Contigo aprendí
Que existen nuevas y
mejores emociones.
Contigo aprendí
A conocer un mundo nuevo
de ilusiones.
Aprendí
Que la semana tiene más de
siete días,
A hacer mayores mis
contadas alegrías
Y a ser dicho yo contigo
aprendí.
Contigo aprendí
A ver la luz del otro lado
de la luna.
Contigo aprendí
Que tu presencia no la
cambio por ninguna.
Descubrí
Que puede un beso ser más dulce
y más profundo.
Que puedo irme mañana
mismo de este mundo.
Las cosas buenas ya
contigo las viví.
Y contigo aprendí
Que yo nací el día en que
te conocí.
Armando Manzanero.
En mi libro “Pensando en la Infancia”,
Mari Carmen hizo el prólogo iniciándolo con una samba titulada “El eterno
aprendiz”, y yo hoy tengo el honor de invitarle a bailar con el bolero de
Armando Manzanero “Contigo aprendí”. Y es que la música siempre estuvo en nuestras vidas, en
nuestras aulas, en la educación de esta etapa tan esencial que es la Educación
Infantil. Y el aprendizaje siempre fue protagonista de nuestro quehacer educativo
frente al llamado proceso de enseñanza. Porque pusimos el acento más en quien
aprende que en quien enseña. Eduardo Galeano nos mostró que la vida es un
fueguito que brota desde dentro. Las maestras y los maestros solo debemos poner
las condiciones para que el fuego prenda en cada uno de los corazones de la
chiquillada.
Este
libro tan especial me recuerda todo eso que yo aprendí de Carmen Díez. He
tenido el privilegio de mejorar como maestro con todas sus publicaciones, conferencias,
cartas, encuentros y conversaciones. Mari Carmen Díez Navarro es un referente,
no solo para mí, sino para todo el profesorado de Educación Infantil de este
país y parte de Sudamérica, y ha sido una guía para que muchas escuelas infantiles
se vuelvan más saludables, sensibles y amables con la infancia.
Mari
Carmen, contigo aprendí a escuchar a los niños con esa «oreja verde» que tú nos
regalaste. Contigo aprendí a poner el alma en la mirada de la infancia. Contigo
aprendí a escudriñar en «el piso de abajo» de las niñas y niños del aula, allá
donde se forjan los afectos y las emociones. Contigo aprendí a hacer arte con
cualquier objeto cotidiano que tiramos a la basura. Contigo aprendí que los
cuadernos de aula no deben ser «del todo pedagógicos» sino que deben estar
llenos de vida. Contigo aprendí que no sólo educamos sino que somos generadores
de salud, bienestar y vida. ¡Contigo aprendí tantas cosas!
Mari
Carmen, con este libro también pones en valor (que así se dice ahora) toda tu
historia de niña, lo que te enseñaron tu madre, tu padre, tus abuelos o tus
vecinas. Reconoces la influencia que tuvo en ti, como maestra, esos cuentos,
canciones, juegos, historias y experiencias de tu niñez. Es por ello que con
este libro también tú digas “contigo aprendí” a todos los antepasados que te
ayudaron a crecer. Y nos dejas un mensaje educativo que no debemos obviar:
recuperar todo lo vivido y disfrutado de nuestra niñez que es el mejor material
con el que podemos enseñar. Porque educamos con lo que aprendimos, con lo que
sentimos, con lo que vivimos…, en fin, con lo que somos.
El
caso es que yo aprendí que Mari Carmen aprendía de las niñas y los niños
mientras ellos aprendían de ella. Su alumnado la recuerda siempre y ella lo
recoge en estas páginas, ahora que ya son médicos, ingenieras, maestros o abogadas…,
y siempre personas. Con ella aprendieron mil historias, cada cual cosas
distintas. Porque, como buena maestra, siempre respetó la diversidad en el
aula, mucho antes que la diversidad fuera palabra sagrada, Ella siempre profesó
que cada cual aprende a su forma y manera, que somos diferentes y que cada quien
tiene su fueguito que le arde por dentro en su momento y a su manera, y es
necesario respetar el deseo y el entusiasmo, porque ese es el motor que nos
mueve en la vida.
