12 de noviembre de 2023

EL MAESTRO QUE PROMETIÒ EL MAR

Reconozco como referentes a esas maestras y maestros republicanos que realizaron la primera innovación educativa en España en tiempos de la República, que fueron silenciados por la dictadura posterior. Como ejemplo, Antoni Benaiges, maestro catalán, que practicó la metodología Freinet en un pueblo de Burgos, que acabó torturado y asesinado por las hordas falangistas, y que fue rescatado por la memoria histórica mediante el libro y la película El maestro que prometió el mar.

Cuando una película remueve a un tiempo los corazones y el intelecto da en la diana. Eso ocurre con «El maestro que prometió el mar», de Patricia Font.

Una película se construye con elipsis (es obvio que no podemos narrar toda la historia en una hora y media de proyección). Pero es una buena película cuando las elipsis sugieren una época compleja a partir imágenes precisas que simbolizan todo un universo. Este es el caso de este filme. Mediante un sinfín de anécdotas, símbolos y secuencias certeras, narra de forma magistral la escuela que pudo ser y que se truncó por desavenencias históricas.

Un maestro promete al mar a una chiquillada de un pueblo de Burgos en la España del año 1934. Pero las circunstancias históricas cortan de forma violenta el buen propósito. El mar es una metáfora de la inmensidad de un mundo por conquistar, de la amplitud de mira, de la vivencia de la naturaleza y, sobre todo, de crecer como personas libres y auténticas, el propósito que toda educación debe tener. Es una historia pasada que debemos traer al presente. 

En un primer momento la película nos recuerda a La lengua de las mariposas de José Luis Cuerda, por la escenificación de un maestro republicano que se topa con una España rural analfabeta y sometida. La luz de Antoni, el maestro catalán protagonista de la historia, llena toda la película.  Pero no solo trata de educación, lo esencial que narra es la necesidad de transmitir la memoria de nuestros antepasados a las próximas generaciones, como ya vimos en la película El olivo de Iciar Bollaín. Además, sugiere la convulsión que produce en una organización, como es un pueblo, la entrada de un ser que desestabiliza el sistema y que pone en guardia a los poderes fácticos del lugar. Me vino a la memoria la película Chocolat, de Lasse Haliström, en donde la protagonista lleva a una comunidad insípida los placeres de la vida mediante el chocolate, igual que el maestro de esta película transmite un aprendizaje vivencial y sabroso a este pueblo anquilosado, provocando la resistencia de los poderosos de una comunidad analfabeta, indefensa y muerta de miedos.

Siempre hay escuelas que prometen a su alumnado el mar, pero suelen toparse con resistencias que lo dificultan. El mar es ancho, grande, profundo, como narra el alumnado de esta película en sus textos, pero las fuerzas vivas del pueblo son estrechos de miras, superficiales y pequeñitas, aunque dominan el alma de la gente.

Frente a la imprenta de Freinet, que genera narraciones creativas en el alumnado de esta escuelita, aparece el fuego que quema sus escritos. Ahí radica una de las claves de la película: muerte o vida, retroceder o avanzar, tradición o innovación.

La película narra la necesidad de desenterrar los huesos de la memoria, para llenar el hueco que nos dejó la generación de nuestros padres con sus silencios sellados, a cal y canto, por el miedo que inoculó los poderes despóticos de tiempos pasados.

Es necesario que la memoria fluya por el río de la vida, de generación en generación. El fluir de la memoria fue cortado por un dramático muro de contención construido con miedo, silencio y terror; y se necesita nuevas generaciones que lo hagan fluir de nuevo. Por eso es necesaria la visualización de esta película por las nuevas generaciones, para desenterrar el pasado y que siga fluyendo la vida. Porque ya se sabe que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

Creo que la película no habla solo del pasado, sino que nos interpela, hoy día, en una cuestión que las nuevas generaciones no suelen preguntarse, porque perdieron información en un eslabón sometido y silenciado: ¿acaso la educación tiene una dimensión política?

El maestro de la película practica una metodología Freinet, creando textos con una pequeña imprenta, con la correspondencia escolar, el descubrimiento de la naturaleza, la asamblea escolar y mirando al alumnado a los ojos. Pero hace más que eso. Este maestro simboliza a todo el profesorado que, antes y ahora, educa partiendo del respeto a la infancia, poniendo oído a sus pensamientos, opiniones y miradas sobre la vida. Porque la metodología no es solo una técnica para transmitir un contenido académico, sino que debe ser un propósito emancipador. Y este maestro republicano lo hizo.

Y es que de eso va también la película. O perpetuamos situaciones sociales existentes o luchamos para construir un futuro prometedor en el que todas las personas puedan disfrutar del ancho y profundo mar. 

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