones con ellas.

 

 Bibliografía:

CONFUCIO: (2020): Las Analectas de Confusio. Herder Editorial.

GALEANO, E.: (1993) El libro de los abrazos. Editorial siglo XXI.

GÓMEZ MAYORGA, C. :(2004): Atando sentimientos con palabras. M.C.E.P. Sevilla.

GÓMEZ MAYORGA, C: (2021): Pensando la infancia. UMA Editorial..

GOLEMAN, D.(1995): Inteligencia Emocional. Akal.

MARINA, J.A.: (1996) El laberinto sentimental. Editorial Anagrama.

NOGUEROLES JOVÉ, Marta (2022): Humberto Maturana.Bajo Palabra. II Época. Nº 30.

RODARI, G.: (2006): Un señor maduro con una oreja verde La gallina que canta.: Editorial Andrés Bello.

SARTRE, J. P. (1971): Bosquejo de una teoría de las emociones. Madrid, Alianza Editorial.

 



[i] Marta Nogueroles Jové (2022): Humberto Maturana. Science, education and democracy from the biology of love. Bajo Palabra. II Época. Nº 30. Pgs: 139-154.

[ii] MARINA, J.A.: (1996) El laberinto sentimental. Editorial Anagrama.

[iii] GALEANO, E.: (1993) El libro de los abrazos. Editorial siglo XXI.

[iv] GOLEMAN, D.(1995): Inteligencia Emocional. Akal.

[v] SARTRE, J. P. (1971): Bosquejo de una teoría de las emociones. Madrid, Alianza Editorial.

[vi] RODARI, G.: (2006): Un señor maduro con una oreja verde La gallina que canta.: Editorial Andrés Bello.

[vii] MARINA, J. A. (1996): El laberinto sentimental. Barcelona, Anagrama.

[viii] GÓMEZ MAYORGA, C. (2004): Atando sentimientos con palabras. M.C.E.P. Sevilla.

[ix] Cunfucio: (2020): Las Analectas de Confusio. Herder Editorial. 

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