18 de abril de 2023

ESCUELAS SALUDABLES

Vivimos en un mundo vertiginoso y virtual, en el que nos enfrentamos a dificultades personales sin percatarnos de que los desajustes emocionales tienen una gran carga social y, por tanto, una responsabilidad política, económica y educativa. La solución no puede ser sólo, aunque necesaria, la terapia individual. Quizás la educación tenga algo que aportar en la prevención de una vida más saludable. 

Los Centros Educativos soportan el deterioro de la salud mental de la infancia en estos tiempos convulsos, y el profesorado se muestra desbordado. Para cambiar el statu quo primero hay que hacer un buen diagnostico del problema. Es necesario indagar en la multitud de causas sociales, culturales, económicas, familiares… que alumbren la compleja realidad, para poder intervenir de manera adecuada.

Veo en las noticias, ya sean en radio, periódicos de todas las tendencias o redes sociales, que la problemática de la salud mental se simplifica. Siempre se trata de forma individual: persona emocionalmente inestable, víctima, especialista en salud mental, protocolo de convivencia con medidas punitivas individuales, etc.

Es necesario el abordaje individual de los problemas en situaciones de emergencia, pero necesitamos comprender los problemas desde una visión más global. Es imprescindible analizar la sociedad actual, los conflictos sociales existentes, la cultura imperante, las crisis económicas, los nuevos valores, el ritmo de vida, la incidencia de las redes sociales...

Desde la educación debemos intervenir, de alguna manera, ante tanto desajuste. En los centros educativos se manifiestan todos los conflictos sociales aunque sus causas estén fuera, porque la escuela obliga a permanecer de 5 a 6 horas diarias a toda la población menor de 16 años.  Los centros educativos acogen, durante ese tiempo, a toda la población infantil y juvenil; por tanto, algo deberíamos poder hacer con la salud mental de nuestros jóvenes.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2021 se suicidaron 314 menores de edad. 22 de esos fallecidos tenían menos de 15 años. Por cada suicidio consumado hay más de cien intentos. La juventud que se quita la vida, o pasa por periodos de conflicto emocional, vive durante muchas horas diarias en instituciones educativas. Por tanto, algo debemos hacer para prevenir este problema tan acuciante. Al menos podríamos educar de forma más saludable para contribuir a contener tanto fracaso social.

Está de moda la enseñanza de las emociones a raíz de los problemas de salud mental, tan demandada por la sociedad. Pero, a veces, se programan actividades para el desarrollo emocional de forma específica, descontextualizada, sin tener en cuenta el funcionamiento de los centros educativos, las necesidades de la infancia y la problemática social. Creemos que la salud emocional hay que trabajarla de forma trasversal: en las metodologías, en las actividades, en los contenidos, en el apoyo a las familais y en toda la vida de del aula y de la comunidad educativa.

Hace años que en Educación Infantil trabajábamos la salud mental de forma integral. Lo dejé reflejado en un artículo publicado en la revista Cuadernos de Pedagogía titulado Libros que hablan del cuerpo y del alma. Una alternativa al libro de texto en Educación Infantil. ([1])

En este escrito se describe cómo trabajábamos en el aula actividades saludables que tienen en cuenta la educación sentimental, las relación es afectivas, la expresión de emociones y demás materias del alma. Sin saberlo, estábamos incidiendo en la prevención de la salud mental, hoy día tan demandada.

El artículo recoge la construcción de cuatro libros realizados por el alumnado a partir de experiencias vividas en el aula: El libro de mi cuerpo, El libro de los juegos, El libro de mi vida y El libro de mis fantasías. Comenzaban con actividades con el cuerpo en movimiento, buscando aflorar emociones y sentimientos; continuaban con actividades de relaciones sociales: bailes, canciones cuentos, poesías y juegos, en donde se creaban conexiones amorosas; luego planteaban espacios para la expresión de lenguaje emocional en grupo, acabando con la materialización de un libro individual con dibujos y texto escrito en donde se plasmaba lo trabajado. Después de vivir mil experiencias, sólo entonces, pasábamos al papel para dejar reflejado lo sentido, compartido y disfrutado cada día. Así, a lo largo de semanas, íbamos construyendo textos con experiencias vividas, libros que hablaban del cuerpo y del alma.

La necesidad de actuar desde la escuela para mejorar la salud mental de la ciudadanía y prevenir futuras locuras es indiscutible. Pero, como todo lo que se aprende bien, debemos hacerlo en contextos emocionales, con actividades funcionales y metodologías inclusivas, aceptando la diversidad y provocando conexiones amorosas.

Es necesario actuar en todo el contexto educativo, crear una cultura saludable en todas las liturgias de la escuela. La salud mental se genera en las entradas y salidas al cole, en los patios de recreo, en las metodologías, con profesorado competente, con familias colaborativas, con direcciones vigilantes y personal no decente de visión educadora. Para mejorar la salud mental del alumnado debe arrimar el hombro toda la tribu. Para ello, el profesorado necesita formación en estos temas. 

Porque una escuela saludable es la que alberga risas, bailes, canciones y complicidad. La que establece conexiones amorosas, con actividades del cuerpo, con la mirada y la escucha siempre presente; estableciendo múltiples vías de comunicación, creando debates, encuentros, reflexiones, análisis, valoraciones, reconocimientos y abrazos; la que tiene huerto y flores, y sale de excursión al barrio y a la naturaleza...

En definitiva, una escuela es saludable si enseña la diversidad del mundo en que vivimos e indaga sobre lo que somos transmitiendo  los conocimientos necesarios para asumir los sufrimientos y placeres que nos brinda la vida.

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