Yo te abrazo, tú me abrazas… No es lo mismo abrazar, que te
abracen o que nos abracemos. Cuando somos adultos, compartimos sentimientos en
igual de condiciones, pero cuando bregamos con la infancia estamos en distinto
plano.
Surge el tema en una charla que di en la Universidad de
Málaga, en una clase de estudiantes de profesorado de Educación Infantil. Una chica
de magisterio expresó con gran orgullo que ella daba mucho amor cuando estuvo
de prácticas en la escuela. Siempre abrazaba fuerte a todo el alumnado.
Ya le dije: ¡cuidado! Una cosa es dar los abrazos que tú
deseas y otra cosa es sostener el abrazo que el alumnado necesita. Y es que a
la escuela, el profesorado debe ir abrazado de casa, repleto de amor, para
poder regalar, a quien requiere, abrazos que los sostengan, pero no abrazar
porque estemos necesitados.
Se creó un momento de estupor en el aula, un estado de
incertidumbre, una contrariedad, una emoción derramada sin comprensión,…; y a
la vez, una posibilidad de aprender sobre los vínculos, las emociones, los
sentimientos, las necesidades, los límites y el amor desinteresado.
Me metí en un jardín del que me costó salir. Es por eso que
ahora, en la distancia, reflexiono y comparto sentires y pensamientos. Es
difícil de explicar al incipiente profesorado el poder que tenemos sobre
nuestros vástagos, carentes de conocimiento sobre sus emociones. Pero creo que quienes
educamos debemos reflexionar sobre el verbo abrazar y sus repercusiones
educativas.
Recuerdo: no es lo mismo que te abracen que abrazar, no es igual
dar que recibir, no debemos equiparar satisfacer nuestros deseos inconscientes a
sostener los de nuestro alumnado. Porque quienes educamos somos quienes debemos
dar, consolar, soportar, relajar, sostener, abrir los brazos a quienes
necesitan cariño. Y para eso debemos estar llenos de amor traído de casa. Nunca
podemos demandar amor a nuestro alumnado, ni buscar satisfacción en sus
abrazos. Siempre debemos estar dispuestos a dar sin recibir nada a cambio.
Ya sé que el límite es una delgada línea inconsciente, por
eso pongo luz en la frontera. He visto demasiadas veces como se coge en brazos
a un chico con síndrome Down porque es muy gracioso y posee un tierno abrazo, o
se besa en demasía a una chica que nos hace mucha gracia. También he visto
abrazos de lástima a chicos desvalidos, y apretones excesivos a futuros
hombretones. Pero a la escuela vamos a poner el hombro por si alguien lo requiere,
pero nunca a satisfacer nuestras carencias.
En nuestras clases de infantil debemos tener siempre los
brazos abiertos, por si se necesita. Y, si nos vienen demandas, nunca apretar
demasiado. Debemos dar siempre la posibilidad de que sean libres en el
encuentro.
Ya sé que es un tema delicado, pero, quien quiera ver, que
aprenda.
Quienes educamos debemos ser docentes, que donan, que dan,
que regalan emociones. Nuestro alumnado es, siempre, demandante incesante. Es
necesario estar lleno para dar siempre. Y los huequitos que todas persona
tenemos, llenarlos en otros lugares que no sean las escuelas. Para siempre
derramar amor si hay demanda.
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