Cada curso, me invitan para dar charlas en la Universidad de
Málaga al alumnado que estudia el Grado
de Educación Infantil. Este año, después de explicar mi metodología,
práctica y filosofía educativa, un futuro maestro de Educación Infantil me dice
que las innovaciones educativas que practico son buenas y necesarias pero, difíciles
de generalizar hoy día. Yo le digo que no son teorías y prácticas nuevas. Que
yo soy un maestro antiguo; que sigo las metodologías de Freinet, de Freire,
Montessori, Loris Malaguzzi y otros educadores antiguos. Se produce un bloqueo
cognitivo en toda la clase. Traen a un maestro supuestamente innovador y
resulta que se define como maestro que reivindica la tradición.
Y es que la dicotomía antiguo o moderno no es acertada. No
siempre lo contemporáneo es lo mejor. Siempre hubo magisterios progresistas y
conservadores allende los tiempos. La historia se construye con pasos hacia
adelante y hacia atrás. La cuestión está en quienes dan los pasos más largos y
con más sentido.
Me considero un maestro antiguo. Creo, como Freinet, que el
alumnado debe crear sus textos, generando pensamiento a partir de sus vivencias;
aprendí de Freire su compromiso con la sociedad y la educación emancipadora; y
de Montessori, integré en mi practica el desarrollo sensorial de la primera
infancia, con piedras, palos y texturas (el material Montessori que nos venden
en los grandes almacenes no están en sus textos, es solo una moda que el
mercado se ha apropiado); me enamoré de la filosofía de las escuelas de Reggio
Emilia, centrada en la consideración de los niños como seres humanos, que
poseen capacidades para desarrollarse como sujetos de derecho, y aprenden y
crecen en relación con las demás personas.
Me consta que en las escuelas de magisterio se estudian estas
personalidades que transformaron la escuela en tiempos pasados, como yo lo
estudié en su momento. Pero siento que así no se mejora la escuela. Una cosa es
enseñar y otra aprender. Lo que no se ha experimentado no se integra en lo que
sabemos. Es imprescindible experimentar en carne propia las metodologías de
otros tiempos. No habrá aprendizaje en el futuro profesorado si las teorías
enseñadas no se sienten en carne propia.
Acabo de ver la película El
maestro que prometió el mar de Patricia Font y me sentí identificado. Creo que la mayor revolución
educativa ya se hizo. Ahora solo debemos llevarla a la práctica. Y eso hice en
mi aula: poner oreja al alumnado, dejar que se expresaran, que pensaran y conversaran;
editar textos construidos por ellos, realizar correspondencias con otros
lugares y culturas…, y tener respeto a las personas que, aunque pequeñas, ya son
identidades pensantes y sintientes.
Valoro al profesorado universitario que reconoce a las
maestras y maestros de Educación infantil y les cede un hueco en sus
enseñanzas. Creo que la teoría y la práctica o van de la mano o pierden su
credibilidad. Mil gracias al profesorado universitario que se atreven a llevar
a su aula a un maestro antiguo, pero que aún tiene mucho que aportar a la
educación del futuro. Porque antigüedad y modernidad, teoría y práctica, lo de
aquí y lo de más allá, deberían ir de la mano para mejorar la educación del
futuro.
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