4 de enero de 2024

EL CASTILLO DE KAFKA O LA BUROCRATIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA

Hace años que cayó en mis manos un libro esencial que me hizo comprender el funcionamiento de la sociedad moderna. A trancas y barrancas lo fui leyendo, porque la historia, como bien es sabido, trata sobre un agrimensor que se embarra en la excesiva burocracia de una hipotética sociedad que ya es presente. Es un libro premonitorio. Si no, que se lo digan a los docentes.

Hoy día, la eficacia educativa se mide cumplimentando requisitos burocráticos que la administración requiere, como en El castillo de KafKa. Una distopía hecha realidad.

En Andalucía estamos a las órdenes de un señor inexistente llamado Séneca (una plataforma digital que controla a los docentes), una autoridad moderna que dicta que todo lo que no se escribe no existe. Y cada programación de aula, cada proyecto, cada entrevista con familias, cada paso que demos en nuestras escuelas debe estar registrada en la plataforma infernal.

La consecuencia es que la mitad del trabajo del profesorado se realiza frente a un ordenador, escribiendo cosas que nadie va a leer, ni sirve para nada. Solo es control del poder sobre la educación. Porque escribir lo que hacemos es necesario, y nos ayuda a conceptualizar, a reflexionar sobre lo que hacemos, a vislumbrar nuestros errores y aciertos. Pero rellenar protocolos estandarizados, en donde nunca se ve nuestro alumnado reflejado, no sirve para nada. Bueno, sirve para tenernos entretenidos, mientras hacemos dejación de nuestra labor docente: atender al alumnado.

Recuerdo cuando, a diario, hablaba con las familias de mi alumnado de infantil en las entradas y salidas, en los pasillos, en el patio, en las tardes de tutorías, al comienzo de curso, antes de cada proyecto que realizábamos… Recuerdo cómo tenía todo el tiempo del mundo para conectarnos como seres humanos, sin que la informática se interpusiera. Ahora, el profesorado, se piensa si hablar con las familias, porque todo debe estar registrado: el día y la hora de la entrevista, los temas tratados, la firma de los familiares dando fe sobre lo hablado, y, por último, subirlo a la aplicación. No me extraña que el profesorado evite hablar con las familias, porque lo exigido es que quede constancia y no tanto la conexión que se ha establecido para bien del alumnado.

A ver si nos aclaramos: lo que está escrito en una plataforma virtual solo existe en las nubes, y lo experimentado en el aula, con las familias y en la escuela, se vive de verdad, aunque no se registre. Conozco a profesorado, expertos en redes sociales que cumplimentan de forma eficaz todo lo exigido por la burocracia, aunque no se produzca de verdad. Pero también sé de maestras y maestros que le importa un bledo internet y el tiempo que tienen lo emplean para atender a personas que necesitan escucha y sostén para crecer como seres humanos.

Porque solo educa quien mira a los ojos al alumnado y enseña con pasión lo importante para la vida, evitando todo distraimiento. Solo educa quien atiende a las familias en directo, porque solo educamos en vivo y en directo.

1 comentario:

Emilio dijo...

Cuanta verdad. Es la invasión de la lógica neoliberal, con apariencia científica. No hay otra que engañarla.