29 de julio de 2023

LO QUE SE PUEDE MEDIR

Lo esencial de la vida es difícil de medir. El concepto de felicidad es la prueba. No hay metro que nos permita discernir cuándo sentimos bienestar. Los números tienen sus limitaciones. Ya se sabe que la estadística muestra, con un mínimo de tortura, cualquier conclusión que queramos demostrar.

Se puede medir la velocidad lectora, pero es difícil discernir la comprensión, y mucho menos si lo que leemos nos sirve para ser mejores personas.

Topé con una alumna que hace años pasó por mi cole con diagnóstico indeterminado. Era tímida, poco lenguaje, dificultades en la lectura y escritura, supuesta dislexia, etc. Pues resulta que después de un tiempo me la encuentro y, aunque sigue mostrando cierta timidez, es la mar de educada. Percibo a una chica que puede hacer una vida autónoma y normalizada, a pesar de todos los diagnósticos que, imagino, fue mermando su autoestima.

Se puede medir con ciertos test de inteligencia y pruebas estandarizadas las habilidades para resolver pruebas seleccionadas y supuestamente contrastadas. Pero inferir que eso es la inteligencia es un salto muy atrevido. ¡Cuidado con el concepto de inteligencia que nos acecha la inteligencia artificial! He visto personitas que no pasaron las pruebas del C.I. (coeficiente intelectual) pero eran hábiles para vivir en sociedad. Y lo contrario, gente que obtenían el beneplácito de los test y notas de sobresaliente pero mostraban muchas dificultades para vivir la vida.

Recuerdo a un chico que en las evaluaciones de C.I. raspaba la normalidad, (lo que suelen llamar inteligencia límite). Esta prueba se suele contrastar, si haces una buena evaluación educativa, con entrevistas con el alumnado. Pues resulta que este chico no daba ni una en el test, pero sabía de la vida más que muchos de sus congéneres. Discernía entre lo que está bien y está mal, era ávido en resolver conflictos sociales, se mostraba muy educado en todo momento, diferenciaba entre lo que es justo o injusto en la vida y controlaba sus emociones, a pesar de vivir en la pobreza y con dificultades familiares importantes.

Es por eso que el orientador estaba hecho un lío en el diagnóstico. Porque este chico no parecía inteligente pero era más listo que el hambre. Ya sé que esto no es científico, pero el lenguaje de mi pueblo, a veces, funciona. En los pueblos se sabe que hay gente que no es cultiva pero es resolutiva. Creo que el sobrevalorado C.I. (coeficiente intelectual) tiene mucho de cultura urbana y burguesa; pero también hay inteligencia en el mundo rural no cultivado. Bueno, en cultivar, sí que son expertos. Ya me gustaría ver a un listo de mi pueblo si hubiera estudiado y a un inteligente de ciudad intentando sembrar patatas y ordeñar a una vaca.

Popkewitz[1] denomina “la conquista del alma infantil” al conocimiento que se transforma en protocolos que certifican, al más puro estilo comercial–neoliberal, la calidad del producto. Porque medir la calidad es una entelequia. Medir la comprensión lectora con pruebas de velocidad es una aberración, porque la lectura comprensiva requiere de lentitud y reflexión. Los más veloces pueden que lleguen antes a ningún sitio. La rapidez es medible, la lentitud es compresiva. Porque a fuego lento siempre es más sabroso cualquier manjar.

La cuestión es que lo medible depende del instrumento de medir. Pero ya se sabe que la felicidad no se sostiene en ningún instrumento, sino que es una emoción sentida.



[1] . Popkewitz, Thomas (2021): La impracticabilidad de la investigación práctica. Editorial. Octaedro. Barcelona.

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