28 de septiembre de 2022

SI APRENDEMOS DE LA VIDA...

Si aprendemos de la vida, eso dicen, habrá que crear vida en los centros educativos.

No es suficiente con programar contenidos, porque así no se aprende; no debemos hacer tantos exámenes, porque solo miden memorias que después se olvidan; no es pertinente explicar los temas de los libros de textos, porque solo son pedazos petrificados de vida.

La escuela debe estar viva para que, por inmersión, aprendamos de forma permanente. Nadie duda de que un idioma se aprende viviendo en el contexto de esa cultura. Todo el mundo sabe que aprendemos a hablar, sentir y ser, dentro de un ambiente vital. Porque son las personas que nos rodean las que nos alimentan el alma y nos insufla de vida.

Pues es la escuela, el centro neurálgico de la educación, se olvida de ello con mucha frecuencia; y enseña con técnicas e instrumentos simplistas, como el libro de texto o rituales ancestrales de otros tiempos: copiados, actividades, memorización, exámenes, calificaciones y qué sé yo.

Si lo que educa es el ambiente, el medio social y cultural en el que vivimos, debemos crear ese espacio cultural y natural en las escuelas.

En infantil, cuando las criaturas están construyéndose, necesitan de espacios amorosos para formarse; y es necesario diseñar ambientes cálidos, de confianza, con tierra, agua y naturaleza, con actividades placenteras de interacción, de comunicación, autonomía…, que inviten a relacionarse, a vivir la vida, a aprenderla y aprenderse.  

En nuestra aula, teníamos un rincón de naturaleza, con pecera, un terrario con bichos, frutas de temporada y muchas plantas. Cada día regábamos y dábamos de comer a los animales. Tenemos grabaciones de un sapo comiéndose un saltamontes y de las mariquitas alimentándose de pulgones que cogíamos de los rosales del jardín. Hacíamos fotos del proceso de metamorfosis de los gusanos de seda. Hasta un huevo de gallina tuvimos metido en la caja de luz durante un tiempo; y cada día observábamos por si nacía un pollito. Esos aprendizajes emocionales no se aprenden igual de forma teórica ni en los libros de texto.

También disfrutábamos de un ambiente más cultural en el aula, con una pequeña biblioteca, con un sinfín de libros, ordenador y una máquina de calcar. He visto mil veces cómo se juntan amistades para leer y explicarse un libro de anatomía o de animales. Hasta un sillón para escuchar a Mozart teníamos. Con unos auriculares que provocaba colas de niñas y niños deseando escuchar buena música.

Otro espacio del aula estaba reservado al arte, con pinturas, colores, tijeras, papeles diversos y material de desecho para reciclar. Siempre me sorprendí de la creatividad de la infancia cuando nadie la dirige, construyendo coches, robot, barcos o aviones. Y siempre, compartiendo aprendizajes.

Pero en la escuela nos llegan personas con capacidades diversas, y las hay más tranquilas y más intelectuales. Para ellas, teníamos el ambiente matemático, con juegos lógicos, puzles, el trangram, construcciones, cartas de todo tipo, geoplanos y juegos de mesa.

Y siempre existen personitas más movidas, que no deben quedar sin un lugar para mostrar sus destrezas. Para ello montamos un gimnasio en el corcho, con zancos, cuerdas, rampas, bancos y colchonetas. Un lugar donde permitir el desenfreno sin molestar a los demás.

Y el principal rincón, que no puede faltar en la educación infantil, es el de juego simbólico, con casita, cocina, tienda, hospital, teatro y maquillaje. Porque ahí nos construimos y jugamos a vestirnos de personajes que luego serán personas.

En Primaria, también habría que crear espacios acordes con las necesidades de estas edades, de creatividad, de aprendizajes cooperativos, de interacción con la cultura, de enseñanzas sobre el tiempo en que vivimos, con globos terráqueos, microscopios, mapas del mundo, libros de animales…, que despierten el interés por el conocimiento y desarrollen el placer por la lectura.

En secundaria, habría que montar aulas con retos imposibles. Hacer que el alumnado investigue los enigmas que les inquieta. Ya se sabe que la adolescencia es un tiempo de búsqueda y autoconciencia.

En bachiller y en la universidad es el momento de profundizar sobre los aspectos de la vida que son importantes para seguir viviendo en este mundo con dificultades, para buscar soluciones, para dar sentido a la existencia.

Porque la enseñanza se aprende viviendo proyectos de vida. Da igual en qué curso o universidad estemos. No debemos olvidar que aprendemos de la vida y a ella nos debemos.

No hay comentarios: