La literatura pedagógica de los últimos tiempos es insistente: hay que poner
límites a la infancia, hay que decir no, hay que contener a una chiquillada
derramada... Es verdad que vivimos en tiempos líquidos y maleables, como escribe
Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”, basado en el concepto de modernidad líquida de Zygmunt Bauman .
Amor sin límites. Los límites del amor. Amar los límites. Amores limitados. Límites amorosos. Limitar los amores. Poner límites al amor,... poner amor en los límites. ¡Sí! Encontré la expresión adecuada: ¡poner amor en los límites! Esa es la esencia de cualquier proceso educativo, de cualquier litigio amoroso.
Estamos haciendo bonsáis, pequeños árboles sometidos con mil técnicas ancestrales para no dejar crecer. Ya se sabe, inseguridades y miedos nos delatan. Mejor dependientes a nuestro lado, mejor pequeños que lejanos. Las ciencias de las “Psic” lo avalan: hay que poner límites, hay que decir no, hay que someter (ellos lo llaman modificación de conducta, o no sé qué).
El caso es que me pongo a observar y pienso:
¿Acaso no son los niños y niñas los que nos dicen no? ¿Acaso no son las personitas de 13 ò 14 años quienes cada día nos retan? ¿Acaso los límites no es una necesidad de quienes van creciendo, especialmente en momentos claves de maduración?
La infancia, al igual que una planta, va apuntando espacios para crecer. Va macando territorios para hacerse un hueco en el mundo. Quizás, igual que a las plantas, lo que debemos hacer es regar, dar luz, aire puro y amor. No tanto limitar.
Y es que, las personas que nos dedicamos a educar, no trabajamos sobre leyes que hay que cumplir. No hablamos de normas, ni de comportamientos adecuados o no, ni de chorradas legales con castigos ancestrales. Trabajamos sobre la complejidad de crecer, de que para madurar desarrollamos eso tan esencial que se llama identidad. Y para el desarrollo de la identidad necesitamos tiempo, espacio, e ir regando y abonando de vez en cuando, eso sí, con mucho amor. Nuestra obligación como adultos no es tanto decir no, como disfrutar de su crecimiento mientras soportamos sus no y aceptamos los límites necesarios. Menos límites y más amor. ¿O es que, acaso, sin amor es posible poner el límite necesario?
Noviembre, 2018.
Amor sin límites. Los límites del amor. Amar los límites. Amores limitados. Límites amorosos. Limitar los amores. Poner límites al amor,... poner amor en los límites. ¡Sí! Encontré la expresión adecuada: ¡poner amor en los límites! Esa es la esencia de cualquier proceso educativo, de cualquier litigio amoroso.
Estamos haciendo bonsáis, pequeños árboles sometidos con mil técnicas ancestrales para no dejar crecer. Ya se sabe, inseguridades y miedos nos delatan. Mejor dependientes a nuestro lado, mejor pequeños que lejanos. Las ciencias de las “Psic” lo avalan: hay que poner límites, hay que decir no, hay que someter (ellos lo llaman modificación de conducta, o no sé qué).
El caso es que me pongo a observar y pienso:
¿Acaso no son los niños y niñas los que nos dicen no? ¿Acaso no son las personitas de 13 ò 14 años quienes cada día nos retan? ¿Acaso los límites no es una necesidad de quienes van creciendo, especialmente en momentos claves de maduración?
La infancia, al igual que una planta, va apuntando espacios para crecer. Va macando territorios para hacerse un hueco en el mundo. Quizás, igual que a las plantas, lo que debemos hacer es regar, dar luz, aire puro y amor. No tanto limitar.
Y es que, las personas que nos dedicamos a educar, no trabajamos sobre leyes que hay que cumplir. No hablamos de normas, ni de comportamientos adecuados o no, ni de chorradas legales con castigos ancestrales. Trabajamos sobre la complejidad de crecer, de que para madurar desarrollamos eso tan esencial que se llama identidad. Y para el desarrollo de la identidad necesitamos tiempo, espacio, e ir regando y abonando de vez en cuando, eso sí, con mucho amor. Nuestra obligación como adultos no es tanto decir no, como disfrutar de su crecimiento mientras soportamos sus no y aceptamos los límites necesarios. Menos límites y más amor. ¿O es que, acaso, sin amor es posible poner el límite necesario?
Noviembre, 2018.
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