3 de julio de 2022

EL MAYOR DE LOS ABRAZOS

Hoy, me dieron el mayor de los abrazos. Ese pulpo enredado a mi alma era de una chica que fue mi alumna con tres, cuatro y cinco años. Ya es mayor de edad. Compartimos aula en Educación Infantil viviendo mil historias emocionantes. No importa que ya tenga mi estatura, siempre será mi querida alumna. 

Fue un abrazo sentido y emocionado. Dentro de nuestros corazones enlazados, había un sinfín de sensaciones y vivencias compartidas. Es bonito sentir todo lo que cabe en un abrazo; en el nuestro, se fundió lo esencial de la existencia, las tres heridas que cuenta Miguel Hernández: la del amor, la de la vida, la de la muerte.

Resulta que, en mi clase de infantil, había veinte siete personitas y ya solo quedan veinte y seis. Ocurrió que, ya estando en el instituto, el mejor amigo de mi alumna, va y se muere.

Compartían intereses musicales, y quién sabe si algo más. El caso es que mi alumna se quedó huérfana de su íntimo amigo. “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. Y, a su edad, no podía comprender cómo la vida te desconcierta y te pone a prueba; o, simplemente, la vida es un caos y si te daña el alma, irremediablemente, te duele.

Evidentemente, esta chica quedó impactada. La muerte siempre nos destroza por dentro y, en plena adolescencia, nos mata estando vivos. Estas profundas emociones estaban en el abrazo que yo sentí con mi alumna. 

Sí, se me murió un alumno en plena adolescencia. Sufrí su pérdida, y me hirió profundamente el dolor que sintió su amiga, (del dolor de sus padres aún no me salen palabras de consuelo). Sentí profundamente el amor y la muerte en la vida de mi aula que ahora abrazo, a moco tendido, en el cuerpo de mi alumna. Nunca un abrazo, con tanta historia, fue tan sentido.

Menos mal que, cuando compartimos vivencias en Educación Infantil, traté siempre el tema de muerte, del amor y de la vida. Ya intuía que les podrían hacer falta. Es un aprendizaje que nunca está de más. Lloramos cuando murió nuestro saltamontes o nuestro pez, compartimos emociones cuando la abuela de una compañera nos dejó, aprendimos que el abuelo de otro alumno se quedó seco cuando estábamos trabajando las hojas del otoño (nunca una concepto fue tan certero). El caso es que se hace necesario, siempre, tener presente la muerte, en el aula, para aprender sobre la vida.  

Espero que esta alumna levante cabeza después de tanto sufrimiento y que, lo trabajo en Educación Infantil, le sirva para su duelo.

He aprendido que en la escuela hay que dejar de lado los libros de textos, las fotocopias, los rituales obsoletos, la silla de pensar, las filas para entrar y salir, los castigos absurdos, el rabito de la a, los boletines de notas, el coloreo, las actividades rutinarias…, y aprender sobre lo esencial de la vida.

Todo eso me vino a la cabeza, con emociones encontradas, en el abrazo que, sin mediar palabra, me dio mi alumna y prendió en mi alma para toda la vida. Espero que el abrazo que nos dimos nos dé aliento para curar las tres heridas: la de la muerte, la del amor, la de la vida.

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