Este
libro nos muestra lo esencial que podemos aprender de Mari Carmen, porque está
lleno de vivencias desde la experiencia cotidiana del aula, desde el recuerdo
que la emoción deja grabada en la memoria, con experiencias y actividades
cotidianas que nos transporta a la esencia del aprendizaje y a la construcción
de personas saludables.
El
libro está estructurado en tres partes tituladas: Aprender, Criar y Convivir. Podría
haber titulado: enseñar, educar y socializar, pero no es lo mismo. Porque Mari
Carmen siempre huyó de las palabrejas psicológicas y pedagógicas para narrar lo
que pasa en su aula; por eso siempre utiliza palabras comprensibles, sentidas y,
a la vez, profundas. Emplea un vocabulario más cercano a la música que a la
racionalidad científica. Y es, quizás por eso, que su enseñanza se nos cuela en
el alma.
Y
cuando en la primera parte habla de aprender,
cuenta mil historias que pasaron en su aula de las que hace reflexiones
profundas mientras su alumnado juega en el patio. Y realiza narraciones
singulares sobre las actividades cotidianas que acontecen en el aula de
infantil, como contar cuentos, recitar poesías, jugar o trabajar en los «ricos talleres».
Y siempre con la emoción presente. Y es que como ella dice: «enseñar y aprender
son verbos muy afectivos».
Y
cuando en la segunda parte escribe sobre criar,
analiza con palabras sencillas y ejemplos cotidianos la complejidad de esta
sociedad tan contradictoria en la que vivimos y los problemas que genera en el
alumnado; y plantea que también debemos intervenir desde la escuela sobre las
dificultades que la sociedad plantea. Explica con palabras coloquiales como
afrontar la muerte, las separaciones, los límites, la violencia, las excesivas
pantallas o los conflictos que a diario contempla la infancia. Además critica
cada «modernura» que nos llega con
nombres supuestamente científicos que quieren dar soluciones definitivas a los
problemas de la escuela, pero que solo ponen luces de neón a lo que se ha hecho
toda la vida de forma natural.
Y
cuando en la tercera parte nos habla de convivir
nos narra anécdotas de su colegio en las que comprendemos que nadie se educa
solo, que la educación solo es posible desde el convivir de los seres humanos;
porque nos construimos juntos, con las demás personas. Por eso en su aula
siempre organiza encuentros, asambleas y discusiones compartiendo pareceres
sobre cualquier tema. Pero, sobre todo, escribe, reescribe y argumenta de mil
maneras, con citas y anécdotas por doquier, que la Educación infantil es la
etapa más importante de la vida. Cuando habla del convivir también trata sobre
cómo nos educamos fuera de la escuela; con el cartero, con los juegos y cuentos
de la abuela, con la vida familiar, con las pantallas y los videojuegos, Porque
convivimos con todo lo que nos rodea y ahí radica la complejidad de la
formación de la infancia en este mundo tan complejo. Ya se sabe que educa toda
la sociedad con sus valores y sus miserias.
Ya
conocíamos que Maricarmen tiene una oreja
verde, como la que describió Rodari, capaz de escuchar el lenguaje de la
infancia, pero en este libro, además, tiene una mirada especial, capaz de escudriñar
cualquier movimiento o conversación de la chiquillada, ya sea en clase, en un
tren o mirando por la ventana a la vecindad. Por eso debemos aprender de ella,
porque antes de dar soluciones a los problemas ha realizado un buen diagnóstico
sobre la realidad de la infancia con su oreja
verde y su atenta mirada.
Gracias,
Mari Carmen, por seguir regalándonos libros como quien regala flores, para que
podamos seguir oliendo a azahar y a jazmín, mientras decimos al unísono: ¡contigo
aprendí!
Gracias
por regalarnos este libro con el que seguiremos aprendiendo de ti.
Cristóbal
Gómez Mayorga
«El
eterno aprendiz»
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