29 de abril de 2024

EL PARLAMENTO EN MI AULA

Yo creía que la infancia debía aprender de los adultos; pero resulta que, viendo a los políticos en El Parlamento discutir, insultarse, mentir, sin respetarse, buscando estrategias maquiavélicas para dañar lo más posible, sin amor al prójimo…, me dije: pues en mi aula de infantil, una chiquillada de cuatro años tiene más educación que nuestros representantes políticos.

En mi aula de Educación Infantil, para comenzar el día, los niños y niñas, cuando llegan a la escuela, se sientan en la alfombra con las piernas cruzadas, mirándose a los ojos. Es una liturgia que ya hemos aprendido, aunque el alumnado solo tenga cuatro años. Nos damos los buenos días, no solo con educación, sino con mucho cariño. Nos sentimos pertenecientes al aula, a la escuela, al mismo pueblo…, a la especie humana. La asamblea es la mente y el corazón del aula. En ella construimos conocimientos, nos educamos y establecemos vínculos amorosos.

Unos nacieron en la localidad, pero hay quienes lo hicieron muy lejos: en Perú, Paraguay, China o Marrueco. Los hay con grandes capacidades intelectuales, aunque no pueden andar porque tienen dificultades motoras; algunos son tímidos y otros extrovertidos; los hay altos y bajos, gruesos y delgados; listos en baile, aunque torpes en matemáticas; amantes de la naturaleza, aunque con problemas para estarse quietos; y quienes son muy emocionales, aunque tenga síndrome de Down. Por supuesto, hay niñas y niños, cada cual con sus peculiaridades, y algunas personas que se muestran indefinidas. Nunca osé comprobar su sexo. Yo solo tenía personas en el aula. Mi función como maestro era que construyeran sus identidades, adquirieran conocimientos y se educaran. Y la asamblea dialógica, desde los griegos, era la mejor manera.

Las normas de comportamiento en la asamblea estaban muy claras: levantar la mano para hablar, esperar el turno, escuchar atentamente y respetar las opiniones de los demás, con el máximo respeto, atentos, aprendiendo de las demás personas cuando expresan sus inquietudes y deseos. No importa la procedencia, las capacidades ni los pensamientos de cada persona. La educación es aprender a convivir, en la complejidad de la diversidad humana.

Me dio por pensar:

Quizás, el Parlamento debería ser dirigido por un maestro o maestra de infantil. Porque no dejaríamos pasar ni una: ni insulto, ni descalificación, ni malas formas, ni poca educación. Obligaríamos a pedir perdón ante la más mínima descortesía, mandaríamos a la silla de pensar a quienes faltaran el respeto, y fuera de la asamblea a quienes hacen ruidos mientras habla una compañera o un compañero; porque en una asamblea no se jalea, no se insulta, no se falta al respeto; hemos venido a construir conocimientos sobre la mejor forma de convivir las personas.

Quizás la sociedad ha dado la vuelta, y ahora los adultos tienen que aprender del alumnado de la escuela. Porque en los Centros Educativos hablamos de paz, de integración, de respeto, de diversidad, de convivencia… Mientras, en los parlamentos de todo el mundo, se descalifica e insulta, a la vez que hablan de guerras.

Quizás deberíamos, como quienes pierden los puntos del carnet de conducir, obligar a reciclarse, en la escuela, a los políticos que incumplan las normas básicas de una asamblea. Quizás, nuestros representantes deberían visitar nuestras aulas, para aprender a comportarse como la infancia en nuestras escuelas.

Existe una solución más drástica y revolucionaria, espero que no tengamos que llegar a ella: que gobiernen las niñas y niños de la escuela. Al menos, habría más educación, respeto, escucha atenta, compañerismo, conocimientos compartidos y convivencia.

1 comentario:

Emilio dijo...

Preciosa metáfora de muchos de los males que tenemos en lo que tanto se anheló : la democracia. Es esperanzador que al menos en la primera infancia los niños tengan o algunos tengan la experiencia de lo que es y a saber como funcionar en ella.
Pero el problema ya que se hace esa metáfora es donde está el maestro de los adultos. Donde está una autoridad en la que confiar ?
Y en esa estamos.
Bien que los maestros puedan hacer estas cosas.
Mis felicitaciones para Cristóbal.