4 de noviembre de 2023

CONJUGANDO EL VERBO ABRAZAR

Yo te abrazo, tú me abrazas… No es lo mismo abrazar, que te abracen o que nos abracemos. Cuando somos adultos, compartimos sentimientos en igual de condiciones, pero cuando bregamos con la infancia estamos en distinto plano. 

Surge el tema en una charla que di en la Universidad de Málaga, en una clase de estudiantes de profesorado de Educación Infantil. Una chica de magisterio expresó con gran orgullo que ella daba mucho amor cuando estuvo de prácticas en la escuela. Siempre abrazaba fuerte a todo el alumnado.

Ya le dije: ¡cuidado! Una cosa es dar los abrazos que tú deseas y otra cosa es sostener el abrazo que el alumnado necesita. Y es que a la escuela, el profesorado debe ir abrazado de casa, repleto de amor, para poder regalar, a quien requiere, abrazos que los sostengan, pero no abrazar porque estemos necesitados.

Se creó un momento de estupor en el aula, un estado de incertidumbre, una contrariedad, una emoción derramada sin comprensión,…; y a la vez, una posibilidad de aprender sobre los vínculos, las emociones, los sentimientos, las necesidades, los límites y el amor desinteresado.

Me metí en un jardín del que me costó salir. Es por eso que ahora, en la distancia, reflexiono y comparto sentires y pensamientos. Es difícil de explicar al incipiente profesorado el poder que tenemos sobre nuestros vástagos, carentes de conocimiento sobre sus emociones. Pero creo que quienes educamos debemos reflexionar sobre el verbo abrazar y sus repercusiones educativas.

Recuerdo: no es lo mismo que te abracen que abrazar, no es igual dar que recibir, no debemos equiparar satisfacer nuestros deseos inconscientes a sostener los de nuestro alumnado. Porque quienes educamos somos quienes debemos dar, consolar, soportar, relajar, sostener, abrir los brazos a quienes necesitan cariño. Y para eso debemos estar llenos de amor traído de casa. Nunca podemos demandar amor a nuestro alumnado, ni buscar satisfacción en sus abrazos. Siempre debemos estar dispuestos a dar sin recibir nada a cambio.

Ya sé que el límite es una delgada línea inconsciente, por eso pongo luz en la frontera. He visto demasiadas veces como se coge en brazos a un chico con síndrome Down porque es muy gracioso y posee un tierno abrazo, o se besa en demasía a una chica que nos hace mucha gracia. También he visto abrazos de lástima a chicos desvalidos, y apretones excesivos a futuros hombretones. Pero a la escuela vamos a poner el hombro por si alguien lo requiere, pero nunca a satisfacer nuestras carencias.

En nuestras clases de infantil debemos tener siempre los brazos abiertos, por si se necesita. Y, si nos vienen demandas, nunca apretar demasiado. Debemos dar siempre la posibilidad de que sean libres en el encuentro.

Ya sé que es un tema delicado, pero, quien quiera ver, que aprenda.

Quienes educamos debemos ser docentes, que donan, que dan, que regalan emociones. Nuestro alumnado es, siempre, demandante incesante. Es necesario estar lleno para dar siempre. Y los huequitos que todas persona tenemos, llenarlos en otros lugares que no sean las escuelas. Para siempre derramar amor si hay demanda.

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