EL BOSQUE: UN CUENTO DE PELÍCULA [i]
Acabo de ver la
película El bosque (2004) de M.
Night Shyamalan, dentro del ciclo «Impedir que el mundo se deshaga», al cuidado de Eduardo Sierra, en el
Contenedor Cultural de la Universidad de Málaga. Ha sido un regalo para la
vista, el intelecto y el alma. Gracias al Vicerrectorado de cultura de la UMA y a sus organizadores por aportar cultura a esta sociedad tan necesitada.
Una película, a
veces, es una invitación a sentir y a pensar. Este es el caso. Comparto algunas
reflexiones que me han surgido, sin destripar nada de la historia, porque creo
que pueden generar mil debates necesarios sobre el mundo en que habitamos.
El bosque, en
el original The village (La aldea) plantea una trama entre dos territorios
separados por una frontera siempre explícita: entre el pueblo y el bosque, el
dentro y el afuera, lo entrañable y lo extraño, la seguridad y el miedo.
La narración tiene todos los elementos de un cuento: el bosque, el miedo, los guapos protagonistas enamorados, los secretos, el bien y el mal..., y no podía falta algún que otro «y de pronto…».
Como todo buen cuento, es
atemporal. Describe una fábula que es transportable a cualquier época, pues aporta
elementos para interpretar tanto conflictos pasados como situaciones del mundo actual.
De forma simbólica alumbra elementos presentes en cualquier sociedad: el poder
y sus estructuras, los instrumentos de control, la organización social con sus
ritos y liturgias, los liderazgos, la gente sumisa y el miedo como inhibidor de
cualquier posibilidad de cambio.
En esta historia
aparece la escuela como organismo que gestiona la ignorancia y el miedo, creando
mitos inventados para mantener el status quo
y enseñando verdades culturales como ciencia incuestionable. Y podemos entrever
de manera implícita las religiones, con sus liturgias, los ritos, lo sagrado,
la fe ciega, los miedos, las promesas, el pecado y lo sagrado.... Pero, sobre
todo, esta historia habla sobre el poder: el control sobre los tiempos, el
espacio marcado con fronteras, el control de los cuerpos, el conocimiento
prohibido, las narraciones inventadas, lo que está bien y lo que está mal y la
necesidad de perpetuarse.
Por último,
destacar dos elementos simbólicos que aparecen en la película que están vigente
en estos tiempos: la memoria, simbolizada en un cofre secreto que nos retrotrae
a la reconstrucción de la historia que todo poder ansía; y la frontera, que
también en nuestros tiempos nos señala los males que vienen del fuera.
La película
tiene un final algo pesimista pero vislumbra una esperanza: contra el miedo, el
amor; frente al pasado, las nuevas generaciones. Tengamos esperanza, pues.
Por último,
destacar que esta cinta también es pintura, poesía, música, naturaleza,
literatura y arte con mayúscula; porque las buenas películas maridan de forma
magistral contenido y forma de forma precisa. Muy recomendable.
1 comentario:
Pues habrá que verla... gracias Cristóbal...muy buena invitación a ella
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