WorkShopOrienta,
24 de febrero de 2018. Universidad de Málaga.
Recordad
este evento, esta fecha. Familias y profesionales, juntos, sintiendo y pensando
sobre inclusión y diversidad en la escuela. Muchas personas con el mismo
objetivo: cambiar la educación en vez de cambiar a las niñas y niños con
discapacidad. Parece pretencioso pero, con tanta gente experta en la materia,
me pareció, además de posible, más necesario que nunca.
En
esta jornada participó gente de toda España y pasaron muchas pequeñas grandes
cosas:
Todos
éramos expertos, con humildad para aprender de los demás. Nos pusimos a pensar.
Mucha gente sintiendo, pensando y buscando compromisos. Y es que quienes no
tienen voz en la escuela gritaron en este evento. Quienes no pueden moverse,
bailaron alegres. Las personas con dificultades gritaron sus capacidades.
Quienes eran invisibles brillaron como luceros. Los sin palabras gritaron al
viento. Las emociones se volvieron exigentes razones. La conclusión principal:
debemos cambiar la escuela para que quepan todas las personas.
Algunas reflexiones que me surgieron: nos educamos por
imperativo social. Nuestro cerebro y nuestra alma se adaptan al contexto y
crecen al convivir con personas diferentes. Crecemos si aprendemos de los
demás. Cuanto más diferentes las personas con la que nos relacionamos más
inteligentes nos volvemos. La inteligencia no es más que la capacidad de
pasearnos por las mentes de los demás. Así que, ante la complejidad del mundo
en el que vivimos, es un lujo, y un derecho, educarnos juntas todas las
personas, independientemente de las peculiaridades personales. Y es, además,
una gran posibilidad para cambiar la escuela.
En
la educación actual prolifera la cultura de la excelencia y la competitividad.
Las personas que tienen dificultades se diagnostican, se les rellenan
dictámenes y se les ponen cruces (bastante cruz llevan ya) en sus dificultades.
¿No será más fácil que cambie las escuela?
Hace
más de 20 años que trabajamos por proyectos en Educación Infantil. Todos entran
en nuestras aula sin adaptación.
Porque, como en el cuento “Por cuatro esquinitas de nada”, de Jérôme Ruillier
,
no intentamos adaptar al alumnado, siempre buscamos cambiar el contexto.
Nuestra metodología se pone en juego con cada sujeto que entra en el aula. Nuestra
programación por proyectos y espacios vitales siempre pasa la prueba de fuego.
Una metodología en la que cada cual aprende desde su capacidad sobre el tema
que trabajemos. Proponemos no realizar ninguna adaptación a personas. La
adaptación curricular, como su nombre indica, hay que hacerla al currículum:
objetivos, contenidos, materiales, espacios, tiempo, evaluación, etc. Adaptemos
las metodologías y los contextos para que el alumnado puedan ser lo que ya son,
y que cambie para bien quien tiene que cambiar: la escuela. Así seremos mejores
personas. ¡Por cuatro esquinitas de nada!”.
Febrero,
2018
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