20 de junio de 2022

VINCULACIÓN AFECTIVA

Una alumna de Máster de la Universidad de Málaga me pide una entrevista sobre la necesidad afectiva en la tarea de educar. Está investigando los vínculos en las relaciones educativas y le ha parecido relevante mi humilde opinión como maestro de escuela que siempre tiró de la emoción en su función docente.

Me pongo a pensar sobre el tema y me viene a la cabeza, y al corazón, (órganos más vinculados de lo que se cree) que, como decía Pascal, el corazón tiene razones que la razón no entiende. Quiero decir que pensamos irremediablemente con la emoción. Y la razón anda ahí dando argumentos a lo que sentimos en cada momento. Así somos los seres humanos. Por tanto, en todo proceso educativo es imprescindible el vínculo y la conexión emocional entre las personas. Luego vendrá la razón a poner orden y concierto a las emociones derramadas para poder entender lo que nos pasa.

El caso es que conozco a maestras y maestros que sacaron muy buenas notas en las oposiciones de magisterio, que disertaron de forma elocuente sobre el supuesto didáctico que le presentaron, que supieron la legislación educativa perfectamente, que hicieron proyectos teóricos de la más alta calificación…, pero, cuando nadaron en la práctica, no salieron a flote, porque les faltan vinculación con las personitas a las que pretendían educar. Toda su extensa sapiencia no cuaja en la vida real de la infancia. Las niñas y niños del aula delatan, a diario, sus incapacidades.

También conozco a gente poco preparada académicamente que saben conectar con el alumnado a pesar de sus carencias en conocimientos científicos. Son personas con empatía, que intuyen la forma de conectar emocionalmente con la infancia. Ejemplo de ello es la conserje de mi colegio. Es una de las pocas personas a la que mi alumna con TEA abraza, acaricia y besa de forma espontánea. Y es que ilumina a quien se acerca porque irradia una luz especial.

Lo ideal es tener, al mismo tiempo, conocimientos y capacidad emocional para conectar con el alumnado. Porque no podemos enseñar si antes no hemos vinculado. Solo donde hay conexión es posible el milagro de la educación. Sólo donde hay amor es posible educar.

Cada niña, cada niño, tiene necesidad de afecto y vinculación emocional. Quien sabe encontrarlos será una buena educadora, un buen educador. Para quien quiera conectar doy algunas claves que he aprendido con la experiencia: mirar a los ojos, poner oreja, tener paciencia, escuchar, no corregir demasiado, atender sus demandas, tener empatía, comprender otros puntos de vista…, vincular.  Hay mucho de magia en la educación. Solo personas especiales tienen el don de la conexión emocional. Si ya has conectado, sólo entonces, podrás enseñar, mejorar las capacidades de tu alumnado y educar.

Cuántas personas conozco con la titulación pertinente que no saben hablarle a una criaturita de primera infancia. Sé de especialistas que, cuando un infante tiene dificultades de comportamiento, aplican, como dice la teoría más simplista, un programa de modificación de conducta con economía de fichas, sin indagar en qué es lo que, tras la conducta, siente, padece y sufre la criatura.

Lo primero que debemos hacer, para ayudar al alumnado, es poner oreja para saber qué siente y piensa sobre lo que le pasa. No podemos, desde el control de su conducta, con premios y castigos, cambiar la conciencia. Alguien que no sabe conectar con el sufrimiento de una persona no puede educar.

Por el contrario, conozco a otros profesionales que, mediante el juego, son capaces de conectar con la infancia. A partir de ahí comienza el proceso educativo. No somos seres de comportamientos, eso es lo que se ve a simple vista; somos seres sintientes, con toda la complejidad que conlleva la experiencia del sentir. Somos seres emocionales, sociales y con conciencia.

Pues eso le dije a la alumna de Máster que buscaba respuestas: para ejercer el magisterio, primero, hay que conectar, ser una persona vinculante. Porque solo desde el amor podemos educar.

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