4 de abril de 2023

RUIDO BLANCO

El título ya me embriaga, por sinestésico y poético: el color blanco comulgando con ruidos biológicos que llegan al oído de un bebé desde el vientre de una madre. Es un creativo invento de emprendedores audaces, que maridaron el ruido de la sangre con la pureza y ternura del blanco inmaculado de un bebé recién nacido. Nunca expertos en márquetin estuvieron tan precisos y fueron tan audaces. Parece que quisieran vender algo. 

Cuando conocí el concepto de ruido blanco indagué. Suelo dudar, por principio, de las nuevas teorías sobre la crianza de la infancia, porque suelen ser una moda pasajera. Y es que he visto muchos esnobismos sobre la crianza. Primero el “Duérmete niño”, ese libro que se convirtió en «best seller» incitando a maltratar a la infancia dejándolas llorar hasta reventar. Este método fue ideado en 1985 por el pediatra estadounidense Richard Ferber, y en España fue popularizado por doctor Eduard Estivill.  

Luego vino el “Baby Einstein”, con el que la productora de Walt Disney  descubrió que los miedos de las familias sobre la crianza eran un nicho de mercado prometedor. Vendieron millones de discos con simplificaciones de la grandiosa obra de Mozart y la promesa de crear generaciones de superdotados. He aprendido que toda nueva ocurrencia para mejorar el desarrollo de la infancia debemos ponerla en entredicho porque, detrás, siempre se esconde el mercado.

Y eso hice con la moda del «ruido blanco», ponerlo en stand by. Tuve una intuición: quizás el mercado actual esté detrás de esta ocurrencia. Así que busqué en internet el concepto en una conocida multinacional de reparto a domicilio por si sabían algo al respecto. Resulta que ofrecen cientos de artefactos que emiten ruido blanco por un módico precio, prometiendo la seguridad y la tranquilidad ante un vástago que nos soliviante cada noche con su llanto. Es la panacea. Un sonido de secadora que promete dormir al infante en un pis pas.

Lo siguiente que hice es indagar en publicaciones científicas sobre el tema, y no encontré investigación concluyente sobre las bondades de ese sonido tan de moda para dormir a bebés.

No es baladí que el creador del concepto fue un vendedor ambulante que en 1962, buscando una solución para el insomnio de su esposa, descubrió que el sonido del aire acondicionado ayudaba a dormir a su mujer. Y en su garaje construyó una máquina que replicaba ese sonido, convirtiéndose hoy en número el uno en ventas bajo la firma de Marpaz.

Reflexiono sobre el tema y me pregunto: ¿Puede una máquina suplantar la crianza? ¿Debe un artefacto tranquilizar a un ser humano? Y en caso de que funcione, ¿estaremos creando un condicionamiento con ese sonido para poder dormir durante toda la vida? ¿Puede el mercado sustituir al arrullo de ser humano? ¿Debemos delegar nuestra responsabilidad de crianza a un artefacto?...

Concluyo que todo lo que nos ofrece el mercado debemos ponerlo en cuarentena, porque nadie da duros a cuatro pesetas. En esta época de economía liberal, hay que estar muy atentos, porque conocen nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros miedos, nuestras necesidades, nuestras incertidumbres, nuestros deseos. Y están al acecho para vendernos humo por mucho dinero.

La creación de un ser humano solo es posible gracias a otro ser humano, con deseo y emoción, sin artefactos que mediaticen, que  metabolice, interprete y dé sentido a los desvaríos deseantes de bebés que fueron biología, pero demandan interacciones sensibles para convertirse en personas. Así que para dormir a nuestros bebés debemos hacer lo que siempre hicieron nuestras abuelas: acunarles, abrazarles, contarles cuentos y susurrar canciones de cuna. Nunca debería el mercado sustituir el arrullo de un humano.

